THE NEW YORK TIMES
El sereno sur de Irak

THE NEW YORK TIMES <BR>El sereno sur de Irak

POR JAMES GLANZ
BASORA, Irak.-
Las palmeras falsas con sus luces estilo Las Vegas siguen en pie sobre lo que era el Dolphin Restaurant en la calle Watan, oscilando sobre el techo como extravagantes sobrevivientes de los años 80, cuando hombres acaudalados procedentes de Kuwait, Bahrein y Arabia Saudita acudían a parrandear durante el fin de semana en quizá la zona más famosa de casinos y clubes nocturnos en el golfo.

Junto con sus palmeras de pacotilla, Basora ha sobrevivido a años de bombardeos durante la guerra Irán-Irak, la brutal persecución bajo el régimen de Saddam Hussein, el descuido total de la infraestructura local, y dos invasiones por parte de fuerzas encabezadas por Estados Unidos. La ciudad deteriorada pero placentera que ha surgido – la capital de facto de un sur orgulloso, abruptamente liberado y comparativamente pacífico – parece estar en un país diferente del sombrío campo de batalla en que se ha convertido gran parte de Irak.

Y si un número no inconsiderable de personas aquí se sale con la suya, las provincias del sur, que albergan ricas reservas petroleras pero fueron mantenidas pobres por Saddam, pronto se convertirán en un país separado, o al menos una región semi-autónoma en un Irak relajadamente federal. La clara preferencia sureña por las utilidades por encima de la política pudiera convertirla en un lugar donde las compañías extranjeras dispuestas a invertir fuertes sumas puedan hacer negocios.

«Bastantes personas prefieren separarse, porque están desilusionadas», dijo el doctor Sadek A. Hussein, nativo de Basora que es profesor en la escuela de agricultura de la Universidad de Basora, y quien habla con la suavidad característica del sur de Irak. El rasgo es refrescante en sí mismo, en un país mejor conocido por sus agitadores, parlanchines y simples fanfarrones.

Sin embargo, Jameel Jassim, de 50 años, quien trabaja como chofer en la universidad y quien trasladaba a Hussein por Basora el jueves, fue más directo. «Prefiero eso, estar aislados como estado», dijo Jassim.

Debajo de la persuasión sutil, no debe subestimarse la obstinación de esta cultura de sobrevivientes. Hussein y otros dicen que en vez de continuar enviando todo el dinero generado por el petróleo a Bagdad en el norte, los funcionarios deberían usarlo inmediatamente para reconstruir Basora y el sur, donde hay pocos signos visibles de nueva inversión pública y los pocos proyectos emprendidos por la coalición encabezada por Estados Unidos no han sido muy exitosos. Algunos miembros del consejo de gobierno local recientemente incluso intentaron imponer un gravámen del 10 por ciento sobre los ingresos petroleros procedentes del sur, pero fueron obstaculizados por barreras legales.

Si los sureños no pueden poner un freno al gran sonido de succión hacia el norte, a muchos les gustaría ver una frontera internacional entre ellos y la capital. «Vemos que todas las cosas buenas van a Bagdad», dijo Ramzi, un traductor que pidió que sólo se usara su primer nombre.

Ramzi, quien trabajó durante años como peinador en Basora para suplementar sus pequeños ingresos como profesor de inglés y finalmente dejó la enseñanza completamente, dijo que si los residentes locales se salieran con la suya, un recorte del 10 por ciento sería sólo el principio. Pese a la gran riqueza petrolera del sur, dijo, «sigue descuidado».

Las ambiciones federalistas y separatistas de los curdos en el norte de Irak son ampliamente conocidas. Aunque la región es pacífica y cohesiva, sin embargo, su visión se ve complicada por la presencia de poblaciones curdas en países vecinos, y los temores de que una Kurdistán independiente pudiera alentar levantamientos ahí.

Pero el sur de Irak es sólo eso, el sur de Irak, sin grandes enredor étnicos de que preocuparse, sólo una estrecha afinidad religiosa con el vecino Irán, que, como el sur de Irak, es abrumdoramente chiíta.

Varias versiones diferentes de una república iraquí sureña han sido propuestas. Una incluirñía sólo a tres o cuatro de las provincias más al sur (Basora, Muthanna, Dhi Gar y Maysan); y otra se extendería hacia el norte hasta la ciudad sagrada de Karbala, a 80 kilómetros de Bagdad.

La que genera más interés aquí, sin embargo, es una República de Basora estilo Singapur, que incluta sólo a esta provincia. Comparable en área con el vecino Kuwait, esa república sería igualmente rica. Con inversión extranjera, afirmó Ramzi, su economía superaría a la del diminuto pero brillante emirato de Qatar en un plazo de tres años.

Y Zuhair Kubba, miembro del consejo de la Cámara de Comercio de Basora, dijo que, en contraste con la xenofobia que asola a otras regiones de Irak, la historia de Basora hace probable que dé la bienvenida a la inversión extranjera.

«Tienen un puerto, y como puerto, tienen experiencia con los extranjeros», dijo Kubba, seguidor de la rama sheikhi, en gran medida pacifista y apolítica, del islamismo chiíta, cuyo clérigo más sagrado, Sayyed Alí Al-Mousawi, tiene su base en una mezquita de Basora.

Algunas compañías extranjeras, incluida Kellogg, Brown & Root, la subsidiaria de Haliburton que está reparando partes de la industria petrolera de Irak bajo contratos con el gobierno estadounidense, ya están escuchando. La compañía está trasladando su centro de operaciones de las calles plagadas de insurgencia de Bagdad al sur, dijo Ray Villegas, gerente general de la compañía, y no sólo para estar más cerca de su campo de trabajo, que está principalmente en el sur.

«Este es el lugar donde se quiere estar», dijo Villegas. «Es muy diferente aquí en el sur. Es campo abierto, de manera que se tiene mucha visibilidad. No tenemos los problemas del tráfico cotidiano que experimentamos en Bagdad, de manera que hay menor oportunidad para que los insurgentes actúen».

Más que todo, dijo, «hemos encontrado que los iraquíes aquí están mucho más dispuestos a adaptarse al enfoque de los estadounidenses».

Abundan las teorías de dónde se origina la personalidad sureña moderada y de menos enfrentamiento. Waseem Yacoub, gerente de ventas y mercadotecnia de Al Yakeen Co., que entre otras cosas encuentra solicitantes iraquíes para los empleos en Kellogg, Brown & Root, dijo que en contraste con el caos urbano de Bagdad, el sur había preservado el firme tejido de lealtades tribales.

Llevando nombres oscursos como Al Ghizi (la tribu de Yacoub), Aboudi (la tribu de su jefe), Al Battat y la temida familia criminal Al Garamash, los jeques tribales típicamente acuerdan asegurar la protección de las compañías que contratan a sus hijos, dijo Yacoub.

«Cuando queremos seleccionar a alguien para trabajar aquí, debemos preguntarle su nombre y el de su tribu», dijo Yacoub en un inglés ligeramente entrecortado. «Queremos protegernos de su tribu; sin peligro».

Otros señalan el enfoque relativamente relajado que las tropas británicas, que tienen la responsabilidad por esta parte del país, han adoptado para proporcionar seguridad. Quizá con la experiencia de Irlanda del Norte en mente, los británicos a menudo parecen apartarse de su camino para ser cordiales y resolver conflictos sin recurrir a los disparos, como a menudo hacen las tropas estadounidenses en ciudades divididas como Bagdad.

Ya sea debido a las tácticas británicas, la poca disposición de los líderes tribales a tolerar los crímenes u otros factores, la incidencia de la violencia en el sur ha sido baja. Ataques contra oleoductos e instalaciones petroleras vitales en la región eran comunes hace un año, per no ha habido ninguno en lo que va de 2005.

Otra escuela de pensamiento sostiene que hay algo inherentemente gentil en la gente del sur. Sayyed Abdul Alí Al-Mousawi, hijo del líder sheikhi, dijo en una entrevista justo antes de las oraciones del viernes que hay una palabra árabe, saathij, que describía el temperamento sureño.

Al introducir la palabra en un traductor electrónico, Sayyed Mousawi y sus visitantes vieron aparecer estos equivalentes en inglés: simple, poco sofisticado, crédulo. Los mismos rasgos, dijo, ayudaban a explicar por qué los derechos políticos de los sureños siempre parecieron ser usurpados por los más estridentes de Bagdad. «Regularmente los hacían caer en ardides», dijo Sayyed Mousawi, ríendo entre dientes.

La victoria electoral el 30 de enero de una coalición chiíta basada en el sur aliada estrechamente con Irán podría ayudar a remediar algunas de esas quejas sin secesión. La coalición chiíta ha dicho, como las autoridades estadounidenses, que está empeñada en un Irak unitario, uno que la mayoría chiíta del país ahora tiene la oportunidad de gobernar por primera vez.

La misma coalición, con su profundo interés en estampar la ley islámica en la nueva constitución iraquí, pudiera evitar que las luces en las palmeras arriba del ex Dolphin Restaurant vuelvan a la vida. (Dentro del edificio, hay ahora una compañía que suministra alimentos a la guardia nacional iraquí.)

Pero no ha pasado desapercibido para Bagdad que el sur ya ha empezado a flexionar sus músculos. Uno de los hombres más poderosos en el sur, Jabbar A.H. Al-Ueibi, director general de la gubernamental South Oil Co., ha provocado la ira de sus superiores en el Ministerio del Petróleo por no consultarlos antes de tomar importantes decisiones concernientes al recurso más preciado del sur.

Los estadounidenses en el sur, que profesan profundo respeto a Jabbar, lo conocen como «el padrino», no por alguna conexión criminal, sino debido a la incalculable lealtad que su posición le ha hecho ganar entre los residentes de Basora. Y como el personaje de Marlon Brando cuando fue temporalmente superado, Jabbar sabe que éste no es el momento de lanzar desafíos hacia Bagdad.

«Durante la era después de la guerra», dijo Jabbar en una entrevista, refiriéndose a la invasión de 2003, «no había gobierno, no había ley, no había nada. De manera que preferí tomar una decisión bajo mi responsabilidad, y ahora hay muchas preguntas al respecto. »¿Por qué tomó una decisión sobre esto?»»

«De cualquier manera», dijo Jabbar con una voz baja, casi mascullando, «no quiero molestarlo con mis problemas, ¿está bien?»

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