THE NEW YORK TIMES
Irak se vuelve más peligroso, pero muestra signos de progreso

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POR ROGER COHEN
BAGDAD, Irak.-
¿Las cosas están mejorando o empeorando en Irak? Ese es el interrogante básico, del cual mucho depende para Estados Unidos y el mundo. He aquí algunas respuestas impresionistas.

Hace poco más de un año, en mi última visita al país, pude viajar por carretera al norte hasta Tikrit, ciudad natal de Saddam Hussein, y al sur hasta la ciudad santa chiíta de Najaf. Estas no fueron excursiones en las que me senté a disfrutar el panorama. Pero fueron posibles, a alta velocidad y con cierto riesgo.

Actualmente, ningún occidental con algún vestigio de cordura contemplaría hacer esos viajes, aun después de una elección que fue un notable éxito. No es meramente que las imágenes de las decapitaciones permanezcan en la mente. No es simplemente que el secuestro este mes de Giuliana Sgrena del periódico Manifesto de Italia formara parte de un patrón. Es que, según cualquier evaluación racional, el peligro es inaceptable.

Según ese crudo patrón, las cosas están empeorando.

Jonathan Garratt, director administrativo de Erinys, una compañía de seguridad británica con más de 1,000 empleados aquí, llama a Irak «el peor ambiente operatibo, en lo que respecta a la seguridad, que haya conocido». Los ataques contra las fuerzas de coalición, la infraestructura y los nacientes ejército y policía de Irak han oscilado entre 400 y 600 a la semana desde el verano pasado, con destellos ocasionales cercanos a los 1,000, aun cuando su número de muertos ha tendido a disminuir últimamente. Esa violencia, por supuesto, no es mala para la empresa de Garratt: La seguridad es la principal industria en crecimiento en Irak.

Otra medida de la inseguridad de Irak es que el recorrido del aeropuerto a Bagdad incluye lo que Garratt llama «los cinco kilómetros de carretera más peligrosos del mundo», una extensión conocida por sus atacantes suicidas y otras intrusiones desagradables.

Yo estaba dispuesto para considerar la reapertura del Aeropuerto Internacional de Bagdad desde mi última visita como un signo de progreso. Pero si la carretera que lleva a él sigue siendo tan traicionera después de 22 meses de presencia estadounidense, el aeropuerto tiene que ubicarse en la columna negativa.

Cuando estuve aquí antes, oí hablar mucho de dispositivos explosivos improvisados o IEDs, el término en inglés que las fuerzas armadas, con su genio para las siglas, habían acuñado para las bombas de manufactura local que estallan al lado de los caminos.

Ahora hay todo un lexico al respecto. La gente habla de VBIEDs (para las bombas colocadas en vehículos) y VCIEDs (ocultas en vehículos). La inclinación de la insurgencia por las bombas ocultas dentro de perros muertos incluso ha llevado a DCIEDs (ocultas en perros).

El grupo de desleales FREs (elementos del anterior régimen) y fanáticos jihadistas que combaten la transformación de Irak encabezada por Estados Unidos está volviéndose más sofisticado en sus tácticas. Eso, también, sugiere que las cosas están empeorando.

Ningún lugar en Irak es más seguro que la Zona Verde, la ciudad dentro de una ciudad de 10 kilómetros cuadrados donde se encuentran los oficiales estadounidenses, los diplomáticos, los contratistas, el gobierno iraquí provisional y aquellos iraquíes que se atreven a trabajar para ellos. Flotillas de vehículos utilitarios pasan ronroneando frente a los destruidos falsos palacios babilónicos de Saddam Hussein. Esto no es Suiza, pero tampoco es Somalia. Incluso aquí, sin embargo, la tendencia no es alentadora. El Green Zone Cafe, un sitio de reunión favorecido, fue volado en pedazos por un atacante suicida el año pasado. Los ataques con cohetes han cobrado su cuota de víctimas. Las puertas que llevan al área se han vuelto traicioneras.

Vi a un funcionario iraquí con un pasamontañas en la Zona Verde, algo que no había visto antes, y le pedí una explicación. «Hace frío», dijo en un inglés perfecto marcado por el desdén. «Y no quiero que nadie vea mi rostro». Anoten otro punto para la columna de que Irak está empeorando.

Pero por supuesto, la mayoría de los 28 millones de ciudadanos del país no piensan en la Zona Verde ni se preocupan por ser decapitados como intrusos infieles. Les preocupa llevan comida a la mesa. John B. Taylor, subsecretario de asuntos internacionales del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, dijo en una visita aquí la semana pasada que «vemos mucho crecimiento y progreso económicos». Citó un comercio minorista en auge, la construcción y las crecientes reservas financieras.

Las estadísticas económicas son escasas, así que es difícil saber si Taylor se basa en algo o meramente está soñando. Las calles están llenas; el comercio de todo desde trozos de metal hasta textiles es activo. Sin impuesto sobre el ingreso y escasos derechos sobre las importaciones, los iraquíes han redefinido su economía. Los intentos por sabotear la industria petrolera no han frenado la producción.

Pero el desempleo es alto, las filas para la gasolina son largas y, más allá de la construcción y las empresas de seguridad, el crecimiento es escaso. La inversión espera a la calma, y no la hay. La economía, en resumen, es un panorama mixto.

Un obstáculo para su progreso es el hecho de que las luces sigan apagadas. L. Paul Bremer, el administrador estadounidense de Irak hasta el verano pasado, estableció una meta de 6,000 megavatios. Nunca ha sido alcanzada; los ingenieros se han esforzado por lograr que la red eléctrica alcance siquiera los niveles previos a la guerra. Pero ahora está funcionando nuevo equipo de generación, y la electricidad está tendiendo a lo positivo.

Bremer y sus objetivos por realistas se han ido. Los diplomáticos prácticos que lo reemplazaron se refieren a su equipo como «los ilusionistas». Ahora, dicen, la atención estadounidense se centra en dar poder a los iraquíes, no en dirigir su país. Eso está ayudando.

Los iraquíes desafiaron el peligro para votar en la elección del 30 de enero; algunos caminaron sobre cadáveres para emitir sus votos. Su desafío, determinación y dignidad debilitaron a la insurgencia, mejoraron las probabilidades de una democracia viable y reforzaron la afirmación del Presidente George W. Bush de que la sed de libertad es universal. Un gran punto a favor.

La seguridad en las 5,300 casillas de votación fue proporcionada en gran medida por las nacientes Guardia Nacional y policía iraquíes, su primera gran operación exitosa. Importante progreso.

El conteo de votos no ha terminado todavía, pero es evidente que la mayoría chiíta de Irak saldrá de la elección con un mandato de poder que anteriormente pertenecía sólo a los árabes subitas. El cambio puede consolidarse sólo si los chiítas tienen el buen sentido de negociar alianzas políticas con los otros grupos étnicos y religiosos de Irak. Parece posible que el buen sentido exista. El intrincado escenario de la naciente democracia de Irak es algo hermoso.

Sigue habiendo peligro en las calles. Pero una vez que se acercan a la puerta de su casa en las noches, los iraquíes ahora saben que ya nadie vendrá a tocar con vehículos que esperan afuera para llevarlos a muertes anónimas aprobadas por Saddam Hussein. Ese es un enorme avance.

La situación aquí es difícil, y esta vasta inversión de sangre y dinero estadounidenses aún podría perderse. Pero por estrecho margen, las cosas están mejorando en Irak.

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