THE NEW YORK TIMES
La nueva división este-oeste

THE NEW YORK TIMES <BR>La nueva división este-oeste

POR CRAIG R. WHITNEY
NUEVA YORK.-
«En Europa, geografía ya no es igual a destino», dijo el secretario general de la OTAN en abril pasado cuando siete países ex comunistas, incluidos los tres Estados bálticos que eran parte de la Unión Soviética, se convirtieron en miembros de la Alianza Atlántica.

Sin embargo, la geografía aún cuenta para el presidente de Rusia, Vladimir V. Putin. El está insistiendo en que el candidato pro-ruso ganó el pasado fin de semana en las elecciones presidenciales de Ucrania, mientras que el Presidente George W. Bush y líderes de la Unión Europea se ponen del lado de las denuncias de la oposición de que la votación fue manipulada.

¿Entonces un estancamiento político ucraniano se ha intensificado al grado de un enfrentamiento ruso-estadounidense salido de la Guerra Fría, con «naciones cautivas» y todo?

Putin parece estar insistiendo en que las líneas que definen la esfera de influencia de Moscú en Europa Oriental -que han estado retrocediendo constantemente en los últimos 15 años- se mantendrán firmes en la frontera occidental de Ucrania.

Líderes occidentales están pidiendo respeto por la voluntad democráticamente expresada del pueblo ucraniano. Con un largo recuerdo de autocracia y la agresividad que puede producir, creen que la democracia misma garantiza mejor su propia seguridad, y la de Rusia. Putin parece pensar que la democracia es buena, pero ese control -dentro de Rusia y sobre los vecinos más cercanos de Rusia- es mejor.

Por ello aunque no hay tanques rusos formados en la frontera ni peligro de bombardeos nucleares, como los había en las crisis de la Guerra Fría en Polonia, Alemania Oriental, Budapest y Praga, no obstante hay una profunda división Este-Oeste. Es simplemente que el caracter de esta división es totalmente nuevo.

En opinión de Putin, el resultado de la votación en Ucrania fue «perfectamente claro»: 49.46 por ciento para el Primer Ministro Viktor F. Yanukovich, sucesor seleccionado del Presidente Leonid D. Kuchma, y 46.61 por ciento para el candidato opositor, Viktor A. Yushchenko. Kuchma certificó los resultados pese a advertencias de Europa y Estados Unidos de que hacerlo sería un error. Los intentos de mediación, encabezados por Javier Solana de la Unión Europea, empezaron en Kiev el viernes, con Kuchma y los dos candidatos acordando seguir conversando mientras miles de cada bando salían a las calles.

Eso fue después de que Washington y Moscú tomaron sus posiciones. El secretario norteamericano de Estado, Colin L. Powell, citando informes de fraude, dijo: «No podemos aceptar este resultado como legítimo». Y Putin dijo: «No deberíamos decidir si aceptar o rechazar los resultados electorales. Corresponde al pueblo de Ucrania decidir».

Pero además de hablar, como habría preguntad Stanlin en los días de la Guerra Fría, ¿qué pudieran hacer Estados Unidos y Europa sobre todo esto? Más importante aún, como Truman y Eisenhower nunca tuvieron el lujo de preguntar, ¿qué pudiera realmente hacer Rusia al respecto?

Putin podría creer que la historia y la geografía están de su lado, pero pudiera estar equivocado. Ucrania, dividida dentro de sí misma, desde hace tiempo ha sido ambivalente sobre Rusia. Aunque Ucrania fue el granero de Moscú bajo el comunismo, su pueblo era orgulloso y el Kremlin trató de mantener el nacionalismo ucraniano bajo control. Nikita S. Khrushchev, que había sido procónsul de Moscú en Kiev después de la hambruna causada por la colectivización forzada de la agricultura de Stalin, a menudo usaba camisas ucranianas bordadas incluso después de que asumió el liderazgo del Kremlin.

En la elección de este año, el apoyo fue fuerte para Yushchenko en el oeste de Ucrania, que era parte de Polonia antes de 1939 y dnde muchas personas hablan polaco actualmente. El prometió ser menos ambivalente que Kuchma al tratar de llevar a Ucrania a ingresar a la Unión Europea y la OTAN, Yanukovich apostó a fortalecer los lazos con Rusia, y su apoyo provino del Ucrania oriental ruso-parlante. Putin visitó dos veces el país durante la campaña para apoyar a Yanukovich, y lo felicitó por la victoria aun antes de que el gobierno certificara los resultados.

Putin pudiera consolarse con la proximidad. Bruselas, sede de la Unión Europea, y Washington están muy lejos, mientras que Rusia está al lado. El propio Powell pronto partirá, y, como podría verlo Putin, Bush ciertamente tiene un interés en preservar una relación estrecha con Putin, el líder de la segunda potencia militar más grande del mundo.

Así que esto bien podría haber parecido un momento para que Putin pusiera a prueba su capacidad de controlar a un vecino. El y su predecesor, Boris N. Yeltsin, mantuvieron sonrisas tensas en el rostro durante década y media mientras los valores y libertades occidentales que dijeron recibían con beneplácito en Moscú conducían a incursiones económicas y estratégicas no bienvenidas por parte de Occidente en las zonas de amortiguación occidental y sureña de Rusia. Ahora Putin ha dejado de sonreir por las incursiones en su terreno.

Ucrania es, de hecho, un caso especial para Rusia, cuya esfera de influencia en Europa se ha contraído constantemente desde 1989, primero cuando Alemania se reunificó y más recientemente con la expansión de la Unión Europea la primavera pasada. Ninguno de esos países había estado tan cerca, cultural o históricamente, al corazón ruso como lo está Ucrania.

Del otro lado de la nueva división, sin embargo, está Europa.

Muchos de los 48 millones de habitantes de Ucrania esperan un día unirse a la nueva Europa y a la OTAN como prometió Yushchenko que trataría de hacer; incluso Yanukovich quiere una relación decente y mejores lazos económicos con Occidente, como hizo Kuchma.

Hace una década, Occidente tenía una preocupación estratégica intensa sobre Ucrania, pero mucho de eso fue abordado cuando Estados Unidos obtuvo su cooperación para neutralizar el arsenal nuclear dejado ahí por el colapso de la Unión Soviética. Los líderes europeos de hoy tienen influencia en Ucrania que es primordialmente económica. El producto interno bruto de Ucrania el año pasado fue aún sólo de 60 por ciento de lo que era antes del colapso soviético, y la Unión Europea es su mayor socio comercial extranjero.

Antes de que Ucrania pueda construir una relación más cercana con la Unión Europea o la OTAN, sin embargo, esas instituciones insisten en que tienen que superarse las desventajas ucranianas en democracia, corrupción y control estatal penetrante de la economía, para cumplir los estándares establecidos para todos los miembros.

Rusia y Putin no hacen esas demandas a Ucrania o a Bielorrusia, su vecino del norte, que de hecho ha vuelto la espalda a la democracia y los mercados libres estilo occidental y tiene los lazos más estrechos con Rusia de cualquier república ex soviética.

Putin dice que quiere buenas relaciones con Occidente, pero insiste en que éste tome a Rusia bajo sus propias condiciones. En cualquier caso, Washington y los europeos no pueden hacer mucho para ejercer persuasión moral sobre funcionarios ucranianos aparte de amenazar con suspender la concesión de visas o la realización de nuevo comercio o cancelar acuerdos de ayuda con Occidente.

Pero quizá las opciones de Putin también son limitadas. Es difícil imaginarlo contemplando una intervención militar directa, impensable desde que Mijail S. Gorbachev dejó desmoronarse el Muro de Berlín. Sólo los ucranianos pueden resolver su estancamiento político, aun cuando también tendrán que vivir con su gran vecino de al lado sin importar quién encabece su gobierno.

Putin parecerá un pendenciero no importa quién sea el ganador. «Uno de los interrogantes más extraños es por qué los rusos pusieron tan alta la apuesta», dijo Stephen Sestanovich, miembro del Consejo sobre Relaciones Exteriores que desde hace mucho tiempo trata con asuntos rusos. «Si Yushchenko termina como líder, será una derrota para Putin que no tenía que soportar. Si lo hace Yanukovich, eso hará a Putin lucir peor que cualquier cosa que haya hecho internamente. Va a ser difícil dar vuelta a la página».

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