THE NEW YORK TIMES
Las dos caras de China

THE NEW YORK TIMES <BR>Las dos caras de China

POR JOSEPH KAHN
PEKIN.-
Los líderes de China anunciaron la semana pasada en el Congreso Nacional del Pueblo que se otorgarán autoridad legal para atacar a Taiwán si deciden que el territorio disputado se ha aventurado demasiado en la independencia. Fue el ultimátum más fuerte hasta la fecha, respaldado por las fuerzas armadas en rápida modernización de China.

Pero el titular del día siguiente en el Diario del Pueblo, el periódico oficial en inglés, fue: «Paz Suprema en Anteproyecto de Ley Anti-secesión».

La ascendente China tiene dos rostros. Sus líderes quieren – discutiblemente necesitan – ser vistos como si administraran a un nuevo tipo de superpotencia emergente, una que no amenazará a sus vecinos o el mundo. Sólo un gigante amable puede atraer 60,000 millones de dólares en inversión extranjera y registrar superávit comerciales anuales de 160,000 millones de dólares con Estados Unidos, según el razonamiento.

Sin embargo, el Partido Comunista también ha concluido que perdería poder si renuncia a Taiwán. El anteproyecto presentado el 8 de marzo, y que debe ser aprobado el 14 de marzo, es simplemente el intento más reciente para probar que el partido pagará cualquier precio, incluida una guerra que bien pudiera involucrar a Estados Unidos, para preservar la integridad territorial de China.

«Nuestras élites saben que China tendrá dificultad para ascender si al mundo le preocupa una nueva amenaza militar», dijo Jin Canrong, experto en política exterior de la Universidad del Pueblo en Pekín. «Pero China tampoco puede ascender si Taiwán se independiza. Y Taiwán se independizará a menos que la amenaza del uso de la fuerza sea muy real».

China no tiene ambiciones inmediatas de sacudir el orden mundial o desafiar a Estados Unidos, dicen muchos analistas. Washington quiere que siga siendo así. Pero Taiwán está despertando los instintos agresivos de China, con resultados impredecibles.

«No sé qué lado está ganando, el bando que quiere luchar por los intereses nacionales, o el bando que acepta las normas internacionales», dice Philip Yang, experto en los asuntos chino-taiwaneses de la Universidad Nacional de Taiwán en Taipei.

China ha prosperado porque se dedica al desarrollo económico mientras permite que Estados Unidos vigile a la región y al mundo. Pekín en ocasiones se queja de la hegemonía estadounidense, pero sus líderes preven que la Pax Americana se extenderá bien entrado el siglo XXI, al menos hasta que China se convierta en una sociedad de clase mundial y, si continúan las tendencias actuales, la economía más grande del mundo.

China insiste en que no desea involucrarse en peleas. Los axiomas de su política exterior en evolución – principios de co-existencia pacífica, orientación pacífica, ascenso pacífico, desarrollo pacífico – tienen el mismo énfasis.

Pekín destina muchos más recursos a proyectos internos, como puentes, acereras y torres de oficinas, que a las fuerzas armadas. Su estrategia económica depende más fuertemente de la integración con el mundo exterior de lo que fue el caso con Alemania y Japón en los años previos a que se afirmaran en la primera mitad del siglo XX.

«Quieren tener un ascenso pacífico porque así tiene que ser», dice Robert G. Sutter, ex funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos quien ahora es espcialista en Asia de la Universidad Georgetown. «Han hecho un análisis de costo-beneficio y han descubierto que es demasiado costoso ser antagónico» de Estados Unidos, dijo.

China está limando sus relaciones con la mayoría de los grandes países. Recientemente solucionó disputas fronterizas con India y Rusia, respaldó la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo, suavizó reclamos territoriales en el Mar del Sur de China, atrajo a sus vecinos del sudeste asiático a un pacto comercial, e incluso intensificó su ayuda al exterior.

Taiwán es la gran excepción. Las relaciones a través del Estrecho se han deteriorado desde mediados de los años 90. Eso se debe en gran medida a que el movimiento independentista de Taiwán ha crecido en popularidad. Chen Shui-bian, el presidente de inclinación independentista, ganó dos elecciones. Pero las tensiones también han aumentado porque Pekín ha mostrado poca flexibilidad o creatividad al adaptarse a la cautela democráticamente expresada de Taiwán hacia el continente.

Su estrategia a menudo parece limitarse a reflejar la certeza de un ataque si Taiwán trata de crear una identidad legal separada. El anteproyecto de ley anti-secesión incluso podría haber sido introducido precisamente porque parece atar las manos del liderazgo _ y hacer parecer inevitable la guerra – si Taiwán cambia su nombre formal o reescribe cláusulas sensibles en su constitución.

En cierto sentido esto es sólo más alardeo amenazador. Desde hace tiempo China ha lanzado amenazas en torno a la independencia taiwanesa, tanto que el señor Chen y muchos otros políticos en Taiwán las han llegado a ignorar.

Su suposición es que China realmente no atacará porque finalmente le interesa más el desarrollo interno, ser anfitrión de las Olimpiadas de 2008, y evitar un conflicto con Estados Unidos que asegurar su soberanía sobre Taiwán.

Pero los líderes de Pekín también han concluido que el Partido Comunista necesita trazar la línea para los «separatistas» de Taiwán. El partido ha apotado su reputación al restablecimiento de la nación China en su lugar correcto en el mundo.

Después del regreso de Hong Kong al redil chino en 1997, Taiwán sigue siendo el recordatorio más visible del desmembramiento que China sufrió a manos de potencias extranjeras al final de la dinastía Qing (aunque muchos taiwaneses afirman que la isla no perteneció al continente más de lo que pertenece hoy). China trata a Taiwán como territorio soberano. De manera que insiste en que su beligerancia no debería ser vista como si infectara su enfoque hacia otras naciones. Incluso el borrador de proyecto de ley introducido esta semana dedica tres secciones a aperturas pacíficas hacia Taiwán. Sólo la sección final, la cuarta, señala las condiciones bajo las cuales China consideraría otros medios, a los cuales el anteproyecto de ley se refiere vagamente como «no pacíficos».

Sin embargo, hay signos de que China no puede aceptar fácilmente la separación de Taiwán. El gasto militar ha aumentado en los últimos años, y el presupuesto oficial ascendió a 30,000 millones de dólares en 2005. Analistas occidentales dicen que el gasto real pudiera ser dos o tres veces más alto.

El blanco es Taiwán. Pero los nuevos cazas Su-30MKK y los sumbarinos clase Kilo de fabricación rusa de China pudieran causar graves daños a la flota del Pacífico de Estados Unidos, y esto ha alarmado a Japón.

«Taiwán es un problema para Estados Unidos y Japón tanto como para China porque es la excusa que China ha usado para acrecentar su poderío militar», dijo el señor Jin de la Universidad del Pueblo. «Si no existiera el asunto taiwanés, China encontraría más difícil justificar este tipo de gasto».

Un diplomático europeo en Pekín dijo la semana pasada que el anteproyecto de anti-secesión, especialmente si provoca una respuesta recíproca de Taiwán, pudiera elevar el riesgo de conflicto y causar que la Unión Europea retrase el levantamiento de su embargo de armas sobre China, una de las principales prioridades de Pekín.

Las relaciones con Japón se han vuelto más espionsas. La animosidad histórica por la ocupación japonesa de China ha desempeñado un papel. Pero Japón descubrió recientemente un submarino chino trazando mapas del suelo océanico en aguas territoriales japonesas, posiblemente en preparación de una batalla marítima por Taiwán o disputados recursos energéticos. Y Japón se unió a Estados Unidos en febrero en una promesa pública para defender a Taiwán, enfureciendo a Pekín.

En su búsqueda de energía, China también ha cortejado a Irán y Sudán, naciones ricas en petróleo que tienen relaciones difíciles con Occidente. Ha amenazado con usar su veto en Naciones Unidas para evitar sanciones internacionales para castigar a Irán por su programa nuclear o a Sudán por su supuest genocidio.

«Los veo volviéndose cada vez menos conciliadores sobre asuntos que consideran de interés vital», dice Bonnie S. Glaser, experta en China del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. Citó a Japón y la seguridad energética así como a Taiwán como ejemplos del enfoque más nacionalista de China.

Cada vez más hay dos Chinas en el escenario mundial. Una tiene nociones del siglo XIX sobre la soberanía y el destino históricos. La otra adopta las nociones del siglo XXI de la integración global. El anteproyecto de anti-secesión parece una victoria de la primera.

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