THE NEW YORK TIMES
Un discurso sobre nada, algo, todo

THE NEW YORK TIMES <BR>Un discurso sobre nada, algo, todo

POR DAVID E. SANGER
WASHINGTON.- Nadie se sorprendió más por la amplia visión del Presidente George W. Bush de la misión de Estados Unidos en el mundo en su discurso de toma de posesión el jueves que algunos de los conservadores que lo apoyaron precisamente debido a su visión reaganesca. Durante la campaña, vitorearon con entusiasmo cuando Bush habló sobre «el poder de transformación que tiene la libertad».

Pero el jueves fue mucho más lejos que en la campaña, dejando el gran garrote de Teddy Roosevelt y el idealismo de Woodrow Wilson en la lona cuando dijo: «La política de Estados Unidos es buscar y apoyar el crecimiento de los movimientos e instituciones democráticos en cada nación y cultura, con el objetivo final de terminar con la tiranía en nuestro mundo».

Lo que no dijo, en un discurso que usó la palabra libertad 27 veces en unos 20 minutos, fue exactamente cuándo, dónde y cómo intervendría en nombre de la libertad. Excepcionalmente vagos y sin un marco de tiempo, los estándares que estableció Bush el jueves le permiten enorme espacio de maniobra. La Casa Blanca declinó al día siguiente poner a países específicos en las categorías específicas del discurso, diciendo solamente que Bush estaba planteando objetivos amplios y esperaba que otras naciones realicen algún tipo de auto-examen.

Fue demasiado para algunos de los simpatizantes de Bush: Peggy Noonan, ex redactora de discursos de Ronald Reagan que trabajó para la campaña de Bush, le llamó «embriaguez de la misión».

En realidad, cualquier tirano que no sea derrocado en los próximos cuatro años puede ser descrito como lo que el presidente llamó la «labor de generaciones». Mientras tanto, el objetivo de poner fin a la tiranía está disponible como un razonamiento retroactivo para la guerra en Irak, donde a los estadounidenses se les dijo originalmente que depósitos de armas eran la justificación primaria para la guerra. También puede ser la proclama, si Bush necesita una, para la acción en Irán o Corea del Norte, donde incluso muchos críticos de la guerra de Irak reconocen hay una verdadera amenaza nuclear.

Entonces ¿cuáles son las verdaderas implicaciones políticas? Para tener una percepción de ellas, ayudó escuchar a otras dos transmisiones de la semana de asunción: al vicepresidente Dick Cheney hablando en broma con Don Imus, el comediante irreverante de MSNBC, y a Condoleezza Rice enfrentándose a integrantes del Comité de Relaciones Exteriores del Senado cuando la interrogaron como candidata de Bush para ser secretaria de Estado.

Cheney aclaró que el gobierno no habla en broma sobre el programa nuclear de Irán. «Si se buscan potenciales sitios de problemas, Irán encabeza la lista», dijo. Insistió en que el gobierno está tratando de dialogar con Irán para que no siga adelante con su programa nuclear (el cual los líderes de Irán insisten es únicamente para la producción de electricidad) porque «los israelíes bien podrían decidir actuar primero, y dejar que el resto del mundo se preocupe de limpiar el desorden después».

Irán también apareció encabezando la lista que Rice ofreció a los senadores al nombrar seis «bastiones de la tiranía»; los otros cinco fueron Corea del Norte, Cuba, Myanmar, Zimbabwe y Bielorrusia.

Es una lista notable, aun cuando Rice, en palabras de un colega cercano, «estaba tratando de ser ilustrativa, no de abarcar todo». Toca a cuatro continentes, pero excluye a Rusia, China, Arabia Saudita, Egipto y el algún tiempo aliado de Estados Unidos que cuenta con armas nucleares, Pakistán.

El gobierno habla muy en serio sobre Corea del Note, intentando la diplomacia por ahora, no obstante preparándose claramente para el siguiente paso si eso fracasa. Pero ¿qué hay de los otros?

Cuba es una constante resistente que Bush no tiene intención de derrocar. Su estrategia, como la de todos los presidentes durante cuatro décadas, parece ser esperar que la muerte natural llegue a Fidel Castro. Pero después del deceso de Castro, Bush pudiera fácilmente desempolvar la frase de su discurso para dar forma al rumbo futuro de los cubanos: «Cuando defendamos la libertad, estaremos a su lado».

Zimbabwe y Myanmar (al cual Rice se refirió por su antiguo nombre, Birmania) son pesadillas para los derechos humanos, pero nadie en la Casa Blanca finge que alguno de ellos sea central para los intereses de Estados Unidos o un semillero para Al Qaeda. ¿Por qué ponerlos en la lista? «La diversidad es importante», dijo uno de los colaboradores de Bush, «incluso entre los bribones».

Bielorrusia no es una fiesta, tampoco, pero parece haber sido incluido principalmente como un golpe para Vladimir Putin, quien gobierna en su vecino, Rusia, con una mano cada vez más pesada. Pareció ser una forma en que Rice recordó a Putin que no vaya demasiado lejos en esa dirección. Pero ella no podía decirlo directamente: Necesitará a Putin en varios frentes más.

También necesitará a algunas otras naciones que no están en su lista, pero parecen caer en otra de las categorías de Bush: Países que a veces están con nosotros, a veces contra nosotros, pero frecuentemente enfrentadas con su propia población.

China, por ejemplo: Desde hace tiempo ha sido el extremo opuesto de Cuba – demasiado grande, estratégicamente importante, demasiado lejos – y ahora también está demasiado involucrada en financiar los déficit comercial y presupuestario de Estados Unidos – para embrollarlo todo.

¿Y los sauditas? William F. Buckley, al escribir en National Review, pellizcó a Bush por buenas intenciones que fueron mal explicadas: «He aquí un país plantado en la opresión. ¿El Presidente Bush realmente pretende insistir en esto? ¿Dónde? ¿En la ONU? ¿En la Organización para la Unidad Africana? ¿Nos negaremos comprar el petróleo saudita?» No probablemente. Con esas naciones, Bush pareció estar rogando que sus líderes le den suficiente evidencia de una lenta liberalización para que pueda declarar que son autócratas en recuperación, que están acercándose a ver la luz.

Así es como el gobierno se refiere en estos días al coronel Muamar Kadafi, el líder libio. Hace un año él decidió renunciar a su programa de armas nucleares, y desde entonces ha sido recompensado con el levantamiento de embargos de todo tipo. Rice y su sucesor como asesor de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, a menudo hablan del modelo libio, y Bush pareció tener eso en mente cuando dijo: «Los líderes de gobiernos con largos hábitos de control necesitan saber: Para servir a su pueblo, deben aprender a confiar en ellos. Empiecen este recorrido de progreso y justicia y Estados Unidos caminará a su lado».

Al preguntarle al respecto, el alto funcionario gubernamental que estaba proporcionando la versión comentada del discurso dijo: «Escuche esa palabra »empiecen»». Su implicación era que en la mente de Bush, los países no tienen que satisfacer un estándar fijo antes de que cosechen los beneficios de mejores relaciones con Washington.

A menos, por supuesto, que sean Irán o Corea del Norte.

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