The New York Times
El gran dilema que enfrenta la CIA

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NUEVA YORK .- Los hombres que concibieron la Agencia Central de Inteligencia hace 60 años tenían una idea en mente: reunir toda la información que Estados Unidos pudiera recolectar sobre el resto del mundo, analizarla, y presentarla al presidente. Producirían información de inteligencia estratégica — el gran panorama de las intenciones y capacidades de los enemigos de Estados Unidos — para evitar el siguiente Pearl Harbor.

Fundaron una organización pequeña, débil y mal enfocada, dispersa en todo Washington en barracas y edificios anexos de mala calidad. Se dispusieron a conocer el mundo. Durante la Guerra Fría, la CIA creó un imperio de información de inteligencia. Pero ahora se encuentra de nuevo donde empezó. La pregunta ahora es si el servicio de espionaje más famoso del mundo está listo para la bola de demolición.

El Pentágono siempre odió la idea de un servicio de espionaje civil independiente. Pero los fundadores del sistema de seguridad nacional después de la Segunda Guerra Mundial consideraron sensato tener a civiles, en vez de militares, reuniendo y analizando la información de inteligencia extranjera para ayudar a los diplomáticos y soldados, equilibrando el mandato del Pentágono de prepararse para la guerra.

Ahora empieza la batalla en torno a si la CIA continuará siendo la fuente central del análisis del espionaje. Si el corazón analítico de la agencia es transplantado, como proponen algunos, la CIA de antaño dejará de existir. La misión para la cual fue creada pudiera perderse. ¿Importaría? Podría importar enormemente. Se supone que estos civiles advierten a la Casa Blanca de las amenazas mortales provenientes de lejos, y desmantelar sus oficinas podría sólo dificultar más su trabajo ya difícil.

El problema mayor en opinión de funcionarios de la CIA y otras agencias de espionaje que prestaron servicio antes y después del 11 de septiembre es que la agencia ya no puede producir información de inteligencia estratégica. Ya no puede aconsejar al presidente sobre las formas más sensatas de usar la fuerza militar y diplomática. Su capacidad para ver hacia el horizonte se ha debilitado al grado de que sus miles de analistas no pueden ver más allá de donde terminan sus escritorios.

El gran panorama ha sido alterado por las últimas noticias. La información de inteligencia estratégica es el poder de conocer las intenciones de tus enemigos. Las últimas noticias son lo que sucedió anoche en Waziristán. Abrumados por las demandas de la Casa Blanca y el Pentágono de información instantánea, “los analistas de información de inteligencia terminan siendo la Wikipedia de Washington”, dijo en entrevista John McLaughlin, subdirector y director interino de la CIA de octubre de 2000 a septiembre de 2004.

Carl W. Ford Jr., secretario de estado asistente para espionaje e investigación de mayo de 2001 a octubre de 2003, argumenta que es peor que eso. “No hemos tenido información de inteligencia estratégica durante tanto tiempo que la mayoría de nuestros analistas no saben ya cómo hacerlo”, dijo.

“Cuando rutinariamente fallamos en producir el nuevo conocimiento que necesitan desesperadamente los formuladores de políticas”, añadió Ford, “pierden la confianza en nosotros. ¿Quién puede culparlos? Las suposiciones inteligentes no vale la pena decirlas”.

El general Michael V. Hayden va a tener que responder mucho cuando enfrente audiencias de confirmación en el Senado, a partir del jueves, sobre su nominación como siguiente jefe de la CIA. Mucho de su testimonio público pudiera dedicarse a preguntas sobre su papel en las operaciones de vigilancia interna como director de la Agencia de Seguridad Nacional. Pero el argumento realmente gira en torno de si quiere que la CIA sea vital para la seguridad nacional o meramente un servicio de apoyo para el Pentágono.

Hubo una vez durante la Guerra Fría en que la CIA pudo producir información de inteligencia estratégica. Contradijo las estimaciones ampliamente exageradas del Pentágono sobre el poderío militar soviético. Advirtió que la guerra en Vietnam no podía ser ganada por la fuerza militar. Ayudó a mantener fría la Guerra Fría.

“Se necesita tener una supervisión civil sobre las fuerzas militares en la sociedad estadounidense”, dijo Richard L. Russell, condecorado analista de la CIA que ahora imparte clases a diplomáticos y oficiales militares en la Universidad de la Defensa Nacional.

“Es saludable que el presidente tenga una segunda opinión sobre asuntos militares”.

Ahora los mismos legisladores que crearon el nuevo gigante burocrático que rige al espionaje estadounidense expresan nerviosismo por el hecho de que un general de cuatro estrellas asuma la dirección de la CIA. Temen que los analistas civiles terminen siendo personal militar.

Pero en realidad eso ya está sucediendo. La agencia se está convirtiendo en “una agencia de apoyo al combate en el campo de batalla”, dijo Russell. Los agentes de la CIA en Bagdad y en las oficinas centrales se han reducido a responder a preguntas tácticas diarias de los militares: ¿Qué tan resistente ese ese puente? ¿Qué tan ancha es esa carretera?

Esas no son las grandes preguntas estratégicas: ¿Cómo puede Estados Unidos drenar el pantano que engendra al terrorismo en vez de matar serpientes? ¿Cuáles son los ladrillos y el cemento para construir instituciones democráticas en estados no democráticos? Esos interrogantes no son respondidos. “La CIA se ha consumido tanto por la crisis actual que no puede anticipar la siguiente”, dijo Russell. “Se ha dividido en unidades tan pequeñas que se ha puesto anteojeras. Todos están viendo sus hojas de pasto y nadie está revisando el bosque”.

¿Cómo es posible que el imperio de 40 millones de dólares al año del espionaje estadounidense no pueda pensar con anticipación?

Empezó hace 20 años, cuando la CIA enfrentó a la cultura de CNN. Las noticias instantáneas engendraron análisis instantáneos y sofocaron el pensamiento profundo. “Varios funcionarios del espionaje han lamentado que la práctica de la información de inteligencia estratégica se haya erosionado” en “una naciente era de información de noticias instantáneas dispersas”, escribió el año pasado Douglas MacEachin, subdirector de espionaje de la CIA de 1993 a 1995.

Entonces, cuando la Unión Soviética empezó a desintegrarse, también lo hizo la experiencia de la agencia en el pensamiento de largo alcance. Durante una década a partir de 1987, partió un tercio de sus analistas. Los mejores se fueron primero; la pérdida de conocimiento y experiencia fue mayor que las meras cifras.

“Simplemente no tienen expertos importantes”, dijo Russell. “Nombre a cinco expertos de la CIA en algo. Yo no puedo hacerlo”.

La solución planteada por el Presidente George W. Bush después de su reelección fue incrementar las filas de la agencia en 50 por ciento. Y una serie de contrataciones no fue la respuesta para la falta de información de inteligencia estratégica, dijo Ford, quien tuvo puestos superiores en la CIA y el Pentágono durante una carrera de 38 años.

Sin cambios fundamentales en la forma en que la información de inteligencia de Estados Unidos es analizada y reportada, dijo Ford, “continuaremos produciendo la pila de información insustancial de 40,000 millones de dólares que nos ha hecho famosos”.

“Lo que no necesitamos es más dinero y gente, al menos no por ahora”, dijo. “Dennos 20,000 millones de dólares más al año y les daremos esa misma cantidad den información insustancial extra”.

Los analistas nunca ven 95 por ciento de la información de inteligencia que Estados Unidos reúne. McLaughlin, el ex subdirector de la CIA, propone permitírles verla inventando una especie de Google secreto; crearlo requeriría un esfuerzo del orden del Proyecto Manhattan, dijo, pero valdría la pena.

Ford estuvo de acuerdo: “¿Por qué gastar 40,000 millones de dólares anuales para almacenar datos en discos duros a los que los analistas no pueden acceder? Probablemente usamos 5 por ciento de los datos que recolectamos diariamente. Si echaramos mano del 15 por ciento revolucionaríamos la información de inteligencia”. Lo que sucede cuando la CIA no puede ofrecer el gran panorama quedó de manifiesto por la comisión presidencial sobre armas de destrucción masiva del año pasado. ¿Cómo se las ingenió la CIA para reportar falsamente que Irak tenía un programa de bombas nucleares, armas químicas, laboratorios de guerra biológica móviles y enormes arsenales de armas químicas?

Un gran problema fue la incapacidad para formular las preguntas correctas. ¿Cómo cambió el ejército iraquí en la última década? ¿Saddam Hussein quería hacer pensar erróneamente a sus enemigos externos e internos que tenía un arsenal mortal? Las respuestas correctas habrían revelado que no existía tal arsenal. Ese fue un fracaso del pensamiento estratégico y la información de inteligencia estratégica.

“No puedo creer que como nación seamos incapaces de hacer esto bien”, dijo Henry S. Rowen, miembro de la comisión sobre armas de destrucción masiva y ex alto funcionario del Pentágono y en el cuartel de la CIA. “Mucha de la información de inteligencia estratégica no es secreta. Está a la vista. Es mejor tener personas que comprendan la historia. En vez de ello, se han dejado absorber por el negocio de la información de inteligencia instantánea, que es mortal. Es mortal saber lo que está ocurriendo”.

El problema realmente es cuestión de vida o muerte: La guerra es el fracaso final de la información de inteligencia. “Pensamos que el espionaje es importante para ganar guerras”, dijo David Kay, a quien la CIA envió en una misión inútil por encontrar las armas de destrucción masiva en Irak. “Lo que el espionaje realmente hace cuando funciona bien es ayudar a evitar guerras”.

Expresión de nerviosismo

Ahora los mismos legisladores que crearon el nuevo gigante burocrático que rige al espionaje estadounidense expresan nerviosismo por el hecho de que un general de cuatro estrellas asuma la dirección de la CIA. Temen que los analistas civiles terminen siendo personal militar.

Pero en realidad eso ya está sucediendo. La agencia se está convirtiendo en “una agencia de apoyo al combate en el campo de batalla”, dijo Russell. Los agentes de la CIA en Bagdad y en las oficinas centrales se han reducido a responder a preguntas tácticas diarias de los militares: ¿Qué tan resistente ese ese puente? ¿Qué tan ancha es esa carretera?

Esas no son las grandes preguntas estratégicas: ¿Cómo puede Estados Unidos drenar el pantano que engendra al terrorismo en vez de matar serpientes? ¿Cuáles son los ladrillos y el cemento para construir instituciones democráticas en estados no democráticos? Esos interrogantes no son respondidos. “La CIA se ha consumido tanto por la crisis actual que no puede anticipar la siguiente”, dijo Russell. “Se ha dividido en unidades tan pequeñas que se ha puesto anteojeras. Todos están viendo sus hojas de pasto y nadie está revisando el bosque”.

¿Cómo es posible que el imperio de 40 millones de dólares al año del espionaje estadounidense no pueda pensar con anticipación?

Empezó hace 20 años, cuando la CIA enfrentó a la cultura de CNN. Las noticias instantáneas engendraron análisis instantáneos y sofocaron el pensamiento profundo. “Varios funcionarios del espionaje han lamentado que la práctica de la información de inteligencia estratégica se haya erosionado” en “una naciente era de información de noticias instantáneas dispersas”, escribió el año pasado Douglas MacEachin, subdirector de espionaje de la CIA de 1993 a 1995.

Entonces, cuando la Unión Soviética empezó a desintegrarse, también lo hizo la experiencia de la agencia en el pensamiento de largo alcance. Durante una década a partir de 1987, partió un tercio de sus analistas. Los mejores se fueron primero; la pérdida de conocimiento y experiencia fue mayor que las meras cifras.

“Simplemente no tienen expertos importantes”, dijo Russell. “Nombre a cinco expertos de la CIA en algo. Yo no puedo hacerlo”. La solución planteada por el Presidente George W. Bush después de su reelección fue incrementar las filas de la agencia en 50 por ciento. Y una serie de contrataciones no fue la respuesta para la falta de información de inteligencia estratégica, dijo Ford, quien tuvo puestos superiores en la CIA y el Pentágono durante una carrera de 38 años.

Sin cambios fundamentales en la forma en que la información de inteligencia de Estados Unidos es analizada y reportada, dijo Ford, “continuaremos produciendo la pila de información insustancial de 40,000 millones de dólares que nos ha hecho famosos”.

“Lo que no necesitamos es más dinero y gente, al menos no por ahora”, dijo. “Dennos 20,000 millones de dólares más al año y les daremos esa misma cantidad den información insustancial extra”.

Los analistas nunca ven 95 por ciento de la información de inteligencia que Estados Unidos reúne. McLaughlin, el ex subdirector de la CIA, propone permitírles verla inventando una especie de Google secreto; crearlo requeriría un esfuerzo del orden del Proyecto Manhattan, dijo, pero valdría la pena.

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