«The Price of Sugar»

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SAMUEL SANTANA
Laura Lloyd es una periodista independiente de Kansas City, Missouri, quien se ha interesado por los trabajos del cineasta Hill Haney.

Ella sostiene que Haney es un antiguo empresario y un devoto católico que pasó la mayor parte de su niñez en un monasterio. Lo cita cuando dice que su padre impartió doctrina en una abadía en Rhode Island por lo que creció en medio de muchos sacerdotes, muchos de los cuales eran grandes humanistas e «individuos complicados que buscaban mejorar la condición del mundo de una forma u otra».

Precisamente, el Diario Católico Nacional le publicó recientemente un trabajo a esta comunicadora ligado a la República Dominicana.

Dentro de los proyectos fílmicos de Haney, Lloyd trata de que la sociedad norteamericana presente mucha atención al documental «El precio del azúcar».

«Poco podría conocer la gente en este país sobre el triste cuadro de los haitianos en la Hispaniola si no ven este trabajo».

El triste cuadro del que habla es de supuestos paupérrimos trabajadores haitianos, muchos de ellos niños, cultivando la caña que se «convertirá en la azúcar refinada que endulza el café de los norteamericanos».

Ella habla de que se le niega atención médica, falta de alimentación adecuada y que al prohibírseles salir de sus barracas, viven encerrados dentro de un «Estado casi esclavista».

El trabajo de la periodista presenta fotos de hombres armados que vigilan el movimiento de los haitianos en los cortes de caña. Ella pone un énfasis fuerte contra la familia Vicini, a quien califica de ser poseedora de un gran poder.

Cuando habla del padre Christopher Hartley, por quien Haney tiene una gran admiración, dice que se trata de un hombre que creció en el seno de una familia acaudalada y haciendo obra social junto a la Madre Teresa.

«Cuando llegó a la República Dominicana lo que hizo fue preocuparse y sacrificarse por los pobres».

De una manera tajante afirma que el sacerdote empezó alimentando a los haitianos, pero que decidió asumir una posición de mayor envergadura: «develar las intimidades de la familia Vicini…, cuyos ojos se cierran ante el trabajo de los niños haitianos y ante la inseguridad en que viven estos obreros negros».

Según entiende, los haitianos llegan libremente a este país en busca de mejor vida y atraídos por la noticias de buenos salarios y de las plantaciones cañeras.

«Sin embargo, ellos se encuentran con otra realidad, donde se les niegan los mismos derechos que tienen los trabajadores dominicanos y donde son explotados como inmigrantes ilegales».

Pero se trata de una explotación con ramificaciones fuertes, puesto que «los Vicini, al igual que otros grandes empresarios del azúcar, hacen contribuciones políticas en Estados Unidos».

Los comentarios que hace la periodista Lloyd, basados en el documental, son sumamente fuertes.

Sin lugar a dudas que se trata de una campaña bien orquestada por sectores que tratan de sacar algún provecho a esta situación.

Lo primero a plantear es que República Dominicana está cargando muy pesado con esta migración haitiana. Los haitianos que llegan a nuestro territorio no tienen ni las mismas condiciones ni las mismas actitudes de otros tiempos.

Sólo vasta con dar una mirada ordinaria a las calles de nuestra capital, de nuestros pueblos y campos para ver que estos inmigrantes se han integrado a la vida económica de la nación en un nivel hasta competitivo para los mismos dominicanos.

El haitiano que todos conocimos en décadas pasadas, con un saquito a cuesta y un azadón y machete en mano, dista mucho del que hoy se desplaza libremente por esas calles vendiendo jugos, dulces, tarjetas telefónicas, frutas y ropas.

Los hay que han alcanzado el estatus que les permite andar en motores, passolas y autos con buena ropa y exhibiendo buenos aparatos inalámbricos para la comunicación permanente con sus familiares en Haití.

Los fines de semanas los encuentra en los colmadones bebiendo cervezas, ron y en una francachela desbordante.

Da pena que al Estado dominicano se le mantenga una campaña tan negativa con el tema de los haitianos, cuando, en cambio, está cargando tan pesado con esta migración incontrolable y amenazante.

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