Bogotá. El rock restalló hoy en Bogotá, donde The Rolling Stones en su primera visita al país arrancaron un contundente “Olé” de las gargantas de unos aficionados para quienes conocer el programa repetido durante décadas no es óbice para sentirse en una noche épica.
Desde el minuto uno, esos aficionados saltaron, gritaron, bailaron e incluso lloraron con la piel de gallina cuando Mick Jagger, a sus 72 años, mostró que su garganta sigue en forma y el rock le ha mantenido joven. Jagger hizo su “show”, que no por conocido fue menos espectacular, y se metió al público en el bolsillo con su buen español con giros colombianos.
“Hola, Colombia” y “Hola, rolos”, este último un colombianismo para los bogotanos, fueron sus saludos, respondidos con una ovación retumbante en el estadio Nemesio Camacho “El Campín” al que acudieron unas 42.000 personas. “Jumping jack flash” abrió una noche que siguió con la infaltable “I know that is only rock and roll (but I like it)». “El grupo ha ayudado durante muchos años a la economía colombiana -pausa dramática, risas en el público-, Ronnie (Wood) todavía consume ocho cafés colombianos diarios”, completó Jagger entre las carcajadas de los asistentes.
El humor y la música de los Stones hicieron olvidar las grandes dificultades que tuvieron que sortear quienes llenaron el estadio, debido a una deficiente organización del concierto en una noche precedida por una tormenta que cayó sobre la ciudad. Ya en la tarima, los cuatro veteranos británicos deleitaron al público con “Dead Flowers». Después llegó una de las grandes sorpresas, ya que presentaron a su “parcero” (socio), el cantautor Juanes, con quien tocaron “Beast of Burden».
El músico colombiano se mostró a la altura del reto y fue contundente cuando dijo el estribillo “never a beast of burden». “If you start me up, If you start me up I’ll never stop” (si tu me enciendes, si tú me enciendes nunca me detendré), proclamó por su parte el veterano rockero al comenzar. Las gargantas de los bogotanos le respondieron con devoción y se mantuvieron encendidas durante las siguientes dos horas de música, en las que se condensaron más de medio siglo de rock, transgresión, excesos y rupturismo de todas las formalidades.