Théodore Chassériau, de regreso a su tierra natal, llegó a Santo Domingo

Théodore Chassériau, de regreso a su tierra natal, llegó a Santo Domingo

Medio siglo atrás, había que ser un investigador acucioso y apasionado como Emilio Rodríguez Demorizi para ir a indagar en el Quai d’Orsay datos concernientes a la historia de Théodore Chassériau.

Usualmente el nombre y una mención escueta de Théodore Chassériau figuran en las historias del arte dominicano, y las publicaciones casi descartaban a aquel pintor francés, nacido en 1819, en El Limón, cerca de Samaná, de una madre que también nació y se casó en El Limón.

Sin embargo, por el “jus soli”, Théodore Chassériau pertenece a la tierra dominicana, entonces Saint-Domingue. Luego, los museos de la República Dominicana no tienen ni han tenido obras originales de Théodore Chassériau. El Museo Nacional exponía una pintura, que tenía el solo mérito de la referencia. No se había pensado concretamente en una exposición de Théodore Chassériau, con préstamos de instituciones museográficas del exterior. Solamente quienes viajaban al exterior y principalmente a París, descubrían encantados – si no orgullosos- la obra original.

Ahora bien, en los últimos 25 años, se diseñó un movimiento que permitía vislumbrar el proyecto de una exposición de Chassériau o al menos la presentación de una obra en el marco de la Embajada de Francia. El despertar del interés, provocado por una modesta aparición de reproducciones, podía augurar otra exposición, ésta de obras originales, siempre que las condiciones, requeridas por las instituciones prestatarias francesas –una solicitud reiterada–, estuviesen reunidas. Afortunadamente, los recursos museográficos de la República Dominicana avanzaron, crecieron y se multiplicaron entre restauración de monumentos coloniales e imponentes construcciones nuevas.

Los permisos

Poco antes de que se celebrase la gran retrospectiva en la capital francesa, Guillermo Piña Contreras, escritor, investigador y embajador dominicano en París, comenzó a gestionar el préstamo de un cuadro de Théodore Chassériau, pensando en el autorretrato de juventud. Su misión terminó antes de que pudiese materializar ese objetivo.

En marzo de 2002 se celebró un coloquio sobre Théodore Chassériau en el Museo del Louvre, siendo uno de los organizadores Louis-Antoine Prat, el gran especialista de sus dibujos. En el mismo boletín de prensa se anunciaba la famosa retrospectiva: “Théodore Chassériau, un autre romantisme”, que se presentaría sucesivamente en las Galerías del Grand Palais en París, en el Museo de Bellas Artes de Estrasburgo y en el Metropolitan Museum de Nueva York –el más cercano y familiar de los tres lugares para los dominicanos-. No cabía duda de que esta espléndida e inolvidable exposición, la cual, desde la entrada, subrayaba los orígenes antillanos del artista, tendría una incidencia sobre el “retorno” del pintor a la tierra que lo vio nacer. El momento había llegado para que, al fin, el mito Chassériau se volviese realidad.

Durante la exposición en París, el agregado cultural dominicano, Silvano Lora, dictó en el mismo Grand Palais una conferencia, “Chassériau y la identidad”. El texto del intelectual y artista vibraba de entusiasmo, devolviendo a Chassériau a sus orígenes, ampliando los hechos históricos y su investigación hasta una reflexión sobre “la identidad, la raza y el concepto de nación”; Silvano se hubiera involucrado plenamente en el proyecto, pero estaba muy gravemente enfermo, y el destino, sesgando pronto sus días, frustró una de sus más caras aspiraciones.

Un proyecto se desarrolla

Desde entonces, se inicia un largo proceso hacia la realización de la exposición “Chassériau, Obras sobre Papel”. El proyecto jamás dejó de progresar, pero su complejidad así como la pluralidad de los asuntos a atender ayudaron a comprender por qué se había esperado tanto tiempo. La Embajada de Francia en Santo Domingo, que por cierto había designado una de sus salas con el nombre de Théodore Chassériau, se comprometió con entusiasmo y participó decisivamente en la organización, planificación y programación del evento.

El embajador Jean-Claude Moyret fue, en todo momento, la piedra angular de los preparativos y avances, por su respaldo, consejos e intervenciones. El apoyo de Françoise Viatte, que, en el curso de un viaje personal al país, pudo comprobar la calidad de las instituciones destinadas a recibir las obras de Chassériau, ha contribuido inmensamente a la aprobación del préstamo de dibujos, que nunca habían salido del Louvre desde su donación.

Ha sido para todos nosotros una experiencia maravillosa, donde el rigor y el método se aliaron a la cooperación permanente, y cualquier texto debería citar a los especialistas que hicieron a la futura exposición el aporte de su capacidad y su compenetración. La Biblioteca Nacional de Francia, primera institución en ser contactada desde la época de los premisos, manifestó tanto interés como generosidad.

Si en París se celebraron las reuniones determinantes –recordamos con qué fervor Louis-Antoine Prat, comisario para el Louvre, se adhirió al proyecto, seleccionó los dibujos y los enseñó orgullosamente–, sin olvidar aquella sesión de la comisión de la Reunión de Museos Nacionales aprobando el préstamo. En Santo Domingo y en Santiago citas y diálogos fueron incontables. El Centro León –reconocido desde antes de su apertura– y el Museo de Arte Moderno, instituciones dominicanas privilegiadas para la exposición, sometieron muy detalladas informaciones, luego se entregaron a la programación y a los pormenores del evento.

El “dossier Chassériau” hoy consta de volúmenes, alimentados por los asuntos de cuestionarios y respuestas, transporte nacional e internacional, estudios presupuestales, seguros y formalidades, planificación y programa, publicaciones y catálogo, propuestas y consultas. Se trabajó diariamente a la vez en conjunto y separadamente con el Museo del Louvre y la Biblioteca Nacional de Francia, según sus normas respectivas. Una sombra de tristeza, imborrable, fue la trágica desaparición de Sylviane Dailleau en el accidente de Charm-El-Cheik.

La máxima cordialidad y eficiencia ha reinado siempre, con un diálogo nutrido y permanente, en las relaciones entre el Louvre, la Biblioteca Nacional de Francia por una parte,  y  organismos y centros dominicanos.

Las dos etapas

Ahora bien, demostrando la importancia que tenía esta exposición, calificada de Santiago a Santo Domingo como “el acontecimiento cultural del año”, se ha sumado la contribución de los mecenas, una tradición dominicana que a menudo condiciona el paso de intención a realidad, y aquí contribuyó grandemente a que se pudiese realizar la exposición con un nivel digno del artista presentado y de las instituciones prestatarias.

Gracias a esta colección de 30 dibujos y 30 grabados expuestos en el Centro León y en el Museo de Arte Moderno, Théodore Chassériau ha vuelto a nacer en su tierra natal y la de su madre, a este país del Caribe donde, en varias islas de la región, el padre hizo carrera. Asistimos con regocijo a un renacer del artista, cuyo perfil trazado por un ensayista francés destaca a “este joven pintor y grabador, nacido en Santa Bárbara de Samaná (Saint-Domingue), donde su padre era cónsul. Su madre es criolla y él guardará siempre la nostalgia del trópico.”

Hoy en Santo Domingo

Chassériau, de regreso a su tierra natal, llegó a Santo Domingo, después de un mes en el Centro León de Santiago, visitado por millares de personas. Del 14 de julio al 20 de agosto, es en el Museo de Arte Moderno, en la Plaza de la Cultura, donde tenemos la oportunidad de ver por primera…o segunda vez, dibujos y grabados.

Si es una segunda vez, tenemos sin embargo la impresión de una exposición distinta, a partir del concepto –Chassériau y el Romanticismo, no sólo europeo sino latinoamericano- y de la museografía. La introducción, que imbrica la historia del arte y los datos biográficos del pintor, desplegados en la primera planta, nos lleva hasta la sala de exposiciones más preciada del Museo, que atesora las pequeñas obras maestras.

Su superficie relativamente modesta le confiere una dimensión de intimidad, de “gabinete”, según solían llamar las secciones de dibujos y de grabados en colecciones y dibujos. Nos parece una evocación a recordar, vinculando el pasado y el presente. Una solución ingeniosa ha sido aportada por el museógrafo y arquitecto Manuel Blanco y la arquitecta Ninoska Nova, mediante paneles que se convierten a tabiques elegantes, de atractiva curvatura. El revestimiento de madera les da nobleza y calidez, aparte de llenar los severos requisitos ambientales de montaje de los dibujos. Hay un juego de líneas y materiales, de curvas y de rectas, de paralelas y perpendiculares. Una geometría sensible se dispuso para acoger a Théodore Chassériau.

En el Museo de Arte Moderno, dibujos y grabados de Chassériau ocupan sus propios espacios, determinados por los temas –retratos, orientalismo, caballos, bocetos de murales, desnudos, paisajes, serie de Otelo- pero también se han definido puntos de encuentro, que nos permiten apreciar afinidades y diferencias, según se trate de un dibujo a lápiz o tinta, de agua –fuerte o litografía–. Ciertamente, los grabados de Otelo demandan ser mirados dos veces para analizar su correlación con el drama de Shakespeare, para valorar los “estados” sucesivos de una misma plancha.

El dominio de la anatomía humana como equina, maravilla a los estetas exigentes. La diversidad y extrema calidad del trazo, la agudeza y sutileza de la expresión  psicológica, la virtuosidad en el uso de los medios, la modernidad… de la fluidez gráfica, constituyen otras virtudes. Y un lirismo, definitorio del romanticismo y su época, envuelve, con gracia y refinamiento sugestivo, la sabiduría del dibujante aguerrido.

Esperamos que todos los estudiantes de Bellas Artes aprovechen esta oportunidad de contemplar la máxima pureza del dibujo y  la exquisitez técnica de grandes grabados. Un enriquecimiento personal, cultural y profesional.

  un magnÍfico catÁlogoEl catálogo de la exposición “Theodore Chassériau : Obras sobre Papel”, que consta de 176 páginas, es un volumen de colección. Impecable en su maqueta, de impresión inmejorable, reproduce todas las obras expuestas, y además decenas de obras de referencia, permitiendo que el lector disponga de una verdadera antología de la producción gráfica y pictórica de Théodore Chassériau.

Dibujos y grabados están tratados en un estricto plan de igualdad artística, empezando por la portada, de diseño a la vez clásico, sencillo e ingenioso.

En edición bilingüe francés-español,  el libro incluye ensayos de Louis-Antoine Prat, Claude Bouret, Bernardo Vega, entre otros, aparte de notas explicativas acerca de cada una de las obras, y de breves textos de altas personalidades francesas y dominicanas.

Lo consideramos un documento esencial de historia del arte, indispensable en cualquier biblioteca –personal, institucional o pública–, que demuestra también el  extraordinario avance de la edición dominicana.

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