Una excepcional exposición de dibujos originales de Théodore Chassériau será presentada en el Centro León en junio, y posteriormente trasladada al Museo de Arte Moderno en julio, gracias a las gestiones realizadas por la Embajada de Francia y otras instituciones como el Centro Leónn y el BHD, que hacen posible, por primera vez, la exhibición de 30 dibujos y 30 grabados originales prestados por el museo del Louvre y la Biblioteca Nacional de Francia, permitiendo así, en algún sentido, el retorno del artista nacido en nuestra isla el 20 de septiembre de 1819, en el lugar llamado El Limón, en la Península de Samaná.
Los padres de Théodore Chassériau, Magdeleine y Benoit Chassériau de origen francés, se trasladarían a Francia en 1820, producto de las adversas condiciones político sociales y del peligro predominante en el entonces Saint Domingue.
En París, quedaría Théodore Chassériau al cuidado de su hermano mayor, quien procuraría la formación que junto a su precocidad y su espíritu distintivo, complementarían la exótica personalidad del artista, quien bien representa al hombre de arte aristócrata que se abriría paso dentro de un movimiento acorde con su sensibilidad, el romanticismo.
[b]Aproximación al perfil de su obra[/b]
Dos cosas permiten al hombre alcanzar la inmortalidad: Una magnífica existencia respaldada en la producción y el reconocimiento de sus congéneres. Ambas condiciones definen la trayectoria de Chassériau, el más querido de los discípulos de Ingres, quien le llamó El Napoleón de la Pintura, y ferviente admirador de Delacroix.
Aunque Romanticismo y Neoclasicismo fueron opuestos filosóficos, eran los estilos europeos dominantes entonces, y ambos afectaron a muchos artistas en mayor o menor grado. Las obras de Théodore Chassériau demuestran haberse impregnado de lo necesario para la exploración del declinante entusiasmo clásico y el romanticismo provocando un equilibrio brillante entre lo sorprendente y auténtico. Como resultado de la conciliación de ambos estilos Chassériau logró un trabajo intelectual romántico usando un estilo visual en algunos casos neoclásico.
El contexto del romanticismo reclama de Chassériau las mejores herramientas del joven artista, su sensibilidad y afanada disciplina, que le colocarían en los límites más próximos de la perfección. Estas condiciones, junto a un instinto modelado, permiten en Chassériau el desarrollo del espíritu romántico que desborda ante la predilección de la exaltación de lo exótico, a favor de lo natural y que al mismo tiempo inspira profundos sentimientos.
La construcción del discurso visual en las obras de Chassériau refiere a un dominio de particular semántica en el mundo de lo visible y lo sensible de manera tan obvia que casi preexiste una veladura de misterio que hace las relaciones internas de la obra ante su contexto de plural comprensión.
El contenido de su obra trasciende al propio acontecimiento, posee una carga sintáctica fuerte que induce a motivos emocionales profundos, de valores a veces no tan fácilmente reconocibles, siendo esta condición psicológica lo que eleva su producción a una condición idealista, en tanto que el receptor, al tener contacto con la obra se permite vivenciar el contenido representado e interpretado.
No obstante el magistral manejo del color y la luz, estas parecen no ser prioritarias, más bien lo serán la afanosa composición, la formalidad estructural de la obra y el tema. Implica que la característica básica de su pintura va dirigida al significado más profundo del enunciado artístico, por ello se torna necesaria la contemplación del contexto, es decir, la globalidad de la obra.
En Chasséraiu el color organiza el espacio, cromatiza los sentidos.
A través del estudio de sus imagenes, de la composición y de la integracion de los elementos de la obra, él evoca el efecto sicológico del escape de un mundo en conflito para asumir el sismo del romantisismo, que fue el estilo francés que reinó hasta la revolución de febrero de 1848.
En relación al estudio de los bocetos, la percepción naturalista que el artista emplea, ayuda a considerar la ambigueda particular expresada en una actitud general que adopta al fundir dos estilo, pero también que suele ser adoptada por el arte naturalista ante la realidad. El registro detallado de todo cuanto ambienta su obra, ante aquello que es construido por el artista (con todos sus aspectos y configuraciones accidentales), puede indicar una diestra habilidad de coherencia o sintaxis en la elaboración del discurso visual ampliando las dimenciones de significados hacia el receptor. Una simple asociación entre la aptitud para el dibujo y su función cognitiva, demuestra que dibujar con talento ante la representación o interpretación del objeto no es en absoluto una tarea mecanisista.
Por otro lado, la riqueza de los detalles pone de manifiesto la importancia de la observación, los indicios de investigación y la propia imaginación del artista.
Un aspecto muy particular, y que se debe destacar en la obra de Théodore Chassériau es la libertad de precisión en sus composiciones, que obliga al espectador a un recorrido premeditado, al tiempo que se admite como natural, de la obra.
A través de componentes preceptuales simboliza el tema psicológico de la obra, por reflexión visual directa, que puede descubrirse incluso en el carácter manifiesto de sus estudios o bocetos. Esto acentúa el sentido práctico de la obra, mientras queda expuesta, nueva vez, la avidez de perfección y participación social, ya que establece a través de ello relaciones internas externas de la obra y su contexto.
Desde el punto de vista sicológico, el boceto deber ser entendido como el registro gráfico más concreto de la abstraccion del pensamiento por el artista. Las lineas o pinceladas que los artistas trazan rápidamente, con cualquier instrumento que sirva a sus fines van dirigidas a propiedades externas, fugaces que muchas veces solo encajan en la realidad del artista. Debido a esto en ocasiones, se dificulta su valoracion, pero en Chasseriau en carácter funcional y práctico de sus modelos (reflejado en la fluidez de las líneas y su valoración, en los contornos, superficies y volúmenes casi tangibles) indican la necesidad de una expresión visual tan ardua y sincera como la de la realidad que la inspira.
En sus estudios de dibujos, Chassériau estrecha la separación existente entre el mundo observable y el perceptible, aquel que el individuo construye en la búsqueda de la funcionalidad que trasciende al encanto estético, pero también se ocupa de añadir aquellas experiencias sensoriales en la que se basa la conciencia humana para evocar los preceptos a los que la tradición los ha ligado.
La temprana partida de Chassériau privó a la posteridad de un maestro, pues sin duda alguna la trascendencia de este ANapoleón de la pintura@ hubiese logrado conquistas inimaginables tal y como lo presagiara su propio maestro Ingres al concederle tal estigma.