Thimo Pimentel personalidad única en el arte dominicano

Thimo Pimentel personalidad única en el arte dominicano

Marianne de Tolentino

El otorgamiento del Premio Nacional de Artes Plásticas es un motivo de alegría, porque distingue a un artista magistral, de incuestionable trayectoria y dedicación, generalmente por más de 50 años. Sin embargo, el factor de una persistencia exitosa no significa lo más importante, sino el alcance de una obra que se eleva hasta las máximas cualidades y resonancias.
Casi siempre la pintura es la gran categoría de ese supremo galardón, y no lo podemos objetar por su hegemonía en nuestra historia del arte. Ahora bien, el Premio del 2016 se ha caracterizado por una apertura a otras opciones en la excelencia artística, y, si es cierto que Thimo Pimentel, el “elegido” de este año, domina la pintura, su talento sobrepasa una entrega exclusiva. La producción es inmensa: en su caso no se puede hablar de una obra sino de obras, de varias especialidades, de múltiples oficios, increíblemente triunfantes –cada uno– en sus manifestaciones y resultados. Aparte del talento, hay una razón determinante: en todas sus acciones artísticas él se ha comprometido.
Nos parece que, en este aspecto y en otros –el maestro posee un temperamento y una personalidad fuera de lo común– él se sitúa como el premiado más original o atípico desde que se instituyó el premio. Solamente una propuesta plural sería la correcta para definir su polivalencia…
Thimo Pimentel ha estado conjugando, de modo sobresaliente, las actividades no solo de ceramista –motivación mayor de su premiación– sino de educador, investigador, museólogo, dibujante, fotógrafo, atleta, reportero, editor, artista gráfico, animador, emprendedor, gestor cultural, iniciándose en los estudios profesionales y los servicios sociales con la medicina…
Sí, Thimo Pimentel ha ejercido la medicina durante más de dos décadas como especialista en dermatología, de la práctica diaria a la cátedra universitaria. Ya, por la definición secular del médico, él era un “hombre del arte”.
Artista fogoso y arte del fuego. Si esta primera formación profesional como médico le pidió varios años, Thimo Pimentel buscó y recibió otras enseñanzas que correspondieron a sus vocaciones artísticas –posteriores o simultáneas–. La improvisación, pura y simple, no le interesa.
Sobresalió un verdadero aprendizaje con el incomparable Paul Giudicelli –nuestro primer artista contemporáneo–, y una influencia ética indiscutible. Entre dibujo y pigmentos, terracota y arte del fuego, había empezado a surgir, pronto premiado, un “genio creador polifacético”, según calificaron, enfática pero justamente, a Thimo Pimentel. No obstante, cabe señalar que su formación de ceramista continuó luego, a nivel internacional, con profesores de diferentes procedencias, de elevada calificación y distintas especialidades, hasta pasar cuatro años en la Escuela –universitaria– de Cerámica de Moncloa.
Ese rigor y perseverancia nos permite comprender que él pueda elaborar tanto magníficos murales, extensos y de composición compleja, como piezas pequeñas y humildes. Thimo, el impredecible, aprendió sistemáticamente sus particularidades, nunca cedió a la facilidad, buscando lo difícil como una actitud ante la vida…
Él es aquí el mayor especialista en raku como arte puro y autónomo, con una técnica implacable de cocción a muy alta temperatura: sus placas en arcilla refractaria son incomparables. Es así un hombre de hoy que se sumerge en el arte milenario de los pobladores indios y orientales, –taínos y mayas o japoneses y coreanos–. Sus piezas aúnan la historia y la estética, la materia y la elaboración, la belleza de la superficie integrando dibujo inciso y colorido casi monocromo. Estamos pensando en las piezas circulares, de un amarillento virando hacia un ocre “tabaquero” que Thimo Pimentel presentó recientemente en la estupenda colectiva “Espacio cerámico I”. El espacio no nos deja abundar en tanta riqueza creativa, pero queremos mencionar cómo Thimo ha combinado cerámica y juego, en su “Arte furtivo”, con sus cilindros, corazones y perritos mudos. Son sus “poke-mongos”… según dice irónicamente, y él los puso a “circular” antes de los obsesivos pokemones virtuales, agregando a la intriga metas de educación, de apreciación e incluso de ética.
El gestor y empresario cultural. Thimo Pimentel se maneja también como un competente gestor cultural, desde centros de arte hasta fundaciones, de galerías a museos sobre… y debajo del agua –es su vertiente ecológica–. Quien lo ve tan apasionado, a la vez abierto y secreto, inmerso en proyectos futuros, podría no percibir en él un organizador… y sin embargo ha demostrado una capacidad de organización inusual, sabiendo aun conseguir a colaboradores eficientes.
Tal vez en ese campo su máximo e insuperable mérito fue el de llevar a cabo la magna exposición internacional, el Elit-Tile, consiguiendo la participación planetaria de más de cien países, en cinco ediciones consecutivas. Thimo confirma la índole excepcional de esta hazaña: “Elit-Tile no es un concurso, no es un evento más, es la más importante y abarcadora convocatoria internacional de tile cerámico, siendo el único evento de su clase en el mundo”.
Sin embargo, no se sabe si habrá una sexta edición, y, ante ese reconocimiento mundial, hay una responsabilidad pública: los organismos estatales habrían de aportar recursos cuando se trata de hechos comprobados “que contribuyen al enriquecimiento humano y espiritual de los pueblos” (T. P.)
Thimo Pimentel ha demostrado que se puede sobresalir en ciencia y en arte, ser polifacético y brillante en distintas disciplinas, contribuir –a partir de una acción internacional y una realización personal– a la recuperación de un arte aquí aparentemente en declive, y que logra preservar una completa independencia y habría mucho más que decir de ese creador humanista cimero.
Más aun, que se le haya adjudicado el Premio Nacional de Artes Plásticas abre la vía a una ampliación sugerida del premio a las artes visuales en general.

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