Thomas Mann: la conciencia

Thomas Mann: la conciencia

La obra de este escritor es tan importante que en muchas ocasiones se le ha llamado la conciencia literaria de la contemporaneidad alemana y su novela “La montaña mágica”,  junto con “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes y Saavedra y el “Ulises” de James Joyce forma parte, en opinión de Roberto Bussero, de “la tríada que un ser humano occidental no debe morir sin haber leído”.

Al igual que su hermano, Heinrich Thomas Mann nació en Lübeck pero moriría, casi bordeando los ochenta años, en una localidad cercana a Zürich, 12 de agosto de 1955.

A la edad de 19 años, Thomas Mann publica su primera obra literaria, una novela corta que apareció en una revista alemana. A partir de ese instante se dedicaría de cuerpo entero y a horario completo, a la literatura.

Desde los inicios de su prestigiosa carrera, conocería el beneplácito de los lectores, con la aparición de obras como Los Buddenbrook, la historia de una familia alemana —en parte su propia familia— que se desmorona al no poder la descendencia masculina  mantener el prestigio empresarial, por haberle dedicado más interés a los asuntos del arte. Esta novela que comienza con una fiesta llena de fasto y boato, termina con una reunión de mujeres, hastiadas y solitarias. Una alegoría de lo que es la propia novela, la ofrece Mann cuando al último de los Buddenbrook masculino, antes de morir de tifus, un amigo le lee “La caída de la casa Usher” de Edgar Allan Poe.

Paralelamente con esta novela, cuya primera aparición data de 1901, las otras obras que darían a conocer a Thomas Mann, serían textos de corto aliento, como “Tonio Kröger” (1903) y “Muerte en Venecia” (1912). Tonio Kröger es un boceto de la indiferencia con que la vida mira el arte y “de la pasión  a distancia con que el artista mira a la vida”. Muerte en Venecia es una noveleta mucho más conocida que la anterior, tal vez por la proyección que le diera el haber sido llevada al cine por Luchino Visconti, con la presencia de actores de la envergadura de Dick Bogarde y Silvana Mangano. Desde el punto de vista literario, la novela no se demerita con la versión cinematográfica : Gustave von Aschenbach, personaje de Muerte en Venecia, es un viejo escritor (en la película es un músico) que vive insatisfecho tanto con su obra, como con su vida. Aunque sueña con paisajes y tierras selváticas, se va de viaje a la civilizada Venecia  a descansar y descontaminarse espiritualmente, pero prontamente descubrirá que esa ciudad coincide con sus sueños y aspiraciones, simbolizados en la presencia de Tadzio, un adolescente polaco que enciende con su belleza, ocultas pasiones en el pecho de Aschenbach. El tigre de los sueños del anciano, aparece simbólicamente en medio de la pesadilla, que es la epidemia de cólera que azota aquella ciudad lacustre. Al gran absoluto de la belleza, que es la búsqueda insaciable del escritor, la realidad le opone al absoluto de la Muerte que es la que finalmente se impone, porque la belleza, aunque no se quiera aceptar, es un valor relativo que se descompone con el tiempo, pero nada descompone a la Muerte, sino la muerte misma.

La montaña mágica es una realidad repleta de simbolismos. La tesis que plantea es el mundo de arriba (o de los de arriba) que se enfrenta al mundo de abajo (o de los que están abajo). Esta es un novela monumental, casi monstruosa por su dimensión: casi mil páginas (dependiendo de la edición), y que tiene esta obra mucho de biográfico, pues se sabe que en 1912 la esposa de Mann, Katia Pringsheim, es internada durante año y medio en un sanatorio suizo ubicado en lo alto de una montaña, aquejada de tuberculosis. Doce años le llevaría a Mann escribir esta novela sobre “el mundo de arriba”, pero la posteridad ha demostrado que todo aquel tiempo fue eficazmente empleado.

El personaje de Hans Castorp, se ha repetido hasta la saciedad, es una especie de  alter ego del autor de la novela. Éste visita a un primo enfermo que está interno en el sanatorio Berghof, de Davos Platz, pero una serie de síntomas y malestares lo llevan a permanecer allí siete años. Es lo mismo que le sucedió a Thomas Mann cuando llevó a su esposa al sanatorio suizo, sólo que él, ante la insistencia de uno de los médicos para que se quedara un tiempo más para un chequeo médico, decide todo lo contrario y se aleja del lugar, de aquella montaña que en cierto modo es mágica, porque ejerce sobre las personas que la visitan, una especie de atracción fatal.

Una novela  menos comentada es Carlota en Weimar. En ella se narra el encuentro imaginario, en su venerable ancianidad, de Goethe y la mujer que le inspiró Las cuitas del joven Werther, Charlotte Buff.

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