Tiberio Castellanos
Después de combatir a Trujillo lo único que hizo fue trabajar

Tiberio Castellanos <BR><STRONG>Después de combatir a Trujillo lo único que hizo fue trabajar</STRONG>

POR ÁNGELA PEÑA 
De entre tantos militantes antitrujillistas que tenía la Juventud Democrática durante la dictadura, se celebró un juicio en el que el único condenado fue José Tiberio Castellanos Vargas, luego de haber sido golpeado y apresado en La Vega, a finales de 1946.

El versátil comunicador, poeta, locutor, político, promotor cultural, reconocido por la iniciativa de sus campañas a favor de la clase artística y por la igualdad social, continúa el relato de ese trayecto de su vida contando con envidiable lucidez pormenores, lugares, nombres, pese a su edad octogenaria.

Ese año, el Partido Socialista Popular celebraba una manifestación en la llamada Ciudad Olímpica en la que hicieron uso de la palabra Pablo Antonio Martínez y Francisco Alberto Henríquez Vásquez (Chito). Tiberio y otros miembros de la JD asistieron al mitin en el que fueron confrontados por un grupo de Veteranos. “Parece que la orden que tenían era de provocarnos solamente, pues ninguno de nosotros resultó seriamente agredido, salvo Amiro, quien estaba un poco distraído y recibió un ligero bofetón. Chichí Patiño le quitó a Fellín una varita que éste tenía (todavía en esos días era moda que los elegantes usaran bastón, algunos varitas) y le pegó unos varazos a uno de los veteranos. Vino la policía, que parece que estaba sobre aviso y nos detuvieron y llevaron a la Fortaleza, donde pasamos la noche”.

Recuerda que los encausaron y sólo a él lo condenaron a tres meses de prisión. “Entre los guardias que nos llevaban iba conversando con nosotros el capitán Juan Tomás Díaz”. En un momento, según Castellanos, quien años más tarde participaría en el ajusticiamiento de Trujillo les dijo: “Muchachos, no se puede nadar contra la corriente”. Y Tiberio, como había entrado en confianza con el militar replicó: “Pero fíjese, capitán, que los ríos a veces cambian de cauce”.

En el tribunal tuvo como abogados a José Antonio Martínez Bonilla y al vegano Guillermo Sánchez Gil. Pese a la condena, permitieron a Castellanos ir a Pimentel, su pueblo natal, y regresar a La Vega a cumplirla. En la cárcel tuvo como compañeros, aparte de los presos comunes, al capitán Eugenio de Marchena y al “Profesor Cestero”. En ese tiempo, De Marchena preparaba un complot contra el gobierno al frente de la Compañía de Ametralladoras, que fue descubierto. Tiberio Castellanos vivió, y relata con detalles el dramático final del rebelde Capitán.

Cuando recobró su libertad, Castellanos volvió a Pimentel y en 1950 vino a Santo Domingo donde se enteró que existía la posibilidad de conseguir pasaporte porque estaba en la ciudad una comisión de la OEA que investigaba las denuncias de Trujillo acerca de la Invasión de Luperón. “Efectivamente, conseguí pasaporte y me fui a Cuba. Lo demás sería el exilio de trece años”, comenta.

En la radio

Las facetas de José Tiberio Castellanos Vargas son múltiples. Sus vivencias tan extensas como para que se anime a escribirlas en unas memorias voluminosas. En los dominicanos de generaciones recientes se recuerda esa voz calmada, segura, al tanto del acontecer, eminentemente culta y poética que llenaba los ambientes de canciones y comentarios en su “Diálogo Mañanero” en Radio Televisión Dominicana, pero el reconocido intelectual se había iniciado en la locución en Santiago, en 1946, en HI1A, de Rafael Western. “Se decía que era la decana de las emisoras dominicanas”.

La estación, narra, transmitía desde un restaurante llamado “La Luisita” y tenía una orquesta de jazz que dirigía el saxofonista Reliquias Vásquez, sargento del Ejército Nacional. “Cantaba los merengues un muchacho flaco, a quien llamaban Gofio, y los tangos José Aquino”. Luego pasó a HI9B donde uno de los saxofonistas era Radhamés Reyes Alfau, autor de “Aquel 19” y de “La Maricutana”. “En esos días, evoca Tiberio, comenzó a cantar como profesional el barítono Guarionex Aquino, que todavía era dependiente de la tienda El Gallo. En esta emisora aprendí mucho de Héctor A. Mena, que leía los anuncios, las noticias, anunciaba la música, recitaba, narraba las carreras de caballos y hasta cantaba”. Otra figura de esa estación, agrega, era Bienvenido Fabián, el pianista.

En el destierro, Tiberio volvería a estar frente a un micrófono en 1950, cuando trabajó en Ondas del Trópico, en La Habana, leyendo noticias y anunciando la música. Tenía una sección, “Música del ayer”. Todos los nombres de locutores y artistas cubanos de esa época asoman a su extenso relato y a sus nostalgias.   De ahí pasó a Radio Mambí, situada en el Paseo del Prado, donde hizo noticieros y programas musicales; Radio Caribe, Cadena Roja, Radio Lavín Cadena Musical Española, entre otras.

A su retorno a la República Dominicana, en 1963, comenzó a trabajar en Radio Popular, “aquella emisora que tenía Pepe Justiniano en la calle Amado García. Allí estaban Cuchito Álvarez, que dirigía el departamento de Noticias; Tito Campusano, Pablo Garrido, July Peña, Isaías José Hernández, José Cantizano, René Alfonso y un muchacho alegre y jovial, hermano de la pintora Elsa Núñez, a quien mataron entiendo que con acechanza y traición, en los primeros días de la Guerra de abril”, refiere.

Durante la contienda bélica, Tiberio Castellanos pasó entonces a trabajar en La Voz de la Zona de Seguridad, que duró poco en el aire. “Estaba instalada en un camión militar parqueado en los terrenos de la planta de Radio Cristal, en el ensanche Ozama. Ahí trabajé con Federico Schiller, de La Voz de los Estados Unidos y con Federico Astwood”, de donde pasaron a La Voz de la OEA. “Al elenco se agregó luego Alcy Figueroa. Yo fui Jefe de locutores. La Voz de la OEA transmitía desde la Feria de la Paz, con los equipos y estudios de HIN”, manifiesta.

Esta participación de Tiberio Castellanos en La Voz de la OEA ha sido calificada de contrarrevolucionaria y criticada tanto como haber ocupado, después de concluida la refriega, diferentes posiciones en el gobierno de Balaguer, habiendo tenido anteriormente una trayectoria de lucha antitrujillista que le mereció golpes, apresamiento, condena, prisión, exilio. Al respecto comenta: “Ciertamente yo trabajé durante el gobierno de Balaguer, en la Biblioteca Nacional, en Inespre, en Bienes Nacionales. También trabajé durante el gobierno de Guzmán, en la Biblioteca Nacional y en La Voz Dominicana, y en el gobierno de Jorge Blanco. A personas de más alta jerarquía que yo, por ejemplo a mi amigo Ángel Miolán, habrá que preguntarle cuándo terminó el trujillismo y cuándo el antitrujillismo, y cuándo surgieron en disputa otras ideas e intereses. Pero yo estuve hablando por radio todos los días, durante veinte años. ¿Fui vocero radial del trujillismo o del antitrujillismo, o de alguna de esas nuevas ideas o intereses en disputa?”

De su paso por La Voz de la OEA cita a los doctores José Ramón Hernández y Héctor Pérez Reyes, que escribía los editoriales. Fue allí donde Tiberio Castellanos inició su programa “Artistas Dominicanos” por el que desfilaron casi todos los miembros del arte nacional, desde entonces y cuando continuó en HIN, Radio Comercial, Radio Universal y Radio Televisión Dominicana donde terminó con el nombre de “Diálogo Mañanero”. Su último trabajo en el país fue en la Radio Cultural de las Fuerzas Armadas produciendo “Que entre el Sol por tu Ventana”, hasta 1984 cuando se marchó de la República junto a su esposa Ari y sus dos hijas María Rebeca y Ana Rocío.

Tiberio Castellanos nació en Pimentel el 11 de noviembre de 1926, hijo de José Gabriel Castellanos Fondeur y Lisenda Vargas Reynoso. Lleva 22 años en el extranjero, pasados entre Nueva York y Miami. Ahora está retirado en La Florida. A su llegada trabajó en varias emisoras y programas de televisión. Se le ha reconocido por sus iniciativas culturales y constante promoción de lo dominicano. De aquí se llevó considerable cantidad de certificados de homenaje en atención a sus méritos políticos y culturales. Pimentel le entregó un diploma, orgulloso de tenerlo como su hijo.

“Sinceramente, creo que en esos veinte años que pasé en La Primada, entre el final de un exilio y el comienzo de otro, lo único que hice fue trabajar. Tuve todo ese tiempo en programas de radio con diferentes nombres y además siempre tuve otro empleo. El programa siempre contó con pocos anuncios. Nunca he sido buen vendedor y ocurrió lo que los campesinos de Pimentel describían como “amolando y siempre boto”. No me quejo. Creo que pasé muy bien esos veinte años, con pocas carencias y muchas manifestaciones de simpatía y aprecio”.

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