GUSTAVO GUERRERO
Con anterioridad al descarriado mandato de José Miguel Gómez en la en la Cuba de 1909 a 1913, algunos gobiernos dominicanos ya habían estampado el signo de la corrupción y el desorden administrativo. Pero este presidente cubano pasó la raya del descaro hasta el punto que se le llegó a llamar «Tiburón» por las amplias mordidas al erario público compartidas por sus seguidores. Esto originó una frase que se hizo muy popular: Tiburón se baña, pero salpica.
Si registramos nuestra historia podríamos comprobar fácilmente lo que acabamos de decir. Muchos gobernantes se bañaron en las aguas pútridas de la corrupción, pero salpicaron con sus ganancias ilícitas a los incondicionales que le rodeaban y le aplaudían. Con este proceder se ayudó a debilitar y hasta hacer desaparecer algunas rebeldías del pueblo.
Ese período nefasto de Cuba debemos darlo a conocer para establecer con índice acusador las similitudes con el proceder en nuestro suelo.
Los norteamericanos para imponer su dominio absoluto en Cuba, favorecieron, primero, el triunfo de Estrada Palma en las primeras elecciones generales bajo la ocupación yanqui. Pero lo hicieron a base de trampas, cohechos y extensas dádivas difundidas por todo el territorio cubano.
El notable historiador cubano José Cantón Navarro explica las maniobras políticas de Estrada Palma al señalar de una manera clara y precisa la actitud que desarrollaron muchos caciques políticos compraban los votos de la gente más necesitada, bien a cambio de dinero, o bien ofreciéndoles algún servicio indispensable; el ingreso en un hospital, la consulta de un médico o la adquisición de medicinas, una factura de víveres en un establecimiento y hasta los recursos para enterrar a un familiar.
También era práctica frecuente el falseamiento de los registros de electores o la intervención de la guardia rural y el ejército para impedir que votaran los opositores al candidato que se quería favorecer. Cuando estos procedimientos no eran suficientes se apelaba al «cambiazo»: el robo de las urnas o cualquier acto semejante para alterar el resultado de la votación. Algunas de estas formas de fraude, o todas juntas, estuvieron presentes en cada una de las elecciones que tuvieron lugar en la República».
La gestión gubernativa de José Miguel Gómez también fue apoyada por los norteamericanos. Y para tomar la presidencia de Cuba también desarrollaron el desorden administrativo: las transacciones comerciales ilícitas para que ingresaran en las cuentas de los ejecutivos suficiente dinero para seguir apoyando al gobierno; los empréstitos desmesurados; las concesiones a empresas privadas; los presupuestos desorganizados con el fin de establecer una segura fuente de ingresos como monumento a la irresponsabilidad y al peculado. Los hombres honestos eran decididamente marginados. Sólo el afán de lucro calaba sus garras por todos los rincones del país. En el gobierno de José Miguel Gómez se implantó una estampa decisiva donde se alternaban las medidas demagógicas con la represión más brutal y violenta.
Alternado con este conjunto de medidas tiránicas se repartía por todos los lugares de la población cubana, a manos llenas, el dinero. Especialmente se les concedía el oro corruptor a los que se acercaban más a las esferas gubernamentales. Gómez robaba desmesuradamente sin contemplación alguna. Para tener contentos a sus seguidores, repartía… De ahí que le llamaran «Tiburón», agregándole en el decir del pueblo: «Tiburón se baña, pero salpica…».