¿Tiempo de correr o correr a destiempo?

¿Tiempo de correr o correr a destiempo?

La escena comienza con Forrest Gump sentado en su porche, mirando hacia adelante, como si reflexionara. De repente, dice en voz baja: “Ese día, sin ninguna razón en particular, decidí salir a correr”. Con esa simple declaración, se levanta de la silla, baja las escaleras y empieza a trotar por el sendero que sale de su casa.

Lo curioso no es que Forrest corra, sino que no se detiene. Lo que comienza como una simple carrera por el vecindario se transforma en una travesía monumental por todo el país. Sin un propósito concreto, solo corre porque siente que debe hacerlo. Y, en ese proceso, inspira a miles que lo ven como un símbolo de perseverancia y lo siguen, sin saber realmente por qué.

Sin embargo, después de mucho tiempo corriendo y con una gran multitud siguiéndolo, Forrest se detiene en medio de una carretera desértica, exhausto, y dice: “Estoy bastante cansado… creo que iré a casa ahora”. Sus seguidores, desconcertados, descubren que la carrera no les ofreció las respuestas que esperaban y que ahora deben decidir qué hacer por sí mismos.

Esta metáfora de Forrest Gump, película protagonizada por Tom Hanks y dirigida por Robert Zemeckis (1994), ilustra perfectamente el panorama político en República Dominicana, ya que en el PRM (Partido Revolucionario Moderno) se ha desatado una maratón por la sucesión del presidente Luis Abinader. Apenas horas después de confirmarse su victoria, las reuniones con “presidenciables” opacaron la conversación sobre el logro, iniciando una batalla interna por la antorcha, sin siquiera esperar la línea de salida oficial.

La estrategia del presidente Abinader pareció buscar, por un lado, controlar las aspiraciones dentro del partido y, por otro, posicionar una narrativa de cierre de ciclo que evitase las polémicas de la reelección. Sin embargo, este discurso propició que muchos en el PRM empezaran a correr solos y que se diera paso a lo que podría convertirse en la campaña electoral más larga de la historia del país, lo cual es mucho decir.

Así, hemos visto múltiples carreras: desde los que buscan consolidarse como sucesores dentro del PRM, hasta los aspirantes de los escenarios de confrontación más improbables en otros partidos. Todos parecen correr como Forrest: sin estrategia clara al principio, pero motivados, arrastrando a seguidores gracias a la influencia que les otorgan sus funciones estatales y tratando de no ser ellos quienes, eventualmente, tengan que decir: “Quiero ir a casa”.

En política, la estrategia y los tiempos lo son todo. Ya hemos visto cómo, en el pasado reciente, algunos corredores del entonces partido oficial se quedaron con las ganas, y hasta hubo quien se atrevió a atribuirles el mote de “alitas cortas”.

Es temprano para anticipar cómo terminará esto, pero lo que está claro es que, si hoy hablamos al respecto, no es porque sea un tema prioritario para los ciudadanos. Es un tema que nos han impuesto, muy temprano. En un país acostumbrado a campañas prematuras, los políticos dominicanos parecen haber aprendido a correr antes de caminar.

Entonces, ¿es momento de correr? Tal vez no. Quizás el consejo más acertado sea fortalecer, entre todos, la pista donde se va a correr, que no es otra que la gestión de gobierno. Si eso no sale bien, no hay competidor, por más inspirador que sea, que pueda lograr la meta. Y a los que se anticipan con vaticinios y consignas, quizás el consejo sea: espera… no vaya a ser que termines atrapado en la carrera equivocada. Aunque, claro, si de derecho se trata, el derecho lo tienes.

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