¿Tiempo de eubolia o de clarificaciones?

¿Tiempo de eubolia o de clarificaciones?

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Una cosa es que la discreción en el habla, la discreción en la lengua, la reservación en no decir lo que conviene callar, sea una virtud política llamada eubolia (de virtud política la califica Azorín, perteneciente como primera figura a esa espléndida generación del ’98 español) y muy otra es un exceso de silencio presidencial cuando se suceden discrepancias entre sus colaboradores cercanos e importantes. La eubolia es discreción y cautela. No ocultación.

No es cuestión de “hacerse el sueco”, el que no entiende lo que pasa.

Los suecos no han tenido un pelo de tontos. Cuando murió el príncipe Cristián Augusto en 1810, eligieron al mariscal francés Bernadotte como rey, con el nombre de Carlos Juan y su dinastía, inconmovible por prudencia y sabiduría, está ahí, sin haber participado en una guerra durante dos siglos, con un nivel de vida más alto que el de Estados Unidos, y los programas de bienestar social más altos del mundo.     ¿Hacerse el sueco no entender?

¡Por Dios!

Se trata de bien entender.

Y el medio no está en las ocultaciones, en las declaraciones contradictorias de altos funcionarios. Porque, al fin, uno no sabe nada de nada. Todo es una inmensa nebulosa de confusiones porque no se habla claro. De nada.

Este lunes la capital fue cubierta por un poderoso hedor. Parecía que una descomunal cantidad de gas licuado de petróleo se había esparcido sobre la ciudad. Se habló de que un fósforo o una chispa podría originar un incendio. Luego se informa que se trató de un escape de una substancia conocida como “etil-mercaptano”, utilizada como elemento señalador de la presencia del gas que se utiliza en cocina y automóviles para que pueda detectarse la presencia de un gas inoloro.

Los principales funcionarios de la Refinería Dominicana de Petróleo niegan que el gas tóxico que infectó la atmósfera de la capital dominicana haya salido de sus instalaciones, pero funcionarios de la Comisión Nacional de Emergencias, igualmente Industria y Comercio y Medio Ambiente así como las autoridades de las Fuerzas Armadas manifestaron que el escape de gas se produjo en el “perímetro interior” de la Refinería.

¿Quién sino la Refinería puede acumular tal cantidad de gas?

¿No amerita toda angustia nacional una declaración esclarecedora del primer magistrado de la Nación?

¿Es tiempo de eubolia, aquella que recomendaba Azorín para determinadas ocasiones?

Yo siempre, después de la dictadura trujillista, anhelé tener un Presidente de la República que no tuviese que intervenir en todo, sino que contase con un equipo capacitado, confiable y valiente, que se ocupara de los hospitales, de las escuelas, de los agujeros en caminos y carreteras, de la justicia social… en fin… que el Presidente fuese un supremo responsable de aprobar, apoyar o rechazar lo que en cada ramo le diesen a conocer como verdades comprobables, sus colaboradores.

Me temo que el presidente Fernández está tan envuelto en versiones incoherentes que no se siente en capacidad de hablar, limpia y claramente.

Unos funcionarios dicen que somos ricos.

Otros dicen que estamos en la cresta del progreso.

Otros aseguran que no estamos en capacidad de ser competitivos (y beneficiarios) de la globalización y el Tratado DR-CAFTA.

¿Es bueno? ¿Es malo?

¿Esas auditorías oficiales que presagian terribles tormentas y trepidaciones, por qué se ocultan?

Entonces surge el criterio de que la “gobernabilidad” hay que defenderla.

¿A costa de permitir el desastre de la impunidad?

¿Es que, al fin y al cabo, gobernar significa consentir?

Nadie sensato jamás pensó tal cosa.

Porque es un disparate.

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