Tiempo de Vivir. Ser mejor

Tiempo de Vivir. Ser mejor

Hace unos días en un seminario me preguntó una madre qué podía hacer para que su hijo sacara las mejores notas del curso. La miré entrecerrando los ojos y le pregunté para qué quería que lo fuera.
La respuesta tardaba en llegar. No la dejé responder por lo incómodo que
evidentemente le resultaba. Buscaba una respuesta para satisfacerme sin tenerme que hablar mentira… ¿me ocultaría la verdad? Pienso que no sabía en realidad lo que buscaba.
La mayoría de los padres queremos ver a nuestros hijos triunfar. En lo más profundo queremos más elevar nuestro ego que lo que realmente significa el triunfo de ellos. Poner fotos del cuadro de honor en las redes o quizá abrazando al más aplicado del curso.
¿Dicen las notas lo que en realidad son los jóvenes? El sistema de evaluación que lleva a comparación suele ser peligroso para la vida exitosa. Ser el mejor no nos ayuda a ser triunfador. Quizá genera todo lo contrario.
He visto adultos cargados de frustraciones por haber sido de los mejores en su vida estudiantil y en el trabajo no lograr lo que piensan se merecen. Cargan un peso increíble toda su vida de estudios. Luego se dan cuenta que para llegar a lo más alto de las empresas o de su propio emprendimiento hacen falta otros instrumentos, más que excelencia académica. Herramientas que no obtuvieron por dedicarse a ser personas individualistas y no luchadores en manada, por el bien de la manada.
Ser mejor que otros es una satisfacción que va en contra de la convivencia. Lo malo no es lo que se logra, sino lo que se desea a los demás. Pocos pueden manejar el deseo del triunfo de los que los rodean. Por lo general, nos
alegraremos de una caída de nuestros competidores.
Peor aún, llegamos a desear dicha caída con el propósito de ser mejores que los demás. Sea que vaya delante o que me pueda alcanzar.
He visto premios que no han sido ganados como trofeos y medallas compradas. Me sorprende que sigamos queriendo ser el mejor cuando es más importante ser cada día mejor. Sí, compararme conmigo mismo, como trabajo por extenso en mis libros Migomismo I y II, es la mejor fórmula para crecer.
¿Se atreve a alegrarse del desempeño extraordinario de alguien que considera su competencia? Le aseguro que es más delicioso que enojarse.

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