El cambio es una constante de segura existencia en la dialéctica humana. Todo cambia, todo fluye, las especies que sobreviven no son las más fuertes sino las que son capaces de adaptarse a los cambios.
Esas son expresiones clásicas sobre la preeminencia del cambio sobre otras variables del desarrollo evolutivo del mundo. Negar que nos encontramos en tiempos de cambios globales en materia energética, es estar al margen del motor que mueve las economías de los pueblos, a decir, el petróleo y sus derivados.
El precio del barril de petróleo se ha desplomado en cuestiones de días, viniendo de aproximadamente cien dólares y colocándose muy por debajo de los cincuenta.
Esta situación representa un verdadero escenario de cambio para las finanzas de las naciones y por vivir nosotros en lo que Marshall Mcluhan define como una aldea global, República Dominicana también es impactada por estas favorables variaciones que a su vez deben ser transferidas al ciudadano común. Tal es el caso del sector eléctrico del país, pues como sabemos, los dominicanos somos, hasta el momento, energéticamente parasitarios ya que dependemos de otras naciones para medianamente satisfacer nuestras necesidades de energía.
Es en medio de todas nuestras limitaciones energéticas que los generadores eléctricos se benefician con millones de dólares por concepto de exoneraciones en la adquisición de combustibles para su proceso de producción. Sin embargo, pareciera ser que ha llegado el momento de desmontar ese tipo de benéfico y aprovechar la coyuntura pues hoy pagan por el combustible la mitad del precio que pagaban hace a penas días.
Este cambio en el mundo energético debe ser aprovechado por el gobierno para dar inicio a la más profunda renegociación de los contratos eléctricos incluidos en los Acuerdos de Madrid.