Tiempos de reelección

Tiempos de reelección

JULIO BREA FRANCO
Vivimos en tiempo de reelección. En la historia política dominicana han sido frecuentes. Desde los albores mismos de la Tercera República,  para no ir mas atrás,  apenas recuperada la soberanía nacional y al cabo de los tres años, ya se debatía sobre la prolongación del período del Presidente Horacio Vásquez. En pocos meses más estábamos en pleno debate de la reelección. La historia de lo que aconteció es muy sabida. Ninguna otra reelección ha conllevado la instauración de una dictadura y menos tan oprobiosa como la de Trujillo. Lo que sí se ha reproducido es el espectáculo de los áulicos, los oportunistas y los mercenarios que aplauden el poder que procura seguir. Ingenuamente se pensaba que luego de los dos seriales del Presidente Balaguer se prescindiría de esta regla institucional. Las dos administraciones de la «esperanza nacional» sufrieron de avitaminosis y no potenciaron la energía política para materializar la proscripción.

Las sirenas las envolvieron con sus cánticos. Recuérdese los buenos «amigos del Presidente Guzmán» y la antropofagía de la segunda. Solo a consecuencia de la travesura ideada para un continuar en 1994, planificada y ejecutada por los de siempre –   por los funcionarios de gobiernos de todos los colores  – pudo  en el pacto aquel insertarse, aprobarse la prohibición.

 Pero fue efímera. Antes de culminar el milenio la fantasía se convirtió en tentación. Dos años después estábamos en lo mismo. Los arrepentimientos huelgan cuando se confiesan desde la casa. Fueron muchas las voces sensatas de entonces y grande la sordera. Es señal que se cabalga… en lo mismo.

Si se va a las opiniones, y hasta las mismas argumentaciones de recetas institucionales, siempre habrá palabras a favor y en contra, defensas de conveniencia en ambas direcciones. Sin embargo, el mejor discurso, son los hechos. Volver a vivir un tiempo de reelección vale más que mil palabras.

Ciertamente que la pasión por seguir por el seguir, rebasa las fronteras nacionales. Los «watergates» latinoamericanos son experiencias elocuentes de esta monomanía del poder. La paranoia afecta a los presidentes. Fujimori es un caso paradigmático. Cómo llegó a comprar gentes sin ningún tipo de escrúpulos; cómo pretendió manipular las elecciones; cómo se aprovechó de los recursos que le derivaban de la titularidad del poder público. La miopía la padeció desde que empezó a soñarse como emperador.

Las profundidades del alma humana son insondables. El afán del seguir no solo puede explicarse como insaciable ambición. Puede responder quizás a dinámicas contradictorias. El miedo a terminar. Quien más alto está y cae, con mayor velocidad se enfrenta al suelo. No es que sea un asunto de gravedad política sino física. Parece difícil manejar el cambio desde la plenipotencia a la debilidad y vulnerabilidad. Se deprimen y se lamentan.

En este tiempo de reelección veremos muchas cosas, tantas como antes. Pero ofrece otra oportunidad para tomar conciencia de cómo las ventajas del incumbente afecta todo, pervierte todo y malogra la credibilidad. Y ese es un mal no tangible por el momento.

El malo no es únicamente el que quiere reelegirse ni el que compra con recursos de poder que no son de su propiedad. Los mercenarios y piratas, los que esperan todo sin hacer nada, los estériles, los grupos y los grupúsculos, la confederaciones y federaciones prebendarias son las que completan el escenario.

Por ahí es que andamos, seguimos gastando el tiempo a la espera que llegue un tiempo en que el maná caiga del cosmo y las cosas se hagan solas como en los milagros…

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