Tiempos terribles

Tiempos terribles

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Hace muchísimos años, leyendo la Revista Dominicana de Filosofía, tope con un artículo de don Pedro Troncoso Sánchez acerca de los valores -el bien, la belleza, la justicia -; y cómo esos valores actúan en el ser del hombre. Los viejos axiologos discutían acaloradamente si los valores estaban dentro del hombre o fuera de él; si eran creaciones de la psique, construcciones de las costumbres o productos extramundanos, como los arquetipos platónicos.

El gran problema de los filósofos es explicar «el valer en el ser». ¿Por qué los valores atrapan al hombre, que los acepta y prefiere sin que medie la reflexión? Desde que vemos un objeto bello, inmediatamente, lo preferimos o apreciamos; una acción justa la aprobamos interiormente de modo «automático». Contemplar el bien provoca nuestra satisfacción, aun en una época en la cual la santidad no esta de moda.

Brentano, Scheler, Meinong, Hartmann, Ehrenfels, los nombres clásicos de la axiología, nos dicen que los «valores no son sino que valen». Les llaman «objetos irreales». No hay ontología de los valores…puesto que «no son». ¿De que manera, entonces, los valores «ingresan», penetran y actúan, en la intimidad del hombre? El Papa Juan Pablo II, desde su juventud, quedo abrumado por este misterio filosófico, antropológico y religioso.

Todo esto viene a cuento porque los escolarcas de hoy han propuesto la llamada «educación en valores». La proponen como sustituto de la antigua asignatura «Moral y cívica»; como algo parecido a un «aparato de prótesis educativa». Los jóvenes aprenden una ciencia, una disciplina, una técnica, que ejercen con gran dominio profesional, y al mismo tiempo, con absoluta despreocupación por los demás. Los intereses sociales no cuentan. Factores pecuniarios o de prestigio individual se consideran más importantes.

Hay épocas terribles en las que, a causa de graves problemas colectivos, pierden valor los valores. La tabla estimativa de la gente sufre alteraciones substanciales. Siempre han existido valores morales, valores estéticos, religiosos, lógicos, prácticos, económicos. Pero estos valores son jerarquizados en cada época en una escala distinta. En algunos momentos de su historia el hombre ha apreciado mucho al santo, al sabio, al guerrero. Otras veces ha estimado más al hombre de negocios, al dominador de la fortuna.

Los valores están fuera de nosotros en forma de vigencias sociales; los encontramos establecidos en la convivencia. La familia, la oficina, la calle, el periódico, el estadio, son «depósitos» o muestrarios de los valores; y de la gradación estimativa de un tiempo determinado. ¿Hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos solamente en consumidores? Producir y consumir es ahora el eje de la actividad social. Que objetos consumimos y cuanto producimos económicamente son en estos tiempos dos angustiosas preguntas cotidianas.

La estimativa actual ha sido «creada» por dos guerras mundiales y numerosas guerras locales, publicitadas universalmente. Los medios de comunicación difunden un estilo de vida centrado en el éxito personal: económico, sexual o de relaciones sociales. Los negocios editoriales prestan desmesurada atención a libros tales como La guerra aplicada a los negocios, «siguiendo las normas» de un estratega militar chino de la antigüedad llamado Zun Tzu; o El príncipe de Maquiavelo adaptado a las corporaciones multinacionales, con añadidos nunca previstos por el célebre florentino. Hay libros que enseñan a las mujeres las técnicas amatorias para que un hombre «jamás las olvide». Confesiones de una prostituta retirada seria un titulo muy atractivo para el mercado editorial de nuestros días. Durante años y años la regla ha sido violar las reglas; se premia y se aplaude al transgresor moral, legal o protocolar.

Presentar en un aula a un experto en «educación en valores», es lo mismo que anunciar un sermón sobre la virginidad en una casa de putas. Los valores se infiltran osmoticamente desde la familia, a través de los espectáculos de masas, de los periódicos, la radio, la T.V. La escuela podría ser también un camino eficaz, si se empezara a inculcarlos en el kindergarten.

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