“Ojalá cuando yo termine mi mandato pueda recibir una placa, porque no es cómo se comienza, sino cómo se termina y siempre le he pedido a Dios que me aleje de la vanidad, de la arrogancia, de la prepotencia y para poder mantener la cercanía con la gente sencilla de la República Dominicana”.
Así se manifestó el presidente Danilo Medina después que recibió una placa de reconocimiento por el impulso que le ha dado a la producción agropecuaria del país durante un almuerzo con un grupo de empresarios del sector agrícola realizado en la ciudad de Moca, recientemente.
Ciertamente, tiene toda la razón el primer mandatario. Y hay que orar por él para que Dios le siga alejando de la vanidad, de la arrogancia, de la prepotencia. Y pueda mantener la cercanía con la gente sencilla del país. Y no solo eso, sino que tenga también entrada al reino de los cielos.
Salomón, como una vez le prediqué a nuestro presidente en Colombia, cuando todavía era embajador allá, fue el hombre más adinerado, más afortunado materialmente de toda la humanidad. No hay riqueza dice la Biblia, que se considere más grande que la de él. Pero lo que más asombraba era su sabiduría. Y ese rey escribió un libro de la Biblia llamado Eclesiastés en donde dice que todo es vanidad. (Eclesiastes 1:2). Los puestos públicos pasan. La gloria humana, la fama, el poder, todo eso pasa. Incluso, el apóstol Pedro llegó a considerar la gloria del hombre como flor de la hierba, la hierba se seca y la flor se cae, mas la palabra de Dios permanece para siempre. (1 Pedro 1:24).
Cuando nacimos nada trajimos. Y cuando partamos de la tierra, nada material nos podemos llevar. Ni siquiera los más grandes millonarios del mundo, Slim, Buffett, el de Microsoft, el joven más millonario del mundo, el dueño de Facebook, el otro de Twitter, nada se podrán llevar. Y quizá por eso se han inventado una fundación para empezar a donar parte de sus riquezas.
Jesús viene a buscarse a sí mismo. Al que tiene a Cristo en su corazón. Al que es de corazón humilde. Al que está lejos de la vanidad, de la arrogancia y la potencia. Apocalipsis 14:13 nos dice Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Si, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
Toda rodilla se doblará y confesará que Jesús es el Señor. (Filipenses 2:11-12). Y no hay quien escape. Unos lo harán por amor, los que voluntariamente quieren alejarse de la vanidad y la soberbia, y los que no quieran tendrán que hacerlo por dolor. Lo mejor es aceptar a Jesucristo y ser como niño para obtener la salvación. Como dice Él en la Biblia: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo 5:3).