Me resultó muy gracioso, cuando nos preguntaban en una conferencia hace unos días los beneficios de la tormenta, y todos nos miramos como diciendo: ¿en serio, y eso en realidad trae algo bueno?
Pues si, en ese momento quizás nos costaba a todos entender el enfoque de esa pregunta, pero si, definitivamente esas inevitables tormentas tienen su razón de ser. Estas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consuman y purificarla de plagas que la destruyan.
En la naturaleza, las fuertes tempestades dejan a su paso paisajes totalmente cambiados. Pero resulta que así mismo nos pasa a nosotros, los problemas pueden alterar la dirección de nuestra vida.
A todos nos gustaría que nuestra vida sea puro amor y dulzura, nada de problemas. Pero recordemos que el optimista no es aquel que no ve las dificultades, sino aquel que no se asusta ante ellas, que no se echa para atrás. Por eso me atrevo a decir que esas dificultades aunque nos cueste aceptarlo, son más bien ventajas, porque maduran a las personas, las hacen crecer. Muchas veces hace falta una verdadera tormenta en la vida de una persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías, por chubascos pasajeros. Lo importante no es huir de las tormentas, sino tener fe y confianza en afrontarlas y que pronto pasarán y nos dejarán algo bueno en nuestras vidas.
Y con esto de “tormenta” nos referimos a los obstáculos necesarios que continuamente se presentan en la vida de todos. Desde que nacemos estamos dando la batalla encarando los inconvenientes, las caídas, las derrotas, los desplomes, que nos aportan experiencias, enseñanzas, conocimientos, para limpiar la siembra, allanando el camino para que sea venturoso y amable en nuestra vida. Nadie que no se haya tropezado alguna vez en la vida, ha logrado un éxito rotundo, nadie que no se haya esforzado lo suficiente, ha alzado buenos resultados en sus proyectos. Los golpes que da la vida además de ser necesarios, forjan en nuestro temple la enérgica fortaleza y serena valentía para afrontar con determinación las dificultades y los riesgos que debemos encarar a cada momento en el sinuoso camino que es la vida, con moderación, sobriedad y continencia pasional más que racional.
Jesús tenía paz, por eso dormía en medio de la tormenta. Podía descansar porque había paz en su interior. Entonces aprendemos algo más: Lo que hay en nuestro interior es clave para responder a lo que ocurre a nuestro alrededor. Si estás lleno de temor, crearás un mundo exterior de temor. Si estás lleno de enojo, crearás una atmósfera de enojo. Si estás lleno de resentimiento, trasladarás al mundo exterior el resentimiento que hay en tu interior. Terminarás exteriorizando lo que hay dentro de ti y construirás el mismo ambiente que existe en tu interior. ¡Para cambiar lo que nos rodea, primero tenemos que transformar nuestro interior!