Tienen una clínica carente
de médicos hace 6 meses

Tienen una clínica carente<BR>de médicos hace 6 meses

POR LLENNIS JIMÉNEZ
SABANA GRANDE DE BOYÁ.-
El diagnóstico dice el tiempo que le queda de vida. Tiene hipertensión arterial, disfunción en la vejiga urinaria y una hipertrofia en la próstata.

El cuadro clínico es de su conocimiento. La preocupación le amarga, más no piensa en días de vida o cercanía con la muerte. Lo único que cuenta es sobrevivir. Cada segundo le vale por una eternidad  pese a que le sobran las enfermedades y le faltan los medios para subsistir.

Se trata de Andrés Bautista, uno de los tantos hijos de Rincón Claro, en este municipio de Monte Plata, quien vive de la caridad de sus vecinos. Pasa desapercibido en los bateyes cercanos, en los que habitan decenas de familias haitianas, que también viven de la agricultura, la cual resultó seriamente dañada por la tormenta Noel.

Este hombre de 62 años carga con la fatalidad, de tener que llevar encima una bolsa plástica para el desecho de la orina, desde hace más de dos años. No habla de operarse porque no dispone de los recursos para pagar la cirugía.

Como él, cientos de personas aquí sufren distintas enfermedades y no tienen adónde acudir, debido a que el único centro médico que opera en Rincón Claro fue cerrado hace seis meses por falta de médicos para atender a una población que se contamina con cañadas y el agua que toman sin tratamiento.

Muchos padecen de presión arterial en esta zona y no tienen posibilidades de adquirir los medicamentos para controlarla.

Eduviges García, quien por piedad ayuda a Batista a comprar las bolsas plásticas cada 15 días, cuando acude al médico, indicó que por falta de respeto de los médicos y de las autoridades, no tienen servicio de salud.

El médico que estaba asignado a esta clínica, construida Pro Comunidad, se marchó argumentando que había terminado su tiempo de  servicio.

¿DÓNDE ESTAN PAPá Y MAMá?

Hendy aprendía a sentarse cuando su madre murió. Su hermana Brenda, menor de dos años, empezaba a hablar. Dos años más tarde, falleció el padre de ambas.

Tienen seis y siete años de edad, respectivamente, y ya saben que son huérfanas y que los cuidados maternos fueron dados por su abuela paterna, Colasa Reyes.

A medida que se ponía el sol en esta tierra de Rincón Claro, las niñas comían la parte sobrante de lo almorzado al mediodía.

A cada gesto de su abuela, que prefieren llamar mamaíta, las pequeñas reían, ajenas a la suerte que corrieron sus progenitores, de quienes Colasa  no sabe de qué fallecieron. Contó que su hijo murió en Santo Domingo, al igual que su mujer. Se había presentado a la casa, tras la muerte de su mujer, para decirle que debía ayudarlo haciéndose cargo de las pequeñas.

Colasa, de 47 años, no para de rascarse la piel afectada por una “tiña”, parásito proveniente de animales y al que los médicos le han aplicado varios tratamientos.

Aún con dermatitis se ve precisada a cocinar la comida de las pequeñas y de los demás miembros de la familia. Ella tiene una armadura de espíritu y sentarse significaría una parálisis para su familia, que ha formado en su amado Rincón Claro.

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