Tierra alta
¿Qué pasa con nosotros?

Tierra alta <BR><STRONG>¿Qué pasa con nosotros?</STRONG>

PASTOR VÁSQUEZ
ceyba@hotmail.com
“Hijos, retoños del viejo árbol de Cadmo, ¿por qué han venido hasta mi altar portando esas ramas de súplica, el olivo cortado que ruega por ayuda?
La ciudad está llena de humaredas de incienso, llena de plegarias y gemidos.
No voy a dejar que me lo digan los heraldos. Yo mismo, Edipo, voy a ver lo que padecen.

Yo mismo, hijos, velaré por ustedes con la fama de mi nombre.

Tú, venerable anciano, habla, a ti te corresponde hablar por todos, tú debes saber de qué se trata, qué temen, qué me piden.

Confíen en mí. Haré por ustedes todo lo que pueda.

Tendría que ser un desalmado si no me conmoviera al verlos suplicar”.

Sofocles (Edipo Rey)

En los días lejanos de mi rosada infancia ocurrió una tragedia que conmovió la conciencia de mi comunidad: fue asesinado el guitarrista Toñito Suazo mientras venía junto a su hijo de tocar una fiesta.

El asesino de Toñito Suazo apagó para siempre la voz del cantor con su puñal despiadado y, Toñito Suazo, dejó suspendida una canción en esa noche de luna clara.

Era muy niño para recordar aquel conmovedor episodio, pero lo que sí recuerdo son las narraciones de los viejos de cómo sucedió aquello y los recuerdos que dejó Toñito Suazo en los días en que andaba con su guitarra peregrina llevando con él esa melodía que le da sentido a la vida.

Entonces, tuvo que venir un asesino celoso y privar a la comunidad de esa voz, de ese maestro de la guitarra sexta.

Eso sucedió cuando los muertos conmovían a la gente, cuando un muerto causaba espanto y asombro. Fue Toñito Suazo el primer muerto de mi comunidad.

Ahora ya los muertos no conmueven, ya quitarle la vida a un ser humano no duele en esta media isla llena de cruces y de impunidad. Hoy, es el vecino, mañana puede ser usted querido lector o yo mismo.

Hasta dónde vamos a llegar con esta ola de delincuencia. Estamos regresando a las épocas primitivas de las hordas. Estamos regresando…

Me ha conmovido la ejecución de dos jovencitos en el sector La Toronja de Santo Domingo Este, dos adolescentes que apenas comenzaban a vivir. Eso me duele y me conmueve, porque entonces pienso en mi hija adolescente, en mis sobrinos, en mis ahijados y en toda la humanidad joven encargada de forjar el futuro.

Qué habrían hecho esos dos muchachitos para merecer tan cruel final. Los vecinos escuchaban los gritos, pero nadie intervino para detener esa salvajada. Qué está pasando. Nos estamos deshumanizando.

Que Dios nos proteja.

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