PASTOR VÁSQUEZ
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Murió unos de estos días en la comunidad de La Victoria la profesora Pastora Margarita, un extraordinario ser que marcó huellas en mi vida. No sé cómo describir el dolor que sentí al enterarme de esta triste noticia. Estaba conversando por Internet con una amiga de la comunidad. De repente, ella me dijo, tengo que irme, pues voy a un velorio a las cuatro.
Le he dicho: un velorio y ella me dijo: sí un velorio, ha muerto en la comunidad una profesora muy querida, tal vez tú no la conociste.
Se llama Pastora. ¡Oh mi Dios! Ella no sabía lo que me estaba diciendo. A pesar de que somos del mismo pueblo, aunque yo soy de un poco más allá, de la parte rural, ella no alcanzaba a relacionarnos.
Hay momentos grises que nublan el alma. Yo estaba sentado frente a mi computador y no sabía qué hacer. Lo único que se me ocurrió fue cortar la conversación, como quien no quiere saber más, luego llamé a mi familia y no encontré comunicación con nadie. Horas más tarde, mi hermano Ramón me confirmó la noticia.
¿Quién era Pastora Margarita?
Ella fue quien me puso el nombre que llevo. Mi madre me cuenta que ella tomó el bebé en sus brazos y dijo: este niño nació un 30 de marzo y será muy inteligente.
Ella era entonces una señorita llena de inquietudes, había comenzado a cursar el bachillerato en el pueblo. Luego se fue a la universidad y venía todos los fines de semana a visitar a sus padres.
De la propiedad de mis progenitores a la casa de sus padres sólo había que cruzar una puerta de madera que Don Rafael y mis padres hicieron de común acuerdo para mantenerse comunicados. Eran compadres.
Ella venía, muy linda, llena de juventud, de esperanza, llena de ilusiones y yo brincaba de aquí para allá para buscarle frutas. Y quería ser como ella.
Luego, ella y la profesora Josefita, la nieta de Don Ceferino Agramonte, serían las primeras profesionales que salieron de la comunidad.
Un día mi padre señaló hacia el Norte y me dijo: ¿tú vez dónde se alcanza a ver ese acueducto a lo lejos? Allá se llama El Proyecto y es ahí dónde Pastora Margarita está dando clase, ella ya es profesora.
Después Pastora Margarita y un grupo de jóvenes decidieron venir a la comunidad de La Ceiba y comenzaron a modernizar la educación. Recuerdo el entusiasmo de ese primer día en su comunidad. No quería salir de la escuela, quería hacer muchas cosas juntas, era un dinamismo y una entrega jamás vista en una persona.
Ella completó en mí la enseñanza que había comenzado el inolvidable profesor Elpidio Javier Tapia. Con el tiempo llegaron los cambios y Pastora Margarita fue transferida al Liceo Nocturno La Victoria dónde la encontré cuando fui a cursar el primer teórico.
Me dijo: no creas que voy a tener contigo privilegio porque eres mi hijo. Estás caminando ocho kilómetros a pie para llegar hasta aquí y no vas a hacerme pasar vergüenza. Para mí fue un gran compromiso, así que saqué las mejores notas en biología.
Fue por esos días que murió de un infarto su hermano Cristóbal Mercedes, un prometedor jugador de béisbol. Ella quedó muy afectada por ese duro golpe.
Más tarde la vi como directora de la Escuela Padre García y ya yo estaba en la universidad. Cuando conseguí mi primer empleo en el periódico El Caribe ella fue la primera en llamar para felicitarme.
No sé qué pasó, pero un día fui a visitarla en su casa del pueblo y la muchacha del servicio me dijo que había partido a Nueva York con toda la familia.
De vez en cuando la llamaba. Siempre tuve las intenciones de ir a visitarla a Nueva York, pero los planes se caían.
Y miren ahora. Yo no sabía que ella estaba en el país. Tampoco sabía que ella estaba enferma del mal de Parkinson. En días pasados estuve en la esquina del Parque Duarte, frente al colmado de Palingue. Me mantuve mirando por la calle Padre Páez y estaba tan triste, llena de hojarascas.
Frente a donde vivió el difunto Felipe Vidal Moreno y por los predios de Papá Lalo habían unos niños jugando y yo pensé: por ahí está la casa de Pastora Margarita, debe estar cerrada.
!Oh Dios mío! Me levanté, subí a mi jeep y me fui, porque las personas que pasaban me preguntaban ¿Qué le pasa Pastorcito? Ella estaba en su casa en esos momentos, sufriendo su enfermedad ¿Y yo qué iba a saber?
Ahora se fue, se fue un ser que vivió para servir a los demás. Se fue una santa. Mi solidaridad con su esposo William, con Willi, Tania, con el profesor Canca, con Rosarito, con Doña Tututa, Niño, Don Rafael, mi comadre Milagrito, Risely, Chea y todos sus familiares. ¡Adiós querida hermana!