Tierra alta
GRACIAS MI DIOS, GRACIAS PATRIA MIA, GRACIAS MADRE MIA

<SPAN><STRONG>Tierra alta</STRONG><BR>GRACIAS MI DIOS, GRACIAS PATRIA MIA, GRACIAS MADRE MIA</SPAN>

Por PASTOR VÁSQUEZ
Era cuatro de septiembre, día inolvidable en la vida de mi familia. El corazón de mi padre dejó de latir exactamente a las 3:45, en medio de una brisa que anunciaba otro aguacero en las montañas de Monte Plata.

Días antes había llovido bastante y habían explotado los ríos Ozama, Sabita y Cabón. Estas tierras estaban tan abnegadas que yo pensaba comenzaría el fin del mundo. ¿Ustedes saben qué es un río explosionado?

Mi padre había comenzado a agonizar en esos días, rodeado de mis tías, de mi madre, de mis hermanas y hermanos, de los vecinos solidarios. Los caminos estaban destruidos y el desborde de los ríos impedía que llegaran los otros familiares de San Pedro de Macorís y Bayaguana para la hora final de un hombre que vivió para servir a los demás, que sólo hizo el bien en toda su vida.

Mi padre era un hombre fuerte, regio de carácter y de una recia personalidad, que se fue forjando con los recuerdos y los ejemplos de nuestra pasada generación. Después, una enfermedad fatal lo fue consumiendo poco a poco. Yo sólo tenía 12 años.

Quería mucho a mi papá, lo veía como alguien que todo lo podía, que todo lo entendía y de hecho era un ser inteligente que siempre tenía respuestas para mis curiosidades.

El me contaba historias de la guerra, me hablaba de las hazañas de Gregorio Luperón y me contaba sobre la vida guerrera de su abuelo, un hombre que vivió obsesionado toda su vida por las guerras civiles, pero de quien mi padre decía que en el fondo era un hombre de paz.

Y ese día mi padre se marchaba, se iba para siempre, me dejaba en la orfandad con todo un mundo de sueños, en una comunidad rural, que aunque no estaba tan distante en kilómetros de la ciudad, estaba aislada del progreso y de los avances modernos de la época.

 Al otro día sería el funeral y jamás se me olvidan dos valientes jóvenes, que hoy son pacíficos y correctos ciudadanos de la comunidad, quienes salieron en un bote improvisado a buscar a mi hermanita Lucía (que Dios la tenga en gloria), que se había quedado atrapada del otro lado de la inundación en la comunidad de Chirino.

Juan Evangelista Manzanillo (Juan Bosch) y Juan Mambrú (Don Telo) llegaron  en horas de la tarde, antes de partir hacia el cementerio del pueblo, con mi hermanita Lucía, en un gesto de solidaridad propio del buen dominicano.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel acontecimiento. La comunidad ha cambiado y yo creo que hasta el huracán Georges no había sucedido una catástrofe natural tan grande como esa que vivimos en los días del Ciclón David, en 1979. Hace cuatro años gestioné con el síndico Daniel Carvajal Louis la construcción del estadio municipal, que lleva el nombre de mi amigo de infancia Cristóbal Mercedes, que murió de un infarto en plena juventud, y del parque Central.

El parque fue erigido donde estaba la estación de Ceiba 12 o“Chucho 12”, donde se carga el tren de caña. Esta obra fue iniciada por el síndico Carvajal Louis, y terminada por el alcalde de ahora Jesús Feliz, a quien le agradezco la atención a la comunidad de La Ceiba. Ayer fue el acto inaugural, yo venía de camino para Puerto Príncipe, para estar en mi trabajo, pues había ido a Santo Domingo a un examen de mi carrera de derecho, y por eso no pude estar allí. Además, no me invitaron, pero eso no importa, lo importante fue que se hizo el parque.

HOY CUMPLO 40 AÑOS

Hoy es 30 de marzo y cumplo 40 años. Esta madrugada casi no he podido dormir, estoy aquí en esta gran casa del Estado dominicano, comprada por el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina en mayo de 1958, por vía del Embajador Porfirio Basora.

Quiero escribir algo en la computadora que está en la oficina, del otro lado del patio, pero abajo están los perros Gary y Perla, siempre al acecho y pueden no reconocerme, y además uno de los guardias podría confundirse en la oscuridad. Así que me he puesto a reflexionar sobre mi experiencia de vida y el futuro de nuestra juventud.

¿Dónde está el grupo cultural para la juventud refugiar una pena como la que yo sentía cuando falleció mi padre? ¿Dónde está la iglesia católica para guiar a un joven solo y desorientado?

Yo me pregunto: ¿Qué pasará con nuestra juventud? Si cogemos las estadísticas la mayoría de los jóvenes que caen en intercambio de disparos con la Policía Nacional o que son apresados en hechos delictivos no pasan de 20 años.

Ya yo no soy un jovencito, ya hoy soy un hombre maduro, con cinco hijos, tres hembras y dos varones.

No he renunciado a mis ideales, sigo siendo la persona que sueña, sueño muchas cosas para mi país, para mis hijos, para mi comunidad para mi gente. He madurado, los errores del pasado quedaron atrás.

 Hoy es un día en que quiero agradecer a muchas personas por haber confiado en mí, por haberme dado la oportunidad de servir a la patria que educó, al Estado que se ocupó de mi formación, aunque haya sido con muchas precariedades.

Hoy quiero agradecer a mi santa madre Juana Frías viuda Vásquez por haberme traído con amor al mundo. Quiero agradecer en estos momentos a la señora Consuelo Despradel por haberme dado la primera oportunidad de ejercer el periodismo; al director de HOY, Don Mario Álvarez Dugan, por haber confiado en mí; a Don Radhamés Gómez Pepín, a Bienvenido Álvarez Vega; a Nelson Marrero, a Angel Barriuso, a Miguel Febles, a Leo Corporán, Vinicio Cabrera, a Miguel Angel Prestol, y a todas las personas que me han ayudado en mi carrera.

Deseo agradecer al Presidente Leonel Fernández por su confianza y cariño; a Jaime David Fernández Mirabal, por su apoyo y ayuda; a Don Euclides Gutiérrez Félix, a Silvio Herasme Peña, a  Don Álvaro Alvero Hijo, al Embajador José Serulle Ramia; Al Canciller Don Carlos Morales Troncoso, a Rafael Chaljud Mejía, a Hatuey Decamps  y a todas las personas de bien que me han ayudado.¡Ah! y a los que me lanzan dardos, también mi comprensión y mi consideración. Les doy las gracias, por tomarme en cuenta.
ceyba@hotmail.com

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