Tierra alta
Para la historia

<p><span><strong>Tierra alta<br/></strong>Para la historia</span></p>

PASTOR VÁSQUEZ
ceyba@hotmail.com
A la memoria de Amaury German Aristy y los demás jóvenes guerrilleros del 12 de enero, llamados los palmeros, quienes se sacrificaron por la patria.

Hace muchos años, en una fecha que no recuerdo, viajé a una remota comunidad de Bayaguana, llamada Yubina. Iba detrás de un pasado, detrás de una historia, buscaba algo para calmar mi espíritu.

Yo iba detrás del tío Victoriano Vásquez Bello, único hermano de mi padre que todavía sobrevivía. Hacía tiempo que mi padre había marchado por los rumbos de la eternidad y con él se habían marchado las historias de nuestro pasado familiar.

Entonces, en el tío Victoriano, a quien nosotros cariñosamente llamábamos Tito -exactamente él era grande como el Mariscal Tito-, yo buscaba algo de esas historias que quedaron inconclusas cuando una enfermedad maldita y despiadada me arrancó a mi padre cuando apenas yo comenzaba forjarme como adolescente.

Lo encontré en el patio de su vieja casa tejiendo una soga ¿Para qué tejía tío aquella soga? No sé. Con sus ochenta y tantos años pesando sobre sus hombres, Tío Victoriano quería seguir siendo útil a su país, a esta sociedad donde nació él y vivieron sus ancestros.

Tío se sentía solo, estaba nostálgico, pues ya todos los de su generación habían muerto y ya nadie lo escuchaba.

La impresión que sentí cuando lo observé tejiendo lentamente esa soga, como si nunca quisiera terminar, me marcó para toda la vida.

Tío Victoriano me contó cómo él y Papá cayeron presos en 1924, cuando trataron de recuperar las tierras que le habían quitado los norteamericanos cuando vinieron de intrusos en 1916.

Mi tío se quejaba de que todo había pasado porque el abuelo de ellos andaba por ahí detrás de información sobre los asuntos de la guerra y cuando llegaron los norteamericanos encontraron las tierras abandonadas.

“Nosotros éramos dueños desde San Jerónimo hasta Los Jibaros, mi hijo. Todas esas son nuestras tierras, pero nos la quitaron los americanos”.

Mucho tiempo después leí el libro “Cuando Amaban las Tierras Comuneras”, del poeta nacional Pedro Mir, y pude entender que fue lo que le pasó a la gente del Este a principio de ese jorobado siglo.

Pues bien, mi tío Tito me contó la historia de toda mi familia. Tenía una memoria tremenda y gracias a esa memoria aprendí los nombres de nuestros ancestros, en una cadena, que fui anotando desde los 1800s hasta nuestros días.

Yo me crié escuchando historias añejas de mis abuelos maternos y de mis padres. Jamás pensé que aquellas juntas familiares me servirían de tanto para forjarme como un hombre de bien.

Hoy, en la soledad de mi apartamento de la ruta Panamericana, he estado reflexionando sobre el problema de la familia. Yo estoy muy preocupado.

Resulta que la mayoría de los jóvenes que caen en intercambio de disparos con la Policía Nacional están entre los 20 y los 25 años. ¡Qué barbaridad! ¿Qué está pasando con nuestra juventud?

La preocupación mía es grande, pues si la juventud marcha por esos rumbos, sin orientación, sin amor a la familia y al pasado de nuestra patria, qué será entonces de nosotros en el futuro?

¡Que Dios nos ampare!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas