Tierra de nadie

Tierra de nadie

J. ALBERTO PEÑA LEBRÓN
Hay en el sector oeste de la provincia Puerto Plata una amplia franja de terreno, bordeada por la ribera occidental del río Bajabonico, y limitada al norte por el Océano Atlántico, y al Sur por las estribaciones de la cordillera Septentrional, que bien puede ser llamada tierra de nadie, no porque ella sirva de separación a dos contrincantes en conflicto, sino que por el hecho de no estar librando allí el Gobierno batalla alguna a favor de su gente, se siente preterida, abandonada, sin pertenecer a nadie y sin que a nadie duela.

Y es que a pesar de todo el acervo histórico y las bellezas físicas y el interés turístico de que es dueña tal zona, algunos gobiernos dominicanos, incluido el actual, han hecho caso omiso a todos los ruegos y reclamos de sus laboriosos habitantes, pidiendo, más que otra cosa, la construcción de la carretera que conectaría a La Isabela histórica con la Villa Isabela actual, y a partir de ésta, con el Distrito Municipal de Villa Elisa, en la provincia Montecristi, permitiendo así el flujo vehícular que daría facilidades de traslación a personas, bienes y servicios, y que estimularía el crecimiento y desarrollo de toda la región.

Comunidades y poblados de categoría diversa, tales como la Villa Isabela de hoy, y la antigua Isabela donde tuvo su asiento la primera ciudad del Nuevo Mundo, junto con los conglomerados de Estero Hondo, Laguna Grande, La Jaiba, El Papayo, Agua de las Palmas y otros, actualmente marginados de los beneficios que aporta una eficiente comunicación vial, de construirse esa obra, irradiarían todas sus potencialidades productivas hoy soterradas, tanto en agricultura como en ganadería, y en el aprovechamiento de las riquezas históricas de los lugares más notorios, como las ruinas de La Isabela original fundada por Colón, y la playa de Estero Hondo, por donde arribaron los expedicionarios del 20 de junio de 1959. A ello habría que agregar la incomparable hermosura de las playas de La Ensenada y Punta Rucia, que en limpidez de aguas, blancura de arena y dulzura de clima pueden competir con cualesquiera otras muy afamadas de nuestro país. De igual modo pueden ser mencionados el islote Cayo Arena, que a tantos visitantes atrae, y el Santuario de los Manatíes, especie en peligro de extinción, que hoy se alojan plácidamente en las aguas de El Caño de Estero Hondo, bien cerca del lugar donde Colón pernoctó el miércoles 9 de enero de 1493, según lo narra el Diario del Descubridor, transcrito por el Padre Las Casas en su Historia de las Indias.

Nosotros nos preguntamos: ¿Por qué tanta indiferencia oficial ante este pedazo de nación que merece mejor trato? Sus habitantes, unidos en un Grupo de Desarrollo Regional de Puerto Plata Oeste, publicaron a plana completa, en un diario de circulación nacional, con fecha 3 de noviembre de 2006, un respetuoso reclamo al Presidente de la República, solicitándole una vez más la construcción de obra tan necesaria como lo es esta carretera, y recordándole la promesa que el jefe del Estado hizo a los expositores, cuando visitó la ciudad de Puerto Plata en abril del mismo año, de incluirla en el presupuesto del año 2007, promesa que no fue cumplida.

En tiempos recientes esa tierra de nadie, esa franja del país abandonada, ha cobrado algo de notoriedad pública, al verse sus moradores obligados a tomar decisiones desesperadas, las cuales pudieren llamar la atención y quebrantar la indiferencia de las autoridades. En efecto, como manifestación de protesta por esta situación, en dos o tres ocasiones impidieron el tránsito de algunos autobuses que conducían turistas a las playas, lo que, según opiniones de ciertos comentadores de estos sucesos, puede amenazar sensiblemente el futuro desenvolvimiento y el actual nivel de desarrollo del turismo nacional.

Ante estos hechos lamentables, pensamos que el Gobierno y los empresarios del sector turístico de Puerto Plata deberían compartir acciones que lleven a la construcción de la carretera que demandan los habitantes de esta tierra de nadie, algunos de los cuales dicen sentirse tratados como objetos de poca estima, tal vez como lo que en lenguaje de esa región ganadera ellos llaman, algo rudamente, la última pieza que mete la vaca al monte. Lo que en verdad causaría mucha pena, de ser cierto.

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