ALEJANDRO HERRERA
Para algunos entendidos el momentun político nacional es del Presidente Leonel Fernández, que se mueve en el escenario sin contrincante equiparable o adversario del mismo nivel alcanzado por la estatura de su figura política; aquilatada por su dos elecciones como Presidente democrático, su condición de líder confirmado del principal partido político del país, sus demostrados atributos democráticos y de honestidad, su sencillez y caballerosidad, y el ser dueño de un envidiable arsenal teórico-conceptual poco común, que le permite interpretar muchos de los fenómenos que marcan o caracterizan la naturaleza de la época actual, tanto en el ámbito nacional como internacional.
Esas condiciones en cualquier gobernante que tenga claro su papel, dan tranquilidad e inspiran confianza y certeza de rumbo entre los gobernados. Pero estas notas tienen por objetivo destacar el hecho de cómo el Presidente Leonel Fernández usa la ventaja de poner temas de discusión en el debate público que resultan especie de trampas, desconcertando a más de uno de los que intentan hacerle frente, incluyendo a legisladores y analistas de la sociedad civil que con sus comentarios y artículos de respuestas tampoco logran dar en el clavo del debate. Veamos el caso siguiente.
Sucede que entrado el año 2006 el Presidente Fernández de forma racional e inteligente ha entendido la oportunidad de atacar, exhortando a elegir un nuevo Congreso en las elecciones programadas para mayo de este año, que tenga una configuración más plural, en término de representación política, es decir, que no responda a una sola fuerza política, como es el caso del actual parlamento en manos absolutas de PRD y su actual tendencia hegemónica del PPH.
Argumentando en esa dirección, el doctor Leonel Fernández, ha sostenido que este Congreso ha permitido al PRD ejercer en algunos momentos claves lo que el denomina «tiranía de la mayoría» y ha citado ejemplos concretos e innegables; como cuando escogió a los miembros de la Junta Central Electoral de noche y en forma sorpresiva unilateral, cuando hizo lo mismo con quienes integran la Cámara de Cuentas y hasta cuando introdujo una antojadiza modificación Constitucional para imponer la reelección por un período y favorecer así al líder del PPH, el entonces Presidente Hipólito Mejía.
Las respuestas a la acusación de ejercer la «tiranía de la mayoría», no hicieron esperar. Lo menos que hizo el Senado fue hacer público el 19 de enero un comunicado de página entera en la prensa nacional que calificaba de desconsideradas las declaraciones del Presidente de la República. En al realidad objetiva de los hechos el mismo reflejaba el desconcierto o falta de comprensión de un concepto político empleado atinadamente. En esa perspectiva el doctor Fernández puede estar «riendo con la muela de atrás» al contemplar como se utilizó el escenario de la Asamblea Nacional para responder con desorientado e inoportuno contraataque lo afirmado por él sobre la tiranía de la mayoría.
Quedando claro, que con excepción de él mismo, aún nadie entiende el significado correcto del concepto «tiranía de la mayoría», que es un término de uso común en las discusiones teóricas generadas entre pensadores políticos norteamericanos, preocupados por la mejoría del funcionamiento de la democracia. En un libro acreditado de James Fishkin, del cual una vez escribí, titulado «Democracia y Deliberación», Nuevas perspectivas para reforma democrática, traducido por Jorge F. Malen para la editorial Ariel Barcelona en 1995, el autor plantea que una versión defendible de la democracia se da donde la misma satisfaga tres condiciones básicas: «Igualdad política, – decisiones basadas en la deliberación y -Evitar la tiranía de la mayoría».
La tiranía de la mayoría es entendida como «la elección de una política que impone privaciones severas cuando podría haberse elegido una política alternativa que no habría impuesto ninguna privación severa a nadie.» ¿Qué hizo el Senado en los tres ejemplos antes señalados donde obvió el consenso de una sociedad plural caracterizada por la diversidad y variedad de intereses?. La democracia tiene sus complejidades y trampas. El ejercicio de un derecho no puede perjudicar a otro, aun cuando éste fuere de minoría. Si la mayoría no toma en cuenta a la minoría, sencillamente ejerce tiranía