Tiro alegre

Tiro alegre

En el plano de la especulación ponderaré el panorama que se habría dado si Carmen T. Tejada de Vásquez hubiere sido herida. O hubiera sido baleado uno de sus hijos. O hubiera sido víctima del salvaje ataque la muchacha que los acompañó en la tarde en que apareció el rostro feroz de la barbarie del siglo XXI. Dios libre del mal a esa familia, y no permita que incidentes como éste se repitan nunca jamás. Valga la especulación para que la Policía Nacional exhorte a sus integrantes a recurrir a procedimientos civilizados al dirimir asuntos personales.

Volvamos a la posibilidad de unos heridos. ¿Qué estaríamos planteando en las páginas de los periódicos aquellos que escribimos y buscamos la quinta pata al gato? Diríamos que Carmen es hija del director de Diario Libre y que en ese periódico se publicó algo que enardeció a un funcionario del gobierno. O mucho peor, especularíamos que lo acontecido es advertencia para proclamar el imperio de la autocensura. Gracias a Dios, los disparos -¡tres disparos, no uno!- únicamente dañaron un neumático.

Esta situación no debe repetirse. Y el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, de buena crianza, de recta familia, de padres decentes, sabe cómo reeducar a quienes se muestran incontrolables. Nadie pedirá que enrolen angelitos del Señor. En mundo de perversidades como el de la época en que vivimos, también son requeridos policías enérgicos. Hay distancia enorme, no obstante, entre una conducta de relativa dureza y la de un siniestro bergante como el que disparó sin reparo sobre una dama y sus hijos.

Reconozco que conducir vehículos en Santo Domingo genera tensiones enormes. No pocas veces he deseado montar un tanque de guerra para enfrentar las locuras de otros conductores. Domeño la furia. Luego, coloco el índice de mi mano derecha junto a mi oreja de ese lado y hago círculos demostrativos de cuanto pienso de ellos. Otras veces recurro a algún San Antonio de Padua para descargar la ira. Me cuido, sin embargo, de pronunciarlo en el interior del vehículo. Y luego invoco a mi Creador pidiéndole fuerzas para soportar las bajezas y debilidades del prójimo. Y superar las mías.

El lugar en el que la señora Tejada de Vásquez sufrió la traumática agresión –ténganlo por seguro que dejará huellas- es particularmente preocupante. Quien haya circulado por la José Contreras en la intersección con Alma Mater sabe que la esquina es un suplicio. No vale hora, pues la obstaculización es impuesta por los vehículos públicos en todas las horas. Los carros públicos bajan por la Alma Mater y en la intersección doblan en U, les corresponda o no la luz del semáforo. En el mismo sentido norte/sur, los choferes de guaguas se estacionan a recoger pasajeros, escalonándose para estorbar la vía. Lo mismo hacen esos guagueros en la José Contreras, a ambos lados de la esquina.

En el lento discurrir por la vía, es lógico que aumenten las tensiones. Mas ello no justifica al agente que, derribado de su motocicleta porque la mucama abrió la puerta sin observar si tenía junto a sí un vehículo, disparase como un verdadero bribón. Ha llegado la hora de que comencemos a revisarnos. Todos. Pero más que otros los agentes del orden público tentados a disparar alegremente, sin considerar el papel que juegan en la sociedad.

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