Tirón de oreja

Tirón de oreja

Al margen de cualquier censura por eventual agresión a nuestra soberanía como nación independiente, la recomendación que nos hace el subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, John Taylor, de que sea castigada la quiebra de bancos, es lo que más se ajusta a la inocultable necesidad que tenemos de hacer confiables nuestras instituciones, absolutamente todas.

Esa recomendación encaja como anillo al dedo, para bien o para mal, en aspectos que hemos estado reafirmando y apuntalando en cumbres y reuniones internacionales, como compromisarios, de hecho y de Derecho, de la Convención Interamericana contra la Corrupción, cuyas ejecutorias están fundamentadas en la intención medular de cerrarle los caminos a los corruptos de toda índole y no dejar lugar a la impunidad.

Como Estado, una de nuestras necesidades primordiales es preservar la confianza de las instituciones, entre las cuales el sistema financiero tiene una importancia enorme. Asimismo, el ejercicio de la Justicia para una correcta aplicación de la ley no puede dejar resquicios de duda, ni siquiera en lo que concierne la calificación que pueda merecer la forma en que la administración del Estado manejó los asuntos que justifican estos procesos y que han sido la principal causa de la catástrofe económica que nos abate. )Acaso puede quedar sin dilucidación y castigo una situación que ha empobrecido a más de ocho millones de habitantes de un país y que ha deteriorado seriamente la confianza general? En nuestra condición de Estado, de la respuesta que demos a esta interrogante dependerá la consideración que merezcamos como interlocutores en un sistema de economía y mercado globalizados.

[b]II[/b]

Pero los países como el nuestro, con autoridades que suelen faltar a sus compromisos y rehuir responsabilidades, deplorablemente tienen que soportar, sin hacer bembitas, estos intrusismos disfrazados de sana y diplomática recomendación. )Qué, si no recriminaciones, puede esperar una autoridad que ha faltado a los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional, al que acudió precisamente empujada por los devastadores efectos de un «hoyo financiero» que ha llevado al colapso la economía del país? Como Estado, hemos actuado del mismo modo que el paciente que, asustado por una dolencia, acude al médico para, una vez aliviado, terminar violando cada una de sus recomendaciones.

El acuerdo con el FMI es el recetario para restablecerle la salud a la economía, pero el Gobierno, una vez recibidos los recursos contemplados en estos arreglos, empezó a evadir responsabilidades y a pretender, inclusive, postergar compromisos como la reforma fiscal.

No ha debido ser un extranjero, sino nosotros mismos, quien aconsejara la forma de restaurarle al Estado Dominicano la confianza mermada ante el FMI y todo el sistema financiero internacional, pero a fin de cuentas provocamos que nos tiraran de las greñas.

El año próximo de seguro estaremos en la cumbre de la Convención Interamericana contra la Corrupción, que habrá de celebrarse en Argentina. Lo más atinado sería que llevemos a ese encuentro referencias de los actos que hayamos desplegado, como Estado, en beneficio de la causa contra esa epidemia que es la corrupción. Tratemos de no seguir mereciendo tirones de orejas como el que nos ha dado el buen amigo Taylor.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas