Titanes invencibles en el camino del éxito

Titanes invencibles en el camino del éxito

Por: Maribel Lazala
Fotografías: David Nin

 “El objetivo sólo existe en la medida en que un hombre es capaz de soñar con alcanzarlo. Lo que justifica su existencia es el deseo, sin el cual sería un sueño distante, una fantasía”. 

                                         – Paulo Coelho –

De carácter jovial, una sonrisa que pinta su rostro de satisfacción y gozo y una mirada cálida que invita a la confidencia y al abrazo, Frank Rainieri es el prototipo del hombre de éxito: visionario y real.  Un hombre que sueña y hace realidad sus sueños, utilizando la entrega como única inversión que nunca falla.  Él representa con orgullo la historia del turismo del Este de la isla, una zona que hoy se vislumbra en el mundo como un pedazo de paraíso terrenal. Su proyecto, PuntaCana Resort & Club, empezó hace 35 años como una especie de locura o aventura extravagante.  Pero, desde aquellos tiempos en que la distancia y la imposibilidad vial hacían lejano y utópico el desarrollo de esta región, hoy es, más que una realidad nacional, una prometedora manera de catapultar nuestro país con ofertas tan exquisitas en términos hoteleros, como apetecibles en función de sus intactos encantos naturales.

Más de 420 habitaciones hoteleras frente al espectacular Mar Caribe, un turismo cada vez más sofisticado y exigente, muchos de los cuales escogen este paradisíaco lugar para el disfrute de su retiro, convierten la zona de Punta Cana en el más exitoso proyecto turístico del país. Frank Rainieri lo sabe, y lo disfruta con orgullo desmedido. Un orgullo que trasciende la peculiar arrogancia propia del éxito y la abundancia, para instalarse en el lugar indicado: el humilde espacio de su corazón, donde deja aflorar su sencillez de siempre y su natural solidaridad con todos aquellos que le rodean.

Pero, si bien sus éxitos profesionales no dejan ninguna duda, su mayor satisfacción se enmarca en su éxito familiar. Y es que, junto a su compañera inseparable, Haydée Kuret de Rainieri, han logrado construir una familia unida por el amor, el trabajo y la dedicación, fundamentados en los más esenciales valores y principios morales, base y zapata del orgullo con que implementan su imparable carrera hacia el éxito. 

Con ellos, como empresa familiar, develaremos historias y nostalgias, esfuerzos y conquistas, alegrías y sueños por realizar, satisfacciones sencillas e inesperadas manifestaciones de solidaridad. Porque todos ellos, Frank, Haydée, y sus hijos: Paola, Franchesca y Frank Elías, conforman una familia donde la unión ha sido producto y cosecha de una siembra ancestral, que ellos no defraudan ni desdeñan, sino más bien, abonan con cuidado extremo, para que sus futuras generaciones sientan como ellos, el orgullo y la satisfacción de “Los Rainieri”, una familia símbolo de unión y trabajo tesonero.

El día amaneció con nubarrones grises preludiando una lluvia que había sido la constante de hacía varias semanas. Camino al aeropuerto de Herrera, oré por sol radiante, no sólo para que nuestra sesión de fotos fuera espléndida, sino porque además aminoraba un tanto mi temor a trasladarme en pequeños aviones. Y como siempre, El oyó nuestras súplicas y el día nos regaló su esplendidez para poder disfrutar de un día lleno de luz, de sol y para colmo, con muy poco calor. En tan solo 45 minutos estábamos en Punta Cana, donde nos recogió el mismo Frank Rainieri junto a su esposa Haydée para iniciar este encuentro por mucho tiempo programado.  Después de un breve intercambio en la oficina principal que aloja la presidencia del complejo, iniciamos un recorrido por todo el proyecto, iniciando por el Centro Educativo PuntaCana, magnífica obra digna de imitar. No puedo negar que me quedé sorprendida de los impresionantes cambios de Punta Cana, que de repente le han impregnado un singular encanto de megaproyecto de lujo, propio de la oferta más apetecida por los hoteleros.  Esto, sin descuidar ni un ápice su compromiso social, evidenciado en cada uno de los proyectos que integran al empleado y residentes del lugar, como compromisarios del éxito del mismo, y con el singular apoyo a la ecología de la que los Rainieri han sido pioneros y feroces defensores, como lo prueba su exitosa Fundación Ecológica Punta Cana, cuya misión es proteger y preservar los recursos naturales de la región, mientras contribuye al desarrollo sostenible en todos los niveles.

Muy pronto nos dimos cuenta que si nos deteníamos en cada uno de los proyectos –todos dignos de un reportaje especial- sería imposible terminar en un día, por lo que a nuestro pesar, decidimos iniciar nuestra sesión de fotos y entrevista familiar, antes de que el sol nos hiciera una mala jugada. Al efecto, nos dirigimos a la residencia de los Rainieri donde nos esperaban sus hijos.

La espléndida mansión de los Rainieri está localizada en el proyecto de villas denominado Los Corales de Punta Cana, y donde además se encuentran las residencias de Julio Iglesias, Oscar de la Renta, Henry Kissinger, entre otros nombres famosos y cosmopolitas. 

Con una vista espectacular al Mar Caribe esta residencia es una mansión abierta, donde los espacios se confunden con la naturaleza circundante sin necesidad de lujos extremos. Y es que el verdadero lujo es la naturaleza, el paisaje y el ambiente de puro relax que se respira en este espacio singular.  Sus espacios enormes, con techos de grandes alturas, impresionan y cobijan, pero al mismo tiempo nos provocan una sensación de paz y plenitud. La personalidad de sus dueños se percibe en su sencillez y su informalidad, dando paso al confort y al desenfado, propio de los lugares donde el stress no tiene cabida. 

Los tres hijos de la pareja, dos de ellos con sus consortes, esperaban ansiosos la cita, ya que hicieron un paréntesis en sus ajetreadas agendas de trabajo en el hotel, para proceder a las fotos de rigor.  Muy pronto, los “flashes” y las poses, la búsqueda de los rincones más apropiados y las risas propias de un encuentro familiar, se adueñaron del ambiente dando paso a la magia que buscaba: la unión familiar.

Finalizadas las fotos, iniciamos un aparte con Frank para nuestra entrevista, a la que, obviamente se adhirió Haydée, no sólo como su compañera inseparable, sino como co-autora de este sueño hecho realidad: Grupo Puntacana.

 EL EMPRESARIO 

¿Cómo y por qué decides inclinarte por el área del turismo?
F.R.:
Pasaron tres cosas. Primero, cuando comencé a trabajar, creía que el futuro de mi país era agrícola  e iniciamos una compañía con mi hermano mayor y algunos de los amigos de mi hermano. Esa compañía se llamaba Agritec y se dedicaba a la fumigación con tractores y avionetas. Yo tenía 19 años y pronto me di cuenta de que podíamos tener economía de escala. No podíamos competir contra Brasil, Estados Unidos o Rusia. Pero, ocurrió otra cosa. Mis abuelos llegaron a Puerto Plata en 1896 a fundar el Hotel Europa, que estuvo abierto hasta el año 1945. En adición, tuvieron una sucursal en Santiago, que se llamó el “Hotel Rainieri”, que estuvo 20 años funcionando. O sea, que había una tradición familiar en la industria de la hospitalidad.  Ni mis padres ni ninguno de sus hermanos siguió la tradición y eso murió.  Pero, por azar de la vida, en 1968, vienen al país unos americanos que no hablaban español y yo, que estaba recién graduado y acababa de regresar de los Estados Unidos, les serví de intérprete, pues eran amigos de mi tío, quien me recomendó atenderlos. Ellos querían comprar unos terrenos para fundar una escuela de marina mercante, pero eso nunca se dio.  Por el contrario, ellos se fueron y regresaron en 1969 porque habían tomado fotografías de las costas dominicanas y querían averiguar a qué precio vendían las tierras. Esto era una selva y encontraron seis familias que vendían a muy buen precio, así que compraron la propiedad que es hoy Punta Cana y a mi me piden que los asesore. Yo tenía 23 años y lo tomé como un “part time”. Pero, pasados unos meses, el americano no sabía qué hacer con las tierras, así que me pregunta a mi. Yo, con la osadía de mis 23 años le dije a los americanos lo que se podía hacer. Primero, había que buscar un tractor para poder hacer un camino de acceso hasta el lugar, hacer unas cabañitas, una pista de avionetas, y comprar una planta eléctrica para tener energía. Ellos se quedaron sorprendidos. A la semana, me llamaron y me pidieron que fuera a Saint Thomas, donde estaba Ted Wheel quien me preguntó qué haría yo si estuviera al frente del proyecto. Al final de la reunión me preguntó cuánto yo ganaba y le dije la única mentira que le he dicho durante estos 36 años que llevo conociéndolo, pues le dije que ganaba 800 dólares cuando en realidad ganaba 275 pesos.  El me dijo que me pagaría 1,200 dólares mensuales si trabaja con ellos para que hiciéramos lo que yo les había dicho. Pero en ese momento me salió a flote la parte de mi madre, quien siempre me había dicho que nunca trabajara para nadie que no fuera para mi mismo. Así que le dije que yo no trabajaba a menos que fuera socio. Ted me dijo que no había problema, que me vendía acciones. Pero yo le dije que no tenía dinero, así que después de negociar como todo un experto, quedamos en que me pagaría 1,000 dólares mensuales y el equivalente a 200 dólares en acciones de la compañía y recuerdo muy bien lo que dijo “si haces lo que me propusiste, yo te daré el otro 2.5 % del total de las acciones”.  Y así comenzó.

Hoy por hoy, ¿continúan los mismos socios?
F.R.:
La vida es de evolución. La mayoría de los socios originales no tuvieron la paciencia de esperar y pasaron muchos años difíciles. Tuvimos momentos en que nos ocuparon las tierras, el país no estaba preparado para el turismo, había mucha incertidumbre, y el 95% de los socios fueron vendiendo.  Sólo Ted y yo nos quedamos y cuatro americanos. Luego se incorporaron tres o cuatro amigos míos dominicanos que me apoyaron. En 1997 se incorpora Julio Iglesias y Oscar de la Renta, quienes vinieron acá y se enamoraron. Les tomó 24 horas decidirse. Y es más, creo que te miento, porque la misma tarde en que ellos vinieron, ya no hablaban de una casa ni un solar, sino de invertir. Gracias a Dios hemos tenido esta sociedad con los Kheel y los Rainieri por 35 años y ahora, con la incorporación de Julio y Oscar, mantenemos esa relación de respeto, amistad y de interés por este lugar del mundo.

¿Cómo se sienten hoy, tú y Haydée al ver este gran emporio que es Punta Cana?
F.R.:
No  me gusta usar la palabra satisfecho, porque uno nunca termina. Uno se siente orgulloso, bien, realizado.  Cuando me paro en el aeropuerto y veo doce aviones llenos de turistas y veo dos o trescientos autobuses recibiéndolos, yo veo los miles de empleos que se han creado en esta zona, que en un principio era una selva, apenas algunas fincas de coco y un pobladito donde se salaba el pescado y hoy es el destino turístico más importante de todo el Caribe. Tenemos el tercer aeropuerto en todo el Caribe, Centroamérica y la costa este de México con mayor número de turistas de llegada, una zona donde no existe el desempleo, con ingresos más elevados en todo el país, donde vemos un crecimiento enorme y estimamos que se generan del 20 al 25% del total de las divisas que se generan en todo el país.  Donde vemos en la familia Punta Cana, dentro de nuestra empresa, más de cinco mil personas, con posibilidad de ascenso en la vida, cuando vemos las escuelas funcionando, le damos gracias a Dios, porque nos ha permitido ser parte de este éxito. A eso se agrega la integración de mi familia. Haber logrado que mi mujer, colaboradora de 33 años, esté totalmente integrada a este proyecto, sueño de vida. Lograr que mis tres hijos se integrasen, son sueños que a veces me pellizco y digo: “Papá Dios, ¡qué bondadoso has sido conmigo que me has permitido todas estas cosas!”

¿Sobrepasó tus sueños? ¿Siempre pensaste en grande?
F.R.:
No sobrepasó mis sueños. Yo no pienso en grande, voy escalón por escalón. Mi vida ha sido siempre comenzar de pequeño, ir creciendo a medida que las circunstancias me lo vayan permitiendo, pero eso me ha permitido llegar hasta donde hemos llegado.  Todavía no me siento realizado. Hay mucho que uno puede hacer por nuestro país. Cuando paso por el residencial y veo decenas de edificios y casas siendo construidas, cuando paso por la Galería Punta Cana y veo diez y quince tiendas y ahora para diciembre, un total de 22 nuevas tiendas, me lleno de satisfacción, porque veo que algo uno le está dejando a nuestro país.

Me llegó muy profundamente esa obra que tienen relacionada con la educación. Para mi es un ejemplo de desprendimiento y visión de futuro. Igualmente, los proyectos de biodiversidad de la Fundación Punta Cana, de las cuales han sido ustedes pioneros. Háblame de estas dos cosas.
F.R.:
Tenemos dos fundaciones: la ecológica y la Fundación Punta Cana, que es la parte social. Hemos construido dos colegios: uno bilingüe, al que asisten los niños y pagan de acuerdo a lo que ganan sus padres, y donde asisten los hijos de los empleados de menos ingresos en la compañía hasta mis nietos.  Y ese colegio es totalmente bilingüe, lo hicimos con la idea de enrumbar correctamente la nueva generación. Nuestro país necesita una generación que se inserte al desarrollo económico. Este país tiene un per capita en médicos, abogados, etc., enorme. Pero, lamentablemente, carecemos de cosas elementales como técnicos, profesionales de áreas importantes como chef, recepción, capitanes, no hay buenos plomeros, electricistas, etc. Y las escuelas que hay son contadas. Necesitamos formar más gente para el desarrollo no para tener títulos.  Por eso hicimos la obra, el politécnico, donde se van a formar para esas carreras que si no quieren continuar estudios universitarios, tienen un trabajo decente garantizado. Por otro lado, la parte ecológica, yo tuve el privilegio de ver la naturaleza en su mejor forma cuando llegué aquí por primera vez. Recuerdo que llegué a ver un manatí. Lamentablemente, la falta de educación y conciencia llevó a que lo destruyeran. Yo le dije a Haydée que no podíamos darnos el lujo de que nuestros hijos y nietos no viesen la naturaleza en su mejor forma. Así que en 1992, junto a Ted Kheel decidimos iniciar la Fundación Ecológica. Los tres factores más importantes para la industria turística del Caribe son el mar, el sol y la playa, y si no los cuidamos vamos a destruir lo más importante que Dios nos dio para el turismo.

LA FAMILIA

Frank y Haydée Rainieri llevan felizmente casados años. Juntos han procreado tres hijos: Paola, casada con Juan Tomás Díaz; Franchesca, casada con Marcos de Parada y Frank Elías, quien aún está soltero. Cuatro nietos inundan la casa de los Rainieri con la alegría de la inocencia:  Verónica y Juan Tomás Díaz Rainieri y Marcos Enrique y Javier De Parada Rainieri. La familia crece, y así también la alegría y el orgullo de ver a sus hijos y nietos encaminarse por senderos de honestidad y trabajo, que prometen la permanencia de los esfuerzos de esta singular familia.

Siempre he dicho que lo que somos hoy es el resultado de lo que sembraron en nosotros. ¿Podrías contarnos algunas cosas que recuerdas de tu infancia, que realmente te marcaron?
F.R.:
Yo vengo de una familia muy comedida, honesta y muy seria, compuesta por un hombre, mi padre, diplomático por formación y mentalidad,  y una madre buena, italiana, muy dinámica, trabajadora, ambiciosa, soñadora y rebelde.  Me formé en ese hogar con las tradiciones italianas, donde la familia es el centro de todo. Nos reuníamos 20 o 30 personas a almorzar, junto con Lupe, una señora que duró 35 años en mi casa. Mi madre lo preparaba todo, hasta las pastas.  Mi madre siempre hablaba de que no nos podíamos limitar a la isla, siempre veía oportunidades de negocios. Eso me enseñó a ser visionario.  Recuerdo que en sus últimos años de vida se dedicó a sembrar frutales en Punta Cana. La gente del campo decía que en esta zona no se daban los frutales y mi madre les dijo “lo único que no se da es lo que no se siembra”. Y así fue. Hoy contemplamos los nísperos, mangos y aguacates que mi madre sembró. Esas fueron las cosas que impactaron mi carácter un poco rebelde. Me dio la visión de que hay que trabajar para hacer las cosas, que todo es posible con perseverancia y con trabajo.  Pero también mi padre me enseñó con su ejemplo que no hay que alterarse. El hablaba poco, sabía escuchar y siempre actuaba correctamente.  Un hombre que fue capaz de darle el pésame al presidente Balaguer frente al féretro de Trujillo y de ahí, ir a la cárcel de La Victoria a ver qué le había ocurrido a mi primo hermano Monchy Imbert Rainieri, que estuvo preso un año y medio y esa misma noche, ir a esconder a Antonio Imbert Barreras, y después acostarse a dormir tranquilamente. Y yo he tratado de conjugar esas pinceladas que mis padres me dejaron. 

Me gustaría conocer su concepto de familia. ¿Cuáles son los valores que ustedes no han negociado?
H.R.:
  Yo le llamo a Frank “el papá gallina”. A él le gusta disfrutar en su entorno con sus hijos y sus nietos. Si salimos de viaje es todos juntos. Y por supuesto, en mi casa hay principios y acciones que no se negocian. El principio de la familia es la unión, el respeto. Eso no se negocia. Nosotros creemos firmemente en el respeto mutuo, en el respeto entre nosotros, entre los nietos. La honestidad la aprendimos de nuestros padres y es un orgullo. Frank siempre ha dicho que cualquier cosa podrán decir, pero nunca habrá alguien que no recuerde a mi papá como un hombre honorable, un hombre de palabra. Y esos principios hemos querido inculcárselos a nuestros hijos y nietos. Hoy que se ha perdido tanto, en un mundo de tanto consumismo, con la corrupción, que nos va llevando por senderos que no son los más idóneos. Yo creo que la familia se hace. A los hijos se les enseña a valorar los principios, el amor, el respeto, la admiración, a sentirse orgullosos porque las cosas que se hacen se hacen bien. Y eso, al final, te da muchos frutos y puede haber momentos en que tengas un traspié, pero son traspiés pequeños, que pasan, y al final, los principios y las enseñanzas de la familia quedan.

Por su lado, Frank nos dice: Como dice Haydée, el ejemplo es muy importante. Hemos tratado de mantener una familia muy unida. Tratar de enseñarles una serie de principios en la vida, de orientarlos, educarlos, hacerles saber que sólo con el trabajo el hombre puede progresar. Les hemos enseñado también que lo material no es lo importante. Como decía una frase de “El Principito” y que yo siempre recuerdo porque Haydée me la regaló en un letrerito hace muchos años que decía “Lo esencial es invisible a los ojos”. Y nosotros creemos mucho en eso. Eso va unido a que nuestros hijos, cuando eran pequeños, les enseñamos la importancia de la labor social, de la responsabilidad que el ser humano debe tener. Desde pequeñitos, los llevábamos a zonas bien pobres donde nosotros trabajábamos socialmente para que ellos vieran y palparan la realidad de otros menos afortunados.

¿Qué dirían ustedes que falta en la sociedad hoy día y qué hay que recuperar?
H.R.:
Para mí, el primer valor es la honestidad, la transparencia. Hay que salir de alguna forma de este afán social, que más que afán social es material. Nosotros no concebimos comprar un pantalón bonito, porque lo primero que vemos es la marca. Y eso no fue lo que a nosotros nos enseñaron. Creo que el afán de un ser humano no es comprar una marca porque es lo que todo el mundo usa, sino porque es de calidad, porque es una aspiración que te haga sentir mejorando, avanzando en la vida y obteniendo cosas de mayor valor. Yo insisto siempre en que el afán no debe ser en cuestiones materiales, el afán primario debe ser en cuestiones humanas, personales. Pienso que hay mucha gente con conciencia clara que rechaza todos estos antivalores de la sociedad de hoy, pero hay que actuar y todos tenemos la responsabilidad de hacer algo por nuestra sociedad.

MAS PERSONAL

¿Cómo te autodefines?
F.R.:
Soy perseverante, visionario, soñador, con los pies en la tierra.  Una persona para quien su familia lo es todo. Alguien que cree que lo fundamental de la vida son los principios del hombre y ese es su mayor legado.  Un hombre que cree mucho en las cosas que hace porque las hace con pasión. A veces impulsivo –mi mujer diría que soy malgenioso- intransigente cuando se trata de principios o ideas.  Fundamentalmente, un hombre que le gustaría cuando no esté en esta tierra, digan que fue un hombre honesto, muy familiar, alguien que hizo todo lo posible por su familia y por su país.

Me dirijo a Haydée para preguntarle, ¿Qué dirías tú? ¿cómo definirías a tu esposo en una sóla palabra?
H.R.:
Humilde. Es una persona sumamente humilde. Por esa humildad, Frank tiene toda esa humanidad fuera de serie. Y yo creo que viene porque es una persona sumamente humilde. Para Frank, la vida se desarrolla alrededor de los seres humanos y Frank es todo lo contrario a una persona arrogante, prepotente.

¿Cuál ha sido el peor momento de tu vida?
F.R.:
He tenido varios golpes en mi vida. Son muchos, pero posiblemente el día del accidente de Dominicana de Aviación fue una noche que jamás podré borrar de mi mente.

¿El más feliz?
F.R.:
  ¡Son tantos! Todos los días cuando me levanto y le doy gracias a Dios por un día más y se suben en mi cama mis cuatro nietos y mi mujer, y nos  miramos realmente digo ¿qué más?

Tu versión de la amistad..
F.R.:
Lo más importante después de la familia. Creo en los amigos, en los verdaderos. Yo conozco mucha gente, pero amigos son mucho menos, pero ciertamente entrañables. 

¿En quién confías ciegamente?
F.R.:
Con su característico gesto de ternura, abraza a su mujer, la mira con orgullo y dice:

“¡En ésta que está aquí!” 

¿Cuál es la cualidad que mejor te define?
F.R.:
Trabajador.

¿Cómo botas el stress?
F.R.:
Peleando con Haydée. 

¿Qué admiras en los demás?
F.R.:
La honestidad, la responsabilidad, el trabajo, la gente que es trabajadora.  El trabajo dignifica. Admiro también al hombre responsable, que sabe asumir la responsabilidad de cualquier hecho de su vida. 

¿Qué cosas detestas en los demás?
F.R.:
La irresponsabilidad, la gente corrupta, la gente que se vende, eso lo rechazo.

Tu mayor frustración..
F.R.:
No haber logrado hacer Punta Cana diez años antes y haber podido cambiar en este tiempo la mentalidad de mucha gente en República Dominicana, para que comprenda que el desarrollo del país se basará en el turismo, que no tenemos muchas otras opciones. Eso está demostrado. Tenemos el ejemplo de España. Salió del subdesarrollo, de tenernos que enviar inmigrantes durante siglos, porque no podían subsistir en su país. Ahora es lo contrario, somos nosotros quienes tenemos que mandarles dominicanos a trabajar allá.

¿A quién admiras?
F.R.:
A mi padre. Lo admiré enormemente. Posiblemente es el ejemplo más importante que tengo. Yo lo considero un hombre honesto a través de su vida.

¿En qué crees?
F.R.:
En Dios, en la familia y en el trabajo. 

¿Están equilibradas tu vida material y espiritual?
F.R.:
Si. No tengo la menor duda. Pienso y reflexiono mucho sobre cada acto de mi vida. Todo lo que hago trato de buscarle equilibrio en lo espiritual. A veces mi mujer me relaja y dice: “Cuando tú haces algo siempre estás pensando en los demás y quieres darle una proyección que te dé satisfacción espiritual.” Y asi pasó cuando decidimos construir la iglesia Nuestra Señora de Punta Cana. Relajamos mucho, porque nuestros socios son judios y sin embargo no titubeamos en decirles “vamos a construir una iglesia”. No pensamos que ellos ni siquiera eran católicos.  Sentíamos sin embargo que teníamos que hacerlo, porque Dios nos ha dado tantas cosas, que algo teníamos que devolverle.

¿Cómo llega el amor a tu vida?
F.R.:
Nosotros no fuimos de telenovelas, porque la primera vez que ví a Haydée fue cuando ella ganó en el concurso de Miss República y yo salía con otra de las que competía. Y yo dije: “Y esa turquita tan fea, ¿cómo es posible que la hayan escogido a ella?”  Pasó el tiempo y nos cruzamos varias veces y ella nunca me interesó y pienso que yo tampoco a ella, hasta el día en que por primera vez hablamos y perdí. Porque a pesar de que Haydée tenía tan solo 18 años, me encontré con una persona con los pies en la tierra, muy madura para su edad. Yo tenía 26, y sus condiciones de liderazgo significaron mucho para mi. Si te digo que fue su belleza física, la cual tiene y mantiene aun 32 años después, te voy a hablar mentiras. Lo que más me impresionó fue su condición personal. De ahí no nos volvimos a ver por tres meses y una noche nos encontramos en la “Avenida” , o sea, en el Malecón, y esa fue la primera noche que verdaderamente salimos y ya, de ahí en adelante, eso se convirtió en una carrera. 

Y para ti Haydée, ¿fue un flechazo, o te atrapó a medida que lo conocías?
H.R.:
No fue de novela, ni fue un flechazo absolutamente. Fue una relación que se inició basada, a pesar de que éramos muy jóvenes, en la parte humana. El enamoramiento se inició con la persona, en su interior, no con el físico de la persona. Quizás por eso es que hemos durado tanto. Mis hijos dicen que estoy mejor ahora que cuando era soltera. Y por supuesto, yo estoy asi porque él me mantiene asi. El se la pasa diciendo eso. La relación entre nosotros comenzó con el interés de dos muchachos jóvenes que se atraen por la personalidad del otro, y por supuesto, la parte física es muy importante. Pero yo creo que lo que más prevaleció fue la atracción de la persona, la admiración que sentía por él. A mi me ecanta conversar con Frank. Recuerdo que me sorprendía y me sigue gustando, aunque pelea a veces, pero me dice: “Tú te imaginas que aburrida sería la vida con otra gente que no fuera yo!” Y ciertamente es asi.

Haydée, ¿eres romántica?
H.R.:
Yo creo que no. Yo no soy muy romántica. Frank es más romántico que yo. Por eso él ha sido un equilibrio en mi vida y creo que yo también lo he sido para él. El es un complemento de cosas que no tengo y que él me hace recordar que uno debe tener. Me imagino que a él le debe pasar igual que a mi.

¿Cómo te consideras como padre?
F.R.:
Ya Haydée dijo que yo soy un «papá gallina»…

Haydée apunta: “sumamente cariñoso y protector”.

¿Y cómo esposo?
H.R.:
Es muy cariñoso, muy detallista, muy romántico, un encanto. Siempre esta muy pendiente de una tarjeta bonita, un regalo, una flor, un detalle.

¿Y tú Haydée? Ya dijiste que no eras romántica, pero ¿eres cariñosa, apasionada..?
F.R.:
Haydée es la antítesis de eso, pero me hace las tarjetas más lindas que pueden haber. Ahí ella se bota. Yo la admiro mucho porque el amor no es solamente la belleza física ni la emoción, ni siquiera el cariño. Tiene que haber una parte que sea admiración. Yo admiro profundamente a Haydée. Considero que es una mujer especial, con una personalidad tremenda, que a veces se nos va de las manos y tenemos que halarnos mutuamente. Y eso es lo interesante y lo increíble de nosotros: dos personas con carácter fuerte, liderazgo, empuje, que no son sólo marido y mujer,sino que comparten un sueño de vida y trabajan juntos. Estamos 24 horas al día juntos, que no es fácil. Y sin embargo, creo que tenemos una admiración mutua, el uno por otro. Las cosas que yo no me atrevo a decir, ella las dice. Y viceversa. También sabe decir “te equivocaste”, tanto en el plano personal como de negocios, tiene las condiciones para decirme en qué he fallado.

Si volvieras a nacer, ¿qué enmendarías?
F.R.:
Posiblemente, la única cosa que yo recuerdo que cambiaría es que dejé mis estudios en la universidad en Estados Unidos por soñador, por venir a ayudar a mis padres, que en ese entonces estaban iniciando un nuevo negocio. Y aunque terminé aquí, siempre he lamentado que no concluí mis estudios en los Estados Unidos, porque me hubiesen dado una visión más amplia de lo que es la vida. 

Memoria, inteligencia, voluntad… ¿qué es lo más importante?
F.R.:
 Voluntad. La inteligencia puede ser para bien o para mal. La memoria, bueno, con la voluntad llegamos a todo. 

Dice la Biblia que a quien mucho se le da, mucho se le exigirá. ¿Están ustedes preparados para eso?
F.R.:
Yo creo que estamos preparados. No quisiera pecar de falta de humildad, pero nuestra vida se basa mucho en poder compartir lo que hemos recibido.  El hecho de crear Punta Cana, no es simplemente un negocio. Nosotros disfrutamos cuando vemos la cantidad de personas que viven de este trabajo y se han podido desarrollar. Los niños que van a la escuela y que les dan la oportunidad de crecer con una buena educación. Lo que nosotros hacemos, lo hacemos pensando en lo mucho que hemos recibido, el compromiso, la obligación que tenemos con Dios de compartir, no lo que nos sobra, sino lo que tenemos.  Por eso pienso que realmente siempre puedes hacer más. Siempre hay algo más, pero si hiciera un balance, creo que podemos decir que estamos contentos. No satisfechos, porque no me gusta usar la palabra satisfecho pero si contentos de lo que hemos ido logrando.  

M.L.: Quiero que llegue a todos los lectores de En Sociedad en nuestro país y en el resto del mundo, que se puede tener hogar como el de ustedes, enarbolando la paz, el bien y el amor. ¿Qué significado tiene esta época del año, la Navidad, para los Rainieri?
HR:
La Navidad para mi es una época de crecimiento, nacimiento y renacimiento. Nunca he sido muy amante de las fiestas navideñas, siempre me he sentido un poquito triste, pero por mis hijos, para no transmitirles a ellos mi frustración de la Navidad, dejo que pongan el arbolito, las luces y la música, para hacer alegría, porque ciertamente es una época de alegría. Pero si la dejamos sólo en las fiestas, no representaría su esencia. La Navidad representa el nacimiento de Dios hecho hombre, y para nosotros debe ser el nacimiento de nosotros mismos en nuestro interior, para vernos y pensar “¿cuántas cosas nuevas y buenas podemos crear nosotros? ¿cuántas cosas tenemos que sobrepasar? Y, ¿cómo podemos ser mejores cada día?” Yo creo en la Navidad como época de amor, de renacimiento, de disfrutar tus amistades, la familia, todo lo que es inmaterial y lo que invisible a los ojos. Para mi, eso es la Navidad.

Epílogo

La tarde se pone triste y el sol se esconde entre las nubes dando paso al crepúsculo. El momento de irnos ha llegado y nos percatamos de que muchas cosas quedaron ciertamente, “invisible a los ojos”. Así, mientras cada uno se aleja con prisa hacia cada uno de sus quehaceres cotidianos, nos revelan entre sonrisas entrecortadas y frases que quisieran reclamar al tiempo que descanse, que ciertamente hay mucho que decir, muchas emociones aprisionadas, dejadas con descuido a la interpretación de aquellos que saben reconocer los desafíos de “la primera impresión”. Recuerdo entonces que la intuición es el alfabeto de Dios. Y comienzo a interpretarlo. Observo y siento, que

muchas cosas quedaron envueltas en el aroma de la armonía, en la indescifrable corriente de camaradería que existe entre todos los miembros de esta familia modelo. Ellos lo saben. Cada uno está consciente de su rol y su misión. Cada uno sabe que aunque con sus características individuales y su personalidad especial, están interconectados por una corriente de solidaridad que nunca va a romperse, porque está sellada con el pacto del amor, de la fe, de la esperanza, y de ese compromiso de permanencia con el que tratamos de legar nuestras tradiciones más auténticas.  Ellos han triunfado, pero están plenamente conscientes de que han sido bendecidos. Por eso, nunca han dejado de ser los mismos: naturales, espontáneos, cercanos, generosos y solidarios. Saben que el tiempo de la prosperidad ha llegado, coronando sus esfuerzos y su entrega, pero no olvidan que otros no han tenido esa oportunidad. Por eso sus bendiciones crecen y se multiplican, porque han sabido sembrar y dar con alegría. Y aunque su apellido sonoro y con toques de aristocracia pudiera ubicarlos en las nubes glamorosas de la vanidad, ellos prefieren la tierra, lo real, lo cotidiano y auténtico y me hacen recordar esta meditación inédita de Paulo Coelho que reza: 

“Cada uno tiene algo diferente que enseñar y es la suma de estas diferencias lo que llamamos “sabiduría”. Únete a los que son flexibles y entienden las señales del camino.

Son personas que no dudan en cambiar su rumbo cuando se encuentran con una barrera infranqueable, o cuando vislumbran una oportunidad mejor.

 Poseen la cualidad del agua: deslizarse entre las rocas, adaptarse al curso del río, a veces transformarse en lago, hasta que la depresión esté llena y pueda continuar su camino, pues el agua no olvida que su destino es el mar, y tarde o temprano, deberá llegar a él»

Los Rainieri estan conscientes de ello, porque son auténticos hacedores de sueños. Cabalgan a Pegasso en temporadas, mientras aterrizan con cuidado en las llanuras de sus realidades y límites. Pero siempre, ya en las alturas de la ilusión o en las planicies de la cotidianidad, manifiestan la misma fe, la misma alegría, la misma confianza en el futuro promisorio de su país.

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