TLCAN, once años de gran avance económico pero lento progreso político

TLCAN, once años de gran avance económico pero lento progreso político

WASHINGTON, (EFE).- Once años después de la firma del Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México, los intercambios comerciales entre los tres países se han disparado a un ritmo que no han podido mantener las relaciones políticas. En 1994, cuando los tres países norteamericanos formaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los intercambios comerciales entre los tres países sumaron 347.285 millones de dólares, de entre los cuales 242.843 millones correspondían al comercio entre Estados Unidos y Canadá.

Una década después, la suma del comercio trilateral se ha disparado hasta los 725.284 millones de dólares, lo que significa que cada día los tres países intercambian productos por valor de casi 2.000 millones de dólares. El tráfico de mercancías entre Estados Unidos y Canadá sigue dominando las cifras del TLCAN -en 2004 representó 446.081 millones de dólares, frente a los 266.618 millones del comercio bilateral entre EEUU y México- pero en porcentaje, el país latinoamericano ha sido el más beneficiado en la última década.

Mientras el comercio e inversiones entre los tres países han roto barreras que hasta hace unos años se consideraban insuperables, las relaciones políticas entre los socios del TLCAN no han experimentado el mismo ritmo de acercamiento.

E incluso, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las diferencias de objetivos entre los tres gobiernos se han acentuado, planteando dudas sobre si el TLCAN puede ir más allá de un simple acuerdo económico o, como pretende el presidente mexicano, Vicente Fox, acercarse al modelo de integración de la Unión Europea.

Por ejemplo, a pesar de la sintonía personal que han disfrutado Fox y su colega de Estados Unidos, George W. Bush, desde que ambos dirigen sus países, el líder mexicano ha sido incapaz de arrancar de la Casa Blanca un compromiso para facilitar las restricciones que Washington impone a los emigrantes mexicanos.

Estados Unidos, para muchos obsesionado con la seguridad tras los atentados del 11-S, se ha preocupado más por avanzar su agenda de la lucha contra el terror que por apaciguar los temores de sus socios, especialmente la preocupación por parte de Canadá de su posible pérdida de soberanía.

Y Canadá, que ha visto con temor cómo las diferencias sociales entre los dos países han aumentado en los últimos cuatro años, ha sido incapaz de conseguir un compromiso de Washington para refinar los problemas surgidos con la actual configuración del TLCAN, como las disputas sobre exportaciones de madera canadiense.

Es en este contexto en el que se reúnen los tres gobernantes norteamericanos en el rancho de Bush en Crawford (Texas).

El previsible anuncio de que la cumbre de Crawford incluirá un acuerdo para institucionalizar en el futuro las reuniones de los dirigentes ha sido valorado de forma positiva, como un signo de la profundización de las relaciones políticas entre los tres países.

Pero la ausencia de grandes anuncios de acuerdos y los tres pilares sobre los que se ha constituido la cumbre (prosperidad, seguridad y calidad de vida) también han puesto de manifiesto que las diferencias políticas entre los tres socios siguen siendo demasiado grandes como para enfrentarse a los temas más polémicos.

La fría reacción a la propuesta hecha pública la semana pasada por una comisión compuesta por destacadas personalidades de los tres países es otra muestra de la lentitud con la que avanza la profundización de las relaciones políticas y sociales entre los tres socios.

La comisión propuso que los tres países adopten ambiciosas políticas comunes en temas de seguridad e inmigración, así como una verdadera unión aduanera.

Como señalaba hoy el periódico canadiense «The Globe and Mail», la propuesta de la comisión «es el equivalente de un esprint olímpico para una región que apenas está un poco más allá de la etapa de gateo en la integración».

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