Ser o no ser depende no solo de lo que el sector público tiene que hacer y no ha hecho sino, también, de la determinación y gestión interna de una empresa. La entidad que se cruce de brazos a esperar que el gobierno le cree el escenario ideal para desarrollarse es muy probable que llegue tarde al mercado. El nivel de competitividad no es un maná que caiga del cielo. Se construye, se forja, se desarrolla, principalmente desde adentro de la compañía. En este país conozco no pocas empresas que, no obstante las falencias de que padece la economía, han logrado niveles de competitividad internacional.
Pongámonos de acuerdo de a qué nos referimos cuando se habla de competitividad. Es dotar a la empresa de la capacidad de obtener un beneficio máximo y sostenible centrado en primer lugar en una alta calidad e innovación. Así, poder mantener una posición favorable en el mercado. Tanto se habla de competitividad que parecería que se trata de una “moda” empresarial cuando es, en verdad, un factor estratégico para cualquier actividad económica: el gran desafío para una empresa y para los empresarios. Es dotar a la entidad de tecnología adecuada, el “know how” imprescindible y la fuerza de trabajo calificada y con todo ello poder aprovechar eficientemente las condiciones del entorno, que sí debe construir y garantizar el sector público.
Hay que invertir en el desarrollo de las infraestructuras y servicios sociales integrales para que el sector privado pueda contar, efectivamente, con un escenario propicio para su propia gestión. El factor educación e innovación y su interrelación es crucial en un escenario económico que pretenda forjar un alto nivel de competitividad. En este caso, igualmente, la empresa debe emprender acciones de encuentro con las universidades y el sector científico nacional que cuenta con la capacidad de investigación e innovación. También en el país hay un caudal no explotado en este ámbito con un amplio sector empresarial desconocedor de ese potencial. Los organismos regionales e internacionales han señalado el muy bajo nivel de inversión en innovación y desarrollo en toda la América Latina. La RD es uno de los países peor situados. Es uno de los factores que nos limita la posibilidad de aprovechar eficientemente los acuerdos de libre comercio – adecuados o no – que se han firmado. La empresa tiene que aliarse a la ciencia y las entidades científicas tienen que mirar a la industria y no solo a las grandes. Las pequeñas y medianas empresas tienen un peso estratégico en la mayoría de las economías más eficientes.
Obviamente, el gobierno tiene una gran responsabilidad en crear condiciones necesarias para facilitarle a las empresas el elevar su competitividad pero éstas tienen también que hacer lo suyo. Téngase en cuenta que la competitividad no radica solo en la reducción de costos – componente del precio – sino en establecer márgenes de beneficio racionales – el otro componente -. Pretender beneficios exagerados también afecta el nivel de competitividad. Ganar mucho en mucho y no pretender ganar mucho en poco. Fácil de descifrar.