¿Tocando fondo?

¿Tocando fondo?

POR JOSÉ B. GAUTIER
Esta establecido que la historia la escriben los vencedores,- muy raras veces los vencidos. ¿Cuáles han sido las normas de ética y moral cívica, política y religiosa de los vencedores, los fuertes, establecidas en la Isla de Santo Domingo, impuestas a los vencidos, a los débiles, a la fuerza y el terror, desde su descubrimiento en 1492 hasta el presente? ¿Fueron los Colones y los gobernantes que les sucedieron ejemplos de virtudes y bondades actuando a nombre de la Monarquía española cuando trazaron el camino a seguir en la Encomienda o la Esclavitud que les produjo tantas riquezas y bienestar a los opresores y tanta pobreza y miseria a los oprimidos?

¿Ha actuado la Iglesia Católica durante todo este período histórico, a la altura de la predica hecha por fray Antonio Montesinos en el Sermón de Advientos en 1511? ¿Cuáles valores morales y éticos han cambiado en el tiempo o se han perdido, desde el nacimiento de la sociedad dominicana hasta el día de hoy? Ninguno si vamos a ser honestos en la autocrítica para enmendar errores o seguiremos en el limbo.

A pesar de su cercanía,- mientras no se levante el telón de la mentira y de la hipocresía y se presente como punto de partida a un debate serio la definición de lo que es la democracia representativa en una sociedad libre viviendo todos sus ciudadanos en un Estado de derecho, donde se respeta la Constitución de la República y sus leyes para su comparación con otras vertientes políticas,- hoy resulta difícil juzgar la moral política prevaleciente durante el régimen autoritario y continuista de Joaquín Balaguer Ricardo, no bajo el largo periodo transcurrido a la sombra del paraguas protector de Rafael Leonidas Trujillo, si no ya después de obtener su manumisión involuntaria al ser decapitada la tiranía y entrar a la vida política como sujeto conocedor del bien y del mal, con libre determinismo.

No son todos los seres humanos, especialmente los políticos, los que han tenido la brillante oportunidad de reivindicarse ante una sociedad que antes atropellaron con sus acciones u omisiones. Balaguer perdió la oportunidad de hacer su Perestroika. Lo cegó su ambición de poder político limitado a conquistar a cualquier precio.

Nos cabe la satisfacción del deber cumplido ante la sociedad dominicana porque lo que decimos o especulamos ahora sobre el comportamiento caprichoso del Presidente Balaguer durante sus gobiernos, lo dijimos por escrito publicado en la prensa nacional, por la radio y por la televisión, cuando la persona objeto de nuestro razonamiento estaba vivo y podía defenderse. Fuimos afortunados con los atropellos personales, al despojo a la propiedad y a la censura impuesta a los medios de comunicación por disentir. Nos consideramos privilegiados. Sobreviviremos sanos y salvos, y podemos contarlo. Fuimos de las pocas voces que clamaron entonces en el desierto. Nadie escuchó. Nadie nos hizo caso. Pero los hechos están ahí. Se pueden ver y palpar.

Hoy los dominicanos perdimos nuestra nacionalidad de forma irreversible por las malas e irresponsables actuaciones de sus gobernantes afectados por el síndrome de negociar la nacionalidad a cambio de mantenerse en el poder político indefinidamente.

Ya la República Dominicana no será jamás, con más de un millón de haitianos radicados ilegalmente en el país a partir de 1966 después de la firma Balaguer-Duvalier de un inmoral y corrupto acuerdo internacional llamado «Sobre la Contratación de Haití y la Entrada a la República Dominicana de Jornaleros Temporeros Haitianos»,- la nación libre e independiente, que a pesar de todos los tropezones, pudimos mantener hasta ese momento que fue vendida su soberanía territorial a intereses foráneos por otro Judas.

Lo que si podemos asegurar al pueblo dominicano, es que «el mefítico olor a la mentira» no se sintió en la Iglesia de la ciudad de San Cristóbal, un día de junio de 1961, en unas exequias solemnes, cuando un Presidente Joaquín Balaguer Ricardo, lloroso y emocionado, como si fuera una filipica romana cualquiera censurando a los conspiradores y asesinos del Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, pronunciaba el Panegírico ante el féretro envuelto en la bandera nacional del Dictador caído. ¡Es que la historia, aunque sea al revés, la escriben los opresores!

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