POR CARLOS FRANCISCO ELÍAS
Para contarte la historia, tendría que recodar aquella película de los hermanos Tavianni, donde una stella (que es siempre estrella ), hace música en el firmamento, busca una ventana y hace un gran trazo de luz, para los que conmovidos la ven llegar desde el exilio, pan de los ojos para la enseñanza con dignidad, sin alpargatas como imaginan, pero, en cambio, sí con una hermosa sonrisa de verano presentido.
Mientras era adolescente su historia no la conocía del todo, pero puedo jurar que me recibía en aquel lugar donde el río gobernaba, amo y señor de esas tardes de bellas escaleras de limo limpiadas, olor a tinta, edificio de piedra, y una retreta de plomo y tipos, que era una música experimental, de cuando los periódicos tenían obreros e historias.
Allí me recibía, escuincle yo, ojos grandes de blues repleto, discresión de voz y agrado por ella.
Así la conocí, tímido con mis tennis azules, franelas americanas de rayas a la redonda, entonces sabíamos que el verano era eterno y que ir en jean y esas franelas (las mismas que Carlos Dore compraría luego, Meriño con Conde era Ginger Ale de espuma y sonido) era como decir : . Ea, pues señora de las letras, he aquí este ciervo perseguido, que busca en su oficina un oasis a tantas pendejadas de ultraizquierdistas imbéciles, cuya incultura los hacía ciego a la música, ea pues, señora nuestra, publique este poema de pubis y añoranzas, de María Virginias y Hortensías, de prosas salobres y pensamientos imposibles, ea pues señora nuestra. …
¿ De qué lugar de Euskadi?… No lo sé.
Donostía era un coro a capella, de largas fuentes en Bidasoa premiado de peces plateados desde el puente, inocentes juguetones en la corriente.
Alguna vez, ella lo pensó, porque todos los ríos son fugitivos pluviales de pensamiento y agua, destino y memoria, para cielos lejanos…
Pero en cada tarde, en la mirada adoquinada por los lentes furtivos, en la sonrisa clara de Elías usted no molesta, siéntese y no se vaya, fue ganando un corazón cuarteado por la desgracia de los años y el dolor.
Siempre me pregunté si en aquella relación circunstancial había un espíritu filial de la mujer madura, que entendía la angustia del adolescente en estado de desvarío, que la visitaba para dejar un texto y al mismo tiempo, conversar como si adivinara en sus ojos, la alegría de comunicarse con un ser exquisito, sensato y trascendente, el que ella siempre ha sido…
Nunca me explicó nada, parca, meditabunda, solo asentía mis quejas, y como si se hubiera hecho un propósito de positividad cada tarde, nunca me dijo que estaba ocupada, las puertas de esa oficina simple, los antiguos sillones hondos y mullidos, el idílico olor de papel venido del río San Lorenzo, rancio olor de madera rumbo al Canadá (allí donde Terranova se confundía con Vigñanlandia, memorias Vikingas obligan), estaban abiertas, todo eso lo tengo agolpado en el corazón, porque al final, esos grandes momentos son los que nos marcan, esas son las bellas memorias que quedan.
Hay seres humanos que ya ellos son los premios y en realidad no hay que darles ningún premio, porque esos seres humanos han vivido para premiar a los demás en su bondad y su cariño, en su dulzura y comprensión.
Decía Harry Belafonte, hace años mirando el mar de La Habana, que a veces miraba su vida, se me ocurre decir, de malecón a malecón, que desde Santo Domingo, yo también a veces miro mi vida y cuando lo hago, me miro en la calle Las Damas con Conde, entre viejos almendros y ríos hirsutos, silentes, mortales en remolinos repentinos, me veo cruzando para entrar en aquel viejo laberinto, canciones de musgos saltarines, tapiados entre humedades y viejas columnas, olor a viejo papel de Terranova, troncos envueltos en telas de cuadros oscuros, para el invierno del alma, que es el peor y no tiene fecha final…
La Guerra Civil española nos premió, todavía ni se sospecha, entre un Antonio Prats Ventós, sinfónicas en Bellas Artes, Bienales para hacer primaveras en los años 40, cierta forma de ver el arte y valorar el patrimonio monumental, de verdad que la Guerra Civil española hace 70 años, nos premió con estos seres que venían de una dignidad fundamental.
Dicho esto, todos deben recordar el Suplemento de El Caribe, justo cuando el periódico nada tenía que ver con nuestras ideas ni nuestra visión del mundo, todo lo contrario : ahí estaban los jóvenes de entonces, publicando rabietas líricas en un suplemento cultural justiciero, que tenía su mundo de valoración aparte, en cuyo espectro el mismo periódico, daba otra visión cultural del país, en esos años de Democracia restringida y precaria…
Impertérrita, conversadora, allí detrás de su máquina estaba ella, haciendo la honrosa labor, riendo de mis invenciones Cioranescas (viene de E. M. Cioran, un filósofo rumano hecho francés a base de libros publicados, renegado discípulo de Sartre, sin saberlo quizás o sabiéndolo), porque a discresión todo aquel mundo que reflejaban las colaboraciones era ineludible, corría la sangre como condición esencial para el progreso de concreto, y algunos con los labios cerrados no podían vivir..
Aún está entre nosotros, todo monumento viviente lo es, porque siempre lo fue, el descubrimiento vino luego, en el juego de las honras, en el tufo de ceremonías más pre necrofílicas que vitales, cuando la peste de amoníaco se lleva la cultura como ritual frío, lívido, mustio…
Por eso, para contar la historia, era necesario mirar el cielo y pensar en aquella ventana, donde la Stella (que siempre es estrella) cruza zumbando de luz y rostro discreto.
Quizás, ahora, porque estoy parado en Conde con Las Damas, porque miro el río, párvulo de sucio pintado con olor de lápices pluviales, pienso en ella y siento que toda María está por encima de todos los premios, que nunca un país, menos el nuestro, puede pagar con un premio, tanto desinterés y temple de amor a alguien que nunca esperó nada y se abrió entera, para abrir las pupilas a los demás: toda María está por encima de los premios Ugarte, porque hace tiempo, muchos corazones, henchidos como árboles vivos, ya la habían premiado, en la memoria del cariño: porque no es fácil regalar pestañas de sueños, luchar contra obscuridad y regarles a los otros toda la luminosidad del mundo, no es fácil, cierto es.