Toda una vida

Toda una vida

COSETTE ALVAREZ
Muy a tiempo, mi hija aprendió que, además de las buenas notas, para asegurar su porvenir de la forma que lo haya concebido, en lo profesional o lo económico –hasta ahora bastante difíciles de conjugar– es prudente inscribirse en un partido político. Y se inscribió. El pasado domingo 24 de abril, conmemoración de la gesta del 65, asistió a su primera actividad como militante y vino contentísima porque un joven de su edad la abordó diciendo que su mamá era mi amiga. A mí se me aguaron los ojos. Primero, porque se trata de una amiga muy querida, a quien he visto muy poco después que nos enganchamos a madres (ella, además, a esposa). Gracias, Luchy.

Segundo, porque esas cosas ya no ocurren con frecuencia. A los jóvenes de hoy, en general, no les importan esos detalles. Y tercero, porque no deja de ser un hálito de esperanza que en un partido se fomente la amistad entre su membresía, especialmente la juventud.

Entonces, no será imposible la inquieta moción de Mariela, amiga y compañera de colegio, para que nuestros hijos se conozcan, puesto que ellos mismos se identifican cuando se encuentran por el allanado camino que sus progenitores recorrimos mucho antes de que ellos soñaran existir.

Respaldada en el afecto bien implantado y porque no soy comesola, es oportuno compartir la carta que me envió Josie Del Toro, que no decía “confidencial” por ninguna parte y que, más allá de la emoción que me causó, puede servir de reflexión a todos ustedes, lectores, en momentos tan extraños como los que estamos viviendo. Aquí va:

“Querida Golden Girl: Hace unos días que estoy por ‘reaccionar’ al artículo que escribiste para el periódico Hoy en ocasión de nuestro encuentro. Diferentes razones me lo habían impedido. Como dije ese día, creo que fuimos y somos un grupo especial. Ello no quiere decir que seamos  la ‘última Coca Cola del desierto’, pues sé que existen grupos iguales a nosotros.

“Es bien cierto, como dices, que en nuestro grupo nadie pretendió ser santa, que todas hemos hecho nuestras vidas, persiguiendo distintos objetivos, creyendo distintas cosas. Sin embargo, no nos hemos apartado de los valores que nos inculcaron y eso, sin duda alguna, ha sido el artífice de nuestro ‘éxito’; el sello particular que nos distingue y a la vez nos unifica.

“Nuestro vínculo se mantiene porque también fue un valor que cultivamos. El respeto entre todas por igual, y ni qué decir del nivel de compromiso con que hemos asumido desde nuestros diferentes roles, la atención de nuestras familias, nuestros trabajos, nuestra participación en la comunidad. Eso, al igual que a ti, me hace sentir orgullosa de mi grupo y agradecida de la oportunidad de recibir la formación que nos dieron.              

“Pero todavía nos faltan peldaños para alcanzar la cima. Tenemos un compromiso fundamental y es lograr que nuestros hijos y sus hijos sigan practicando y cultivando los valores que han normado nuestras vidas. Y lo que es más, que puedan servir de ‘modelos’ para que otros no tan cercanos los practiquen y los vivan. Ese sería un gran triunfo.      

“Estamos inmersos en un mundo difícil. Alguien me dijo una vez que no hay crisis de valores sino que éstos han ido cambiando, modificándose. Creo que tuvo la razón, sólo que muchos de estos cambios no nos han servido para ser mejores personas, para alcanzar ideales de paz respeto y justicia social. ¡Por eso vivimos en un mundo tan convulsionado, donde no se sabe bien en qué o en quién creer! ¡Ya no hay límites!

“Al igual que tú, tampoco mi capacidad de asombro se extingue, cuando veo, oigo, y muchas veces hasta soy partícipe indirecta de muchas de las cosas que deben ser intrínsecas a los buenos modales, al respeto a las personas, las normas y reglas, el civismo, y por qué no, a la práctica de la caridad y la solidaridad entre los seres humanos. Eso, extiéndelo, como se dice ahora, ‘a todos los segmentos de la sociedad’.

“Los ejemplos son múltiples y variados. Desde no tener la capacidad de escuchar a otros, hasta el burlarnos olímpicamente de nuestros semejantes, hasta por la televisión. No creo ser mojigata. Muchos saben, entre ellos mis alumnos, cuan clara y flexible puedo ser. Pero, ¡cómo te entiendo cuando expresas lo chocante de las burlas y comentarios de ‘futuros médicos’, con tanto irrespeto por sus semejantes.                                              

“Eso lo vivimos a cada rato, pues parece que la burla, la chercha, el relajo, a partir de otros sin importar el daño físico, moral o psicológico que cause, es lo atractivo, lo que vende. Lo triste es que permitimos que esos ‘antivalores’  se transmitan tranquilamente a otras generaciones como algo válido y aceptable. ¡Es verdad que las cosas han cambiado!

“No puedo evitar pensar en los principios de la tan en boga ‘inteligencia emocional’, que destaca como comportamiento inteligente y gran parte del éxito en la vida, el hecho de desarrollar la ‘empatía’ (capacidad de ponerse en el lugar del otro). Tarea dura para padres y maestros es la de educar a estas nuevas generaciones a no usar el lado menos racional de su comportamiento en sus relaciones con los demás. Al paso que vamos, seremos muy analíticos y críticos pero cada vez menos cálidos y humanos. Quizás menos inteligentes.

“Sé que compartes mis reflexiones. También muchas personas, al margen de nosotras, las graduandas del 68 del Colegio Santo Domingo. El hecho de tú poder escribirlo en un periódico es una llamada de atención y una forma de compartirlo.

“Espero que ese entusiasmo por vernos se mantenga y que podamos cristalizar el propósito que nos hicimos de compartir algún proyecto de orden social. Incluyamos en éste a nuestros hijos, a los que deseen y puedan hacerlo. ¡Quizás nos den gratas sorpresas! Dios te bendiga a ti y a Elisa, y que te permita seguir siendo tan auténtica como eres. Cariños.”

¿Qué les parece? Entre las amistades de toda la vida y las valiosas amistades que cultivamos en tramos más adelantados del camino, todas en sintonía, se nos augura una vejez de oro. Como dicen Martha y Leonardo: “Amigos, siempre amigos”.

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