Accediendo a una honrosa petición del embajador Mario Arvelo Caamaño, tengo como breve y trascendente misión presentar ante la opinión pública en general su libro Todas las Luces…
[b]A) EL CONOCIMIENTO CASUAL. LA ZONA COLONIAL O VENCER EL TEDIO NOCTURNAL E INSULAR[/b]
Hay formas de conocimiento cargadas de signos y secuencias entre los seres humanos, que se cruzan sin motivos aparentes.
Sé por ejemplo, que entre principios y mediados de la década de los 70, siendo el embajador un párvulo, alguna vez nos cruzamos en aquel territorio urbano llamado Honduras.
Las coincidencias de las ideas, las valoraciones de autores y lecturas, acercan simpatías y complicidades del pensamiento.
Del embajador Arvelo Caamaño, sabía porque intuía que sus artículos aparecidos en el periódico HOY, correspondían a la misma persona que imaginaba; estamos hablando de mediados o casi final de la década del 90.
Una noche en el Pub Nicolás de Ovando de la zona Colonial, Mario se me presentó, y mantuvimos una conversación muy interesante sobre el Cine Japonés pasión que ambos compartíamos. Esta conversación, marcó la apertura a una amistad que se ha extendido hasta el momento presente.
Con mi llegada a la Cancillería los intercambios de tipo profesional se hicieron más frecuentes, ahí pude valorar su alta visión de servidor público y su agudo espíritu crítico, vinculado a la presteza de soluciones marcadas por un ágil pragmatismo y discreción.
Señoras y Señores, si he realizado este sobrevuelo de ideas y situaciones, lo he hecho para afirmar que no creo en barreras generacionales, que el diálogo profundo de las ideas crea los puentes necesarios e importantes entre las generaciones y que, además, un país o una sociedad, solo de este modo puede tener una perspectiva de construcción fértil y edificante.
La experiencia demuestra que ninguna generación anterior puede darle o asignarle tareas a la que viene, como si se olvidara que cada generación, según contexto, historia y circunstancia, tiene su rol.
Quienes han optado por el mundo de las ideas, como es el caso del embajador Mario Arvelo Caamaño, lo han hecho en un medio hostil que reniega de ellas, con miedo atroz que solo con la ignorancia pura congenia.
A veces daría la impresión de que vivimos en una sociedad que teme al conocimiento y a las bellas consecuencias de luz que él desencadena, acorralada en lo fácil con graves deficiencias en sus estrategias educativas, donde sólo se salvan de aquella vorágine quienes tienen el tino de venir de una educación testimonial.
La educación es testimonio y el mismo construye las trascendencias de una personalidad estimulada por el duende de la vocación.
La generación del embajador Arvelo Caamaño, la del 80, en contexto histórico dominicano encontraría sus tareas, pero es importante observar y hacer constar que quienes hasta el momento la han descubierto, lo hicieron porque desde jóvenes fueron educados con la libertad de elegir y entendieron pronto que la clave del cosmopolitismo cultural irrespetando los atavismos insulares, abría un panorama de espacios y lenguas, de vivencias e ilusiones cuyos frutos y resultados esta noche los palpamos.
Si hoy estamos reunidos aquí para celebrar la presentación de este libro, debemos atribuirlo a las cualidades antes nombradas, que como prendas individuales son cualidades de esencia, y califican al embajador Arvelo Caamaño.
[b]B) TODAS LAS LUCES: EL LIBRO[/b]
Todas las Luces es un libro de reflexión, una summa de espacios, figuras, fechas, océanos, inventarios cotidianos de imágenes, collage sublime que pone en evidencia una sed de conocimientos alucinantes.
En el caso de Mario Arvelo Caamaño, como autor valdría destacar su minucioso estilo de descripción en cada nota de viaje; ejemplo de ello son las notas de su último viaje a las repúblicas del Báltico y Europa del norte, en cuyo trasfondo en ese viaje de antípodas, no nos ahorra la melancolía insular subyacente…
Los que deciden alguna vez escribir están marcados por fueros internos, en la infancia es más grande el deseo que la posibilidad y la ilusión se hace baúl grande, flotando en globos de colores que alguna vez baja ante nuestros ojos atónitos, como si regresara de aquel lugar de las cosas perdidas, donde un ángel guardián con diadema de luces todo lo guardará: un cubo de porcelana abecedario, un oso de madera, un payaso rasgado o un soldadito de plomo; en el acto de escribir, la lectura de este libro me lo hace recordar de nuevo, se cuajan todos esos mundos recordados con la precocidad del descubrimiento y la inquietud existencial temprana iluminada por un agudo sentido de observación.
El libro, para evadir definiciones que pueden reducir la intención del autor, es una Arcadia, personal, la constancia de un pensamiento que no quiere tener fronteras posibles y que cifra en el laberinto íntimo de sus emociones el puente de vínculo con el lector avispado y observador.
La clave está en los viajes, el libro apela a esa movilidad del espacio cultural y sus historias, la fascinación de la vida, al entender el mapa de costumbres de otras tradiciones y otras historias de vida, por eso al inicio dije que el libro Todas las Luces era una summa, donde las avenidas de la reflexión apelan a todo tránsito de disciplinas (sociología, antropología, geografía), para entonces hacer un discurso donde las formas literarias, en su tono de prosa discurrida y contemplativa, imprimen la comunicación final: ese mar armónico entre relato epistolar, prosa y texto.
La imaginación no engaña el estilo, de modo que no hay pretensiones y letras compuestas rebuscadas, como en toda prosa epistolar, el autor escribe seguro al destinatario interno de su otredad imaginaria, no necesita pretensiones estilísticas, comunica lo que la sensibilidad enredada al dato absorbe y navega entre pensamientos que se convierten en olas del corazón sin amarras y los sueños hechos letras impresas.
El epígrafe se apoya en el verso limpio y emotivo de Konstantin Petrus Kavafis, un poema titulado en su traducción del inglés: Los hombres sabios perciben los hechos aproximarse, que está comprendido entre los llamados poemas canónigos escrito entre 1895 1915 en Alejandría,Egipto.
[b]Dice el poema:[/b]
Los hombres conocen las cosas del presente.
Las cosas del futuro, son secretos de los dioses,
Únicos poseedores de todas las luces…
Constantin Petrus Kavafis (1863 1933) fue un poeta de la minoría griega de Alejandría cuyo centenario natal se celebró el pasado año, descubierto tarde por el resto de Occidente, menos en Inglaterra, donde escribió sus primeros poemas.
Debemos recordar también que los textos de Kavafis a la taberna del mar y canción a Itaca, sirvieron en la transición política española de finales de los años 70, a la música del cantautor catalán Lluis Llach, Canción para Itaca fue un himno en toda España y en la Cataluña de esos tiempos…
Todas las Luces se divide en dos partes, la primera se titula Meditaciones y la segunda Lugares, de la primera cito de inmediato un fragmento del texto titulado El Alma de las cosas:
He contado algunos de mis viajes como reportaje periodístico, explicando las razones que he tenido para viajar. Por ejemplo, motivaciones estéticas, como el asombro que provocan las murallas de Badaling, los canales de Venecia, el zócalo de Ciudad México, la ópera de Sydney, las iglesias de Praga y el trazado de Valparaíso, sumados a mi pasión por retratar fuentes, volcanes, puentes y cataratas; históricas, como ganas de distinguir los secretos que guardan los barrios prístinos de Budapest, Berlín y Tokio.
Si me preguntarán qué es Todas las Luces, de modo simple y profundo, hablaría de una bitácora imaginaría de viajes, diría que hay un connubio magnífico entre la prosa que fluye y los estados de alma que la vocación de viaje produce.
El que viaja vive en dos estados, añora y se ilusiona por dentro, en esa interioridad laberíntica que abstrae y reconforta, que hace mirar el mundo exterior con la mirada propia del que sabe que toda la materialidad abarcablenada tiene que ver con todos los secretos interiores que los viajes y sus cosmos nos deparan.
Descubrir humanidades, territorios, espacios señalados, colores de cielos en tonos desconocidos, huellas de tiempos no vividos, callejuelas distantes que alguna vez un trozo de literatura perdida pudo señalar, todo ese vigor silente pasa a un estadio de confesionalidad que solo el libro como cómplice es capaz de guardar con fervor.
Al mirar el panorama presente y ningún libro profundo escapa a su contexto de nacimiento, creo que en Todas las Luces hay un hermoso laberinto de la ilusión parvulario, del agrado al descubrirlo todo con la intención de pensar y avanzar, quizás esta clave para esta actualidad, nos las ofrece en lo obvio de su título, Todas las Luces: para que un rayo de esperanza, justo y necesario, nos guié hacia esas regiones de alegría que ojalá tengan Todas las luces que este país necesita, con urgencia.