POR MARIVELL CONTRERAS
Hay cosas que a uno no se le hace difícil sumarse, en algunas ocasiones por simpatías personales y otras por la convicción de que la bondad de un proyecto es para el bien común.

Cuando Xiomara Fortuna me dijo que iba a estar por cuatro jueves consecutivos cantando boleros y canciones acústicas en Alfatori sentí ese deseo de estar a su lado y de instar a la gente a que también lo haga.

Yo sé que después que la escuchen me lo agradecerán a mí por sugerirles oírla y de ella se harán seguidores eternos.

¡Qué voz tiene Xiomara Fortuna!

Me pongo a pensar en grandes voces y pienso: si te gusta María Martha Serra Lima, te va a gustar Xiomara. Si la tuya es Mercedes Sosa, Sonia Silvestre, Maridalia, si la quieres como La Sole, María Bethania, La Pereyra, Susana Baca o Chabuca Granda te va a gustar Xiomara.

Xiomara no es solo una voz, es un instrumento que acaricia las notas en tonos hermosamente graves, increíblemente flexibles, es una fuente de cristal donde el amor que tenemos dentro se refleja.

Ella saca cosas de su alma como si las nuestras fueran los baúles donde las guarda. Da miedo escucharla cantar tan negra y vibrante como Josephine Baker y estremecedoramente blanca como Edith Piaf.

Me gusta escucharla en esa tonada romántica en que ella misma es toda la canción, en que las cuerdas de una guitarra cualquiera son más que “tonadas para un querer”. Es que se despiertan muchos quereres y esos quereres se nos antojan libres, bohemios y posibles gracias a la magia de su propia vibra.

Un aire que es tan caribeño como nosotros y tan universal como todos esos otros pueblos que sienten en las raíces de sus músicas su esencia.

Todas las voces, con el permiso de Jesús Nova, están presentes en ese nuevo color que logra Xiomara. La Xiomara intimista de fuerza visceral, la que nos recuerda que hemos amado y que hemos sido amados más allá del instante único en que con ella nos hacemos canción.