Todavía quedan ilusos

Todavía quedan ilusos

Son dueños de la esperanza y el olvido. Quieren creer que, con cuatro años más, la vida les cambiará, el mundo será distinto y la República Dominicana florecerá.

Creen en Hipólito Mejía, dicen sin rubor que volverían a votar por él y, a pesar de las mil veces que despotrican contra la situación económica actual, sostienen que se merece una nueva oportunidad.

Uno de ellos ha sido un gran maestro de periodistas. También, dueño de un sentido del humor envidiable, es el causante de muchas de nuestras risas. Cuando llega a la redacción, como costumbre de cada día, lo hace cargando algún chiste, alguna ocurrencia genial o, porque somos periodistas, alguna noticia que matizará con la agudeza que le caracteriza.

Ayer vino más temprano de lo acostumbrado. Aún no terminaba la mañana cuando se apostó frente al cubículo de Leonora, quien siempre recibe en su espacio la cortés visita de los compañeros y los foráneos (él no lo es, por supuesto).

Con su hablar pausado, sus risas y uno que otro chiste, hizo una confesión que me dejó desencajada: volvería a votar por nuestro Presidente. Antes, y que conste que no se tocaba todavía el nombre de Mejía, nuestro camarada hablaba de lo que para él significa la lealtad.

Entonces, cuando pasamos a la política (hay que rendir honor a los cultos y hablar de política, entre periodistas, es casi uno de ellos), fue cuestionado en torno a si votaría por él.

Contestó que sí. Tranquilo, cuestionado y casi baleado (con palabras, no piensen mal), se fue de aquí afirmando que votaría por Hipólito Mejía. De nada valió remitirle a la situación económica que vivimos, recordarle que el peso vale menos que una mota y que ya no sabemos cómo diablos compensaremos nuestros gastos para sobrevivir: él insistió.

No sé si será fiel a su partido, al funcionario que conoció años atrás o alguna deuda emocional que pueda tener con Mejía, pero nuestro amigo también nos dijo algo más: «yo al menos soy sincero, hay otros que volverán a votar por él pero prefieren quedarse callados».

Con coraje, por aquello de lo mal vistos que están los del PPH, mi amigo me hizo pensar en lo mucho que callamos por miedo a que nos cuestionen, después de hacer una confesión de dominio público, por culpa de nuestros intereses, nuestras convicciones o, simplemente, nuestros gustos ()quién, por ejemplo, se confesaría en nuestro país seguidor de Camilo Sexto, Nino Bravo, Julio Iglesias y los demás artistas de aquella época).

Son pocos los que dicen de frente lo que sienten. Si volvemos con el Presidente, quien últimamente no es demasiado amado, podemos ver que algunos de los que le dejan sentir lo inconforme que están con su gestión lo hacen de forma callada, velada y anónima.

Es el caso de aquellos que decidieron que la forma más inteligente de hacerse presente era incordiar un poco al Presidente, individuo al que señalan como al culpable de todas nuestras penas. Así lo confesó él mismo, incluso un poco dolido, lo confesó en su programa del domingo.

Tras revelar que su seguridad se encontró un día que las luces del lugar al que iría eran moradas y amarillas, Hipólito contó que durante el recorrido proselitista que realizó el fin de semana pasado se tuvo que enfrentar a una secuela de apagones: la luz, aseguró, se marchaba en cuanto comenzaba a hablar.

Con manifestaciones como estas, y otras menos veladas, la gente tan sólo quiere decirle al Presidente que no está conforme con las alzas y la crisis que tenemos que enfrentar desde que el alba se asoma por nuestra ventana.

Esa crisis, sin embargo, parece no tocar a algunos que todavía piensan votar por él. Comprados los unos, según dice el clamor público (información que nunca se ha podido comprobar, que conste), y obcecados los otros, la verdad que hay que reconocer que eso es lo que la democracia suele traer: divergencia de opiniones que, siempre encontradas, deberán aprender a sobrellevarse.

Nunca estaremos unidos. Siempre habrá dos frentes y uno de ellos, irremediablemente, tendrá que ganar. Es lo mismo que sucede en el PRD, un partido en el que los pleitos están a la orden del día, que cuenta con dirigentes que se cambian de parcela como de ropa y con seguidores que se mueren de hambre pero vuelven a votar, irremediablemente, por sus grandes figuras. Ojalá que sus bolsillos les hablen a la hora de votar.

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