Todavía somos una economía de cristal

Todavía somos una economía de cristal

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El formidable informe publicado por el Banco Central, para dar al país una información completa del desenvolvimiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que se ha cumplido admirablemente en todas sus vertientes, nos colocan en el camino de profundizar cambios más importantes, que busquen frenar el ensanchamiento de la brecha que existe entre la opulencia de los beneficiarios del crecimiento económico y la pobreza que afecta a un amplio sector, que pese a todos los avatares sobrevive cotidianamente.

El informe de la economía del Banco Central revela los grandes esfuerzos llevados a cabo para rescatar una economía sumida en un profundo caos en agosto del 2004, para tan solo, en menos de tres años, resurgir como el ave fénix de sus cenizas y ser un ejemplo para todos los países del continente, ya que sostener un crecimiento anual superior al 9% por tres años, con tantos impedimentos de la distribución injusta de la riqueza, es un logro que solo la capacidad de quienes han sido responsables del milagro dominicano fue respaldada sólidamente por el apoyo político del Presidente de la República, que como se ha visto en varias ocasiones, ha sacrificado las conveniencias de sus planes políticos para sostener la vigencia de la Nación.

Las economías de cada país siempre han crecido con grandes distorsiones sociales. No es un hecho aislado que en el continente americano existen grandes brechas sociales que mantienen a un amplio grupo humano de raíces étnicas disímiles en un estado de efervescencia permanente. Es el caldo de cultivo de los políticos mesiánicos e iluminados, que en los pasados 50 años se han aprovechado de ese malestar de la pobreza extrema de gentes que no han podido sacudirse de la misma.

El aumento de las riquezas de las naciones, como fruto de la apertura de mercados y la globalización, ha traído efectos contradictorios en los países. El crecimiento de los anillos de miseria ha ido apoderándose de las capitales latinoamericanas, con malos augurios, que en algunos países hay barrios que se han convertido en tierra de nadie, en donde las autoridades locales no penetran ni controlan, como es el caso de los cerros de Caracas; villa Soleil en Puerto Príncipe, controlado ahora por las Naciones Unidas; las favelas cariocas de Río de Janeiro; el maltrato social a los indígenas de México, etc., es  el resultado de un proceso social y económico común a todos los países del hemisferio, por el desmoronamiento de la educación, desintegración de la familia y el estímulo a la delincuencia por el auge de las drogas con los beneficios que genera de inmediato.

El malestar social dominicano no es exclusivo, porque ya otras naciones lo han atravesado y lo padecen en medio de las contradicciones, que ya una vez la doctrina comunista no pudo resolver, y que ahora, con el nuevo socialismo democrático, es el ropaje de los nuevos dictadores como abanderados de los que crecen sin esperanzas, acompañándose con los planes sociales de socorrer a los pobres y atraerse su apoyo con medidas que van más allá para buscar maniatar la libertad individual. Son meros instrumentos de una pasión por el poder para acallar las voces disidentes que no comulgan con sus ideales de un providencialismo mal fundado y peor implementado, dirigido a la clase pobre como arma de su continuismo populista que al final de cuenta provocarán más empobrecimiento.

Aquí hay muchos sectores, de los que se oponen siempre al gobierno de turno, que cuando tuvieron la oportunidad de resolver las iniquidades sociales, lo que hicieron fue negociar sus nuevas fortunas. Hoy en día pregonan los grandes males de la economía, desechando la realidad que se ve en el país con el sólido avance de la industria de la construcción, que encierran un elevado ingrediente de inversión extranjera como nunca antes visto localmente. El éxito de la recuperación económica, en menos de tres años y reconocida ampliamente por el FMI como un modelo regional de gran envergadura, le proporciona al gobierno un elevado grado de estabilidad y de confianza, abriendo las puertas de más créditos y consolidar acciones positivas para colocar al país en un sendero en que paulatinamente podría equilibrar el ataque a la pobreza y estabilizar un desarrollo con equidad.

Es un hecho innegable que la economía tiene bases frágiles de cristal. El cuido que requiere su conversión en algo sólido depende de la voluntad de los políticos para trabajar por el bien de la nación y no sumergirse en el mundo de las ambiciones y de la rapacidad, para acabar con el erario, o estar recibiendo las jugosas comisiones por los favores que dispensan a quienes se acercan a ellos para llevar a cabo sus negocios, muchos de ellos con una elevada cuota de corrupción, lo que afecta la fragilidad de la economía debilitada si predomina el lucro.

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