Todo depende del cristal

Todo depende del cristal

PEDRO GIL ITURBIDES
El pasado primer día del año se cumplió el cuadragésimo sexto aniversario de la entronización del castrismo en Cuba. Pese a las continuas flagrantes violaciones a los derechos humanos, el máximo dirigente de ese régimen cuenta con las simpatías de muchos intelectuales y profesionales del continente. De nada han valido los fusilamientos o las persecuciones contra aquellos que osen disentir de su forma de gobernar. Su pertinaz enfrentamiento a los Estados Unidos de Norteamérica le otorga patente de corso como para concitar el aplauso de sus simpatizantes.

Es el régimen dictatorial de más luengo ejercicio en el continente. Y contemplando el proceso que se cumple contra Augusto Pinochet, en Chile, se comprende este prolongado mandato de Fidel Castro. Por supuesto, uno es un angelito y el otro un asesino. Pero ¡ojo!, analicémonos, y tal vez este ejercicio nos dirá desde que lado del panorama producimos nuestro juicio.

Gregorio García Castro nos reunía con frecuencia al Dr. Antonio (Tony) Batista y a quien escribe, para ponernos al tanto del desenvolvimiento del trujillismo. De sus manos recibíamos la revista La Calle, una publicación panfletaria editada en el Ecuador, destinada a combatir dictaduras. De su boca escuchábamos las noticias que no publicaban los diarios y que, por ende, no se difundían por las radiodifusoras y por las dos estaciones televisoras existentes en el país. En abril de 1961 nos convocó con mayor velo de misterio que el rutinariamente mostrado en aquellos encuentros.

-Trujillo nos informó el sábado que el embajador Joseph Kennedy le pidió asistir a una reunión en alta mar, a la altura de las Bahamas. Pero él respondió que no irá. Con indudable sarcasmo recordó la situación de Gustavo Rojas Pinilla y de Fulgencio Batista, a quienes llamó cobardes.

El plural utilizado por Goyito no era recurso semántico. Con la expresión aludía al grupo de jóvenes legisladores «socialistas» que integraban el Congreso Nacional desde septiembre del año anterior. Con alguna frecuencia Rafael L. Trujillo los invitó a los recorridos de fin de semana que cumplía por aquellos meses. Conforme lo que nos contaba García Castro, solía mostrar cierta locuacidad ante estos legisladores. Varios de ellos están vivos, y podrían hablar sobre el particular.

Batista, locutor y abogado que luego de 1961 dedicó su vida a los comentarios sobre deportes de cuadrilátero, dio término al encuentro con una expresión agorera en ese instante, que resultó profética.

-Lo van a matar. Si le dijo que no al papá de Kennedy, firmó sentencia de muerte.

Pasados varios años, García Castro nos llamó para preguntarnos si teníamos la biografía sobre Trujillo, de Robert Crasweller. Deseaba que leyéramos aquella parte en que hablaba sobre la carta de Joseph Kennedy. Este autor revela que Trujillo dio instrucciones para que la invitación fuese respondida. Pero el amanuense que debió cumplir la orden, Joaquín Balaguer, olvidó dar curso a aquella disposición burocrática. De todos modos, conforme nos informase García Castro en 1961, Trujillo se negaba a concurrir a la cita.

Pinochet, en cambio, asintió a otra forma de comunicación, muy similar en sus fines, a la que el padre del presidente John F. Kennedy remitiera a Rafael L. Trujillo en 1961. Vive las consecuencias de su atención a esa misiva. Un silencio vergonzoso cubre al Chile que lo aplaudía cuando voló el cóndor. Ni siquiera aquellos que entrenaron al ave certera, vuelan con él esta vez, en el que es, sin duda, su último vuelo.

Tal vez por ello Fidel Castro prefiere seguir adelante con su experimento.

Un experimento que el pasado primer día del presente mes llegó a su cuadragésimo sexto aniversario, sin que aparezca a la vista un posible cambio inmediato. Porque en esta vida en donde nada es verdad y nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.

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