Todo Dvorak Magnífico inicio Temporada Sinfónica

Todo Dvorak Magnífico inicio Temporada Sinfónica

Para los amantes de la música, la llegada de la Temporada Sinfónica es una fiesta, una fiesta del espíritu, y es que como decía Beethoven “La música es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos”.

En esta temporada se celebran tres fechas importantes, los 35 años de carrera musical del maestro José Antonio Molina, su primera década como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional y el 175 aniversario del nacimiento del gran compositor ruso Nikolai Rimsky-Korsakov. Además se conmemora el fallecimiento, hace 150 años, de Héctor Berlioz, figura paradigmática del Romanticismo y gran impulsador de la llamada música programática.

El programa de apertura de esta temporada “Todo Dvorak”, incluye dos piezas de este compositor checo, el concierto para Cello y Orquesta en si menor, Op. 104, interpretado por el celebrado chelista, Amit Peled, y la Sinfonía n.º 7 en re menor, Op. 70.

El programa indefectiblemente nos retrotrae en el tiempo, y viene a nuestra memoria el “Todo Dvorak” con estas mismas obras, presentado en la Temporada Sinfónica del año 2010, teniendo como solista a Yves Dharamraj.

También recordamos la interpretación de este concierto en el 2012 del chelista armenio Narek Hakhnazaryan, ganador de medalla de oro del Concurso Tchaikovsky, y la del chelista coreano Jonak Kim, en el inicio de la Temporada Sinfónica del 2013.

En el inicio de la temporada del año 2012 tuvimos la oportunidad de escuchar al chelista israelí-norteamericano Amit Peled, que en esa oportunidad interpretó el Op. 85 de Edward Elgar. Concierto y solista, forman parte de nuestra memoria musical como oyente, como público.
Escuchar de nuevo estas obras de Antonin Dvorak –en vivo, experiencia única e irrepetible– y a este formidable intérprete, ha sido una experiencia extraordinaria. Con las notas gloriosas de nuestro himno nacional, queda inaugurada la temporada. Inicia la gran noche musical.
Concierto para chelo en si menor, Op. 104. La introducción del primer movimiento “allegro” es de una belleza extraordinaria; el primer tema es expuesto por el clarinete, y logra total plenitud cuando es repetido por la orquesta; el segundo tema, presentado por un solo de trompa, con un matiz algo misterioso, da paso al solista, Amit Peled, que con ostensibles muestras de virtuosismo, retoma ambos temas, el soliloquio se torna tierno, hermoso.

En el segundo movimiento “adagio ma non troppo”, Dvorak evoca el espíritu de su Bohemia natal; tras pasajes de vientos y cuerdas se inicia el diálogo con el solista. Oboe, clarinete y fagot cantan una de sus más tiernas canciones, plena de sentimiento “Lass’mich allein” –Déjame en paz– , el tema se transfigura, concluye con una breve cadenza del chelo, expuesto magistralmente por Peled.
El tercer movimiento “Allegro moderato” inicia con un ritmo de marcha, acentuado por las cuerdas, luego el tema principal es anunciado por las trompas y el solista desarrolla el tema con trinos, que repiten las maderas.

Un segundo motivo danzarino de ritmo vertiginoso, demanda del solista un singular virtuosismo, lo que es logrado por Amit Peled con la destreza que le proporciona su depurada técnica. Este segundo motivo es un momento espléndido, de intenso lirismo, en el que se manifiesta su exquisito sentido musical.

El final, pianissimo, con ecos de motivos anteriores, propicia un diálogo sublime entre el chelo y el violín concertino.
Con un poderoso estallido orquestal concluye la obra.

El maestro José Antonio Molina, con su dirección precisa, consigue la perfecta armonía de orquesta y chelo, alcanzando con diafanidad el real contenido de este emblemático concierto de Dvorak, uno de los más representativos para violoncello. El público, emocionado, aplaude una y otra vez, consciente de haber escuchado a un solista y un concierto excepcional.

Sinfonía n.º 7 en re menor, Op. 70. En la segunda parte del programa fue interpretada esta sinfonía. El primer movimiento, “allegro maestoso”, contiene dos temas, el primero es presentado por las cuerdas, y luego desarrollado por la orquesta, en tono amenazante; en contraste, el segundo tema, lírico y pastoral, es presentado por clarinetes y flautas, y luego el canto de los violines nos trasladan a la campiña checa. Los elementos nacionalistas están presentes.

El segundo movimiento “poco adagio” de gran belleza, transmite un estado de melancolía, una sensación de quietud y paz, la delicadeza del clarinete, los fagots y oboes invitan a un momento de contemplación, es esta la parte melódica más fecunda de la obra. Y es que, para Dvorak, como señalara Amadeus Mozart, “La melodía es la esencia de la música”.
El tercer movimiento “vivace”, es un “scherzo” en el que Dvorak, un verdadero nacionalista romántico, de nuevo muestra los rasgos eslavos, y nos invita a bailar. La multiplicidad rítmica de este movimiento proviene de la “furiant”, danza de origen bohemio. Pero luego, los ligeros “pizzicati” al final, presagian.

El cuarto movimiento “finale: allegro” es el más dramático. El primer tema es presentado por el clarinete y la trompa; las cuerdas exponen el segundo tema, una épica y obstinada marcha de carácter marcial, un final heroico, triunfal, en el que se aprecia la fibra patriótica del compositor.

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