Todo es mío, y nada me pertenece

Todo es mío, y nada me pertenece

En el año1996, viajé a Machu Pichu por primera vez acompañada de Fabio Zerpa y su esposa Adriana. Por vía de ellos, conocí lugares místicos y mágicos donde la ceremonia y el ritual eran cotidianos. El guía que nos asistió fue James Arévalo (Chaski), un reconocido chamán autor de varios libros, entre los que se encuentra “El despertar del puma”.

Antes de ese tiempo, el “destello del brillo queestá debajo”, descrito por Bashoel errante poeta peregrino, era algo completamente ajeno a mi experiencia.Por aquel entonces, era una chica joven con hambre de espiritualidad. Había abierto una tienda-librería-consultorio en una plaza comercial (Misti-K), que me expuso a una gran cantidad de autores y conferencistas, entre los que se encontraba Fabio.

Quedéimpactada por su poderoso y dramático verbo. Él había sido actor, y manejaba con gran destreza la fuerza de su mirada y la contundencia de sus silencios. Me dijo: “Karina, tu vida se dividirá en antes y después de Perú”. Acepté el desafío y organicé mi primer viaje místico. Este tipo de travesías, es más bien para peregrinos. Los típicos turistas no resuenan con esta manera de “estar” en los lugares. La diferencia no es tanto los sitios que se visitan, como la manera en que se miran.

Phil Cousineau dice: “Un peregrino sabe que un viaje sin reto no tiene significado; uno sin propósito no tiene alma”.Hoy día, aun recibo misteriosos y preciados regalos de ese viaje, como la re-aparición de mi primera pluma de cóndor. Desde tiempos inmemoriales, los chamanes andinos han usado en sus ceremonias las plumas de un cóndor macho adulto.El cóndor es miembro de la Familia Cathartidae, palabra derivada del griego kathartes que significa «el que limpia”. Los quechuas utilizan las plumas del cóndor para limpiar las energías negativas del campo áurico.

Las plumas de cóndor son escazas, y todo lo escaso es costoso. Utilicé 60 de los 300 dólares, que llevé en ese viaje, para comprar mi primera pluma. Como pasa en tantos otros países, los turistas deben tener precaucióncuando compran cosas como estas. Me sentí segura sabiendo que la pluma era autentica, y que no había sido arrancada de un animal que inescrupulosos mercaderes le habían dado muerte, sino de uno que había completado su ciclo de vida.

Durante años, esta pluma fue mi acompañante de consultas, talleres y seminarios. Un día cualquiera desapareció. La busqué por todos lados por más de una década. Finalmente, me resigné a mi triste perdida. Aunque a veces, echaba de menos el singular poder y la reverencial fuerza que me embargaba cada vez que abanicaba la pluma, fui a Perú varias veces más y no adquirí ninguna.

El verano pasado, conocí a Nicolás Paucar, un sabio sacerdote quechua, que guióuna inolvidable peregrinación que hice junto a algunos amigos. ¡Allí conseguí otra pluma de cóndor!Misteriosamente, luego de valorar la llegada de minueva aliada, ¡la veterana apareció! Estaba en un baúl que uso en mi cuarto para guardar mis tesoros personales.

Los viajes de peregrinación son una probada de misterio, un toque de lo sagrado, una travesía transformadora, un retorno al centro…Nos exponen al inquietante, pero inevitable, hecho de que somos extranjeros en este mundo. Estamos aquí, pero no somos de aquí. Quien se identifica con su origen terrenal se sujetará a las leyes de la materia. Así, es muy difícil escapar del destino y herencia familiar. Por supuesto, el legado,que recibimos de la familia en nuestro ADN, abarca mucho más de lo que puede ser demostrado por la limitación de las ciencias.

Quien se reconoce en su origen divino, disfrutará el viaje como una interesante travesía en un territorio extranjero. Respetará las leyes y costumbres del mundo, pero responderá a las leyes y costumbres de la dimensión espiritual. Todo lo toma como un regalo, renunciando a la preocupación y la necesidad de saber cómo le llega.

Imagina que tienes en casa unos invitados muy especiales, ¿No le darías lo mejor de lo que tienes? Yo lo hago, preparo mis mejores platillos, les llevo a los mejores lugares, organizo interesantes actividades, le muestro las cosas que disfruto, les presento a la gente que quiero, y me ocupo que se vaya con el mejor recuerdo. A veces, hago un poco de esfuerzo porque sé que será por poco tiempo.

Es así como me trato a mí misma. Procuro que este viaje sea memorable para mí; lleno cada día de sentido e intención, pongo atención a lo que veo, tengo respeto por el suelo que piso, honro a los que hicieron lo que ahora disfruto, y saboreo cada momento. Desde que elegí vivir mi vida como una peregrinación, un viaje del alma, mis dias se han llenado de asombro y sentido.

Alejados de todo lo familiar, en una peregrinación nos abrimos a una particular sensibilidad que facilita la comprensión de esta verdad: estamos aquí de paso, por tanto, nada es mío, y sin embargo todo me pertenece. Tal vez, mi pluma “regresó” cuando renuncié a ella y agradecí la llegada de la nueva. En un curso de milagros dicen: “Nada real puede perderse”.

Los indígenas dicen que si no estás temblando cuando te acercas a algo sagrado, entonces no es real. Sin importar la manera en que se presenta, lo sagrado evoca emoción, sensibilidad y asombro ante tal misterio. Como escribió Rumi hace 7 siglos: “No estés satisfecho con las historias que se te presentan; desdobla tu propio mito”. En este lado del mundo, el poeta Walt Whitman lo expresó de esta manera: “Ni yo ni nadie más puede recorrer ese sendero por ti. Debes recorrerlo tú mismo”.

 

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