Todo es verdad y mentira

Todo es verdad y mentira

En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.” Con esa frase, Ramón de Campoamor trataba de advertir sobre la imposible universalidad de cualquier principio religioso, filosófico, político o económico. Nada podía ser absolutamente cierto pues la subjetividad del ser humano con sus culturas y tradiciones influye mucho sobre la forma en que se aceptan hechos e ideas en diversas partes del mundo.

Al concepto de Campoamor no le está yendo muy bien en este pedazo de isla. Aquí, la verdad publicada puede ser muy bien la mentira pública. Así como un hecho puede ser verdad y mentira, al mismo tiempo. Sólo habría que revisar las primeras planas de la prensa en la semana recién pasada para reforzar el asombro de cómo se desmorona el Estado dominicano sin que los responsables de administrarlo se inmuten.

El Tribunal Superior Administrativo había emitido 15 decisiones en las que condenó a multas monetarias a las empresas que comercializan gas propano por falsear las cantidades que vendían a los consumidores. Pero como extraído del sombrero de un prestidigitador, ese mismo tribunal, de repente, descubre que el Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor carece de habilitación legal para imponer multas a las empresas estafadoras. El engaño contra la ciudadanía es una verdad que se asocia a la relajada opinión de los jueces para beneficiar al truquero. ¿Habrá desidia, negligencia o complicidad en esa decisión? ¿O todas las anteriores?

El lunes 13 de junio, el Procurador General de la República declaró que trabajaba en las indagatorias relativas al pasaporte que habría obtenido el franco-libanés Zac Takieddine. Para las indagatorias en República Dominicana, designó al Procurador General Adjunto, José Amado Cedano. Él estaría encargado de investigar y ofrecer las conclusiones sobre este hecho delictivo. Sin embargo, al día siguiente, como sacado del sombrero de un prestidigitador, el ministro de las Fuerzas Armadas emitió declaraciones públicas asegurando que no existía ni el pasaporte ni el General mencionados por la justicia de Francia. La Procuraduría General de la República hizo “mutis por el foro” ante la autoritaria declaración del jefe militar. El silencio fue estruendoso. No obstante, un General de la Marina de Guerra vinculado por 30 años al ministro de Relaciones Exteriores fue puesto en retiro por “antigüedad en el servicio”. “La Guardia” se impuso a “La Justicia” en un golpe de mano eminentemente político.

Para completar el desprecio por la justicia dominicana, el Primer Tribunal Colegiado del Distrito Nacional declaró extinguida la acción penal contra políticos aliados al gobierno por haberse agotado los plazos de duración en el caso de Bahía de las Águilas. Lo que no dijo el grupo de jueces fue que el plazo se venció porque el aparato judicial no había actuado con la premura que exigía la ley. O sea que por negligencia, desidia, complicidad, o por todas las anteriores, de la maquinaria judicial, quedaron liberados de sanción los acusados por un engaño colosal contra el Estado dominicano. No en balde el Procurador General de la República calificó ese fraude inmobiliario como “gran crimen contra la sociedad dominicana”. Pero como en el caso del pasaporte diplomático dominicano denunciado en París, el Procurador fue desestimado e ignorado por esos cuestionables jueces. Otro golpe de mano contra la justicia nacional.

Lo que más llama la atención en estos casos es que la mentira oficial se convierte en verdad. Se destaca, además, cómo los funcionarios desprecian el daño que está provocando en la sociedad dominicana este tipo de abandono de las normas de lo que, se supone, sea un Estado de Derecho. Más por arrogancia que por ignorancia, estos funcionarios no quieren tomar en cuenta el carácter acumulativo de la indignación popular por estos hechos que protegen al delincuente que agrede a la sociedad.

El fruto se pudre y el responsable oficial no se inmuta, sino que promueve la continuación del deterioro. Y es que los corruptos se acostumbraron a la impunidad. Y la defenderán con uñas y dientes, apoyados ahora por el afán de politizar, aún más, las Fuerzas Armadas y reforzar la inexpugnable Policía Nacional, organismos que garantizan impedir su desplazamiento del poder político.

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