Todo está consumado

Todo está consumado

POR PEDRO GIL ITURBIDES
El Gobierno dominicano suscribió el acuerdo que nos liga al gran mercado multinacional del continente. Funcionarios dominicanos viajaron a Washington para rubricar los documentos que nos hacen miembros del Tratado de Libre Comercio. Estamos, por tanto, inmersos en un gran mercado junto a productores y consumidores cuyo centro se ubica en Estados Unidos de Norteamérica. Los estados unidos de México, Canadá y las repúblicas mesocontinentales son nuestros socios.

Entre los múltiples deseos que anidé se encuentran los mismos que externaron los productores agropecuarios: ser atendidos y entendidos.

Conforme mi ingenua apreciación, no pedían nada del otro mundo, sino que se prescribiera como parte del acuerdo, una salvaguarda bien definida, y expresada en lenguaje claro. Nada en letras chiquitas, que deba dirimirse entre disgustos e intemperancias diplomáticas, en un proceso de arbitraje ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Como han debido hacerlo los mexicanos con la producción de sus siderúrgicas.

El saliente Presidente de la República, Hipólito Mejía, ha prometido que enfrentará las importaciones de alimentos que se hagan en el futuro. Durante su visita, hace una semana, a la finca modelo San Diego, en el Municipio de San Francisco de Macorís, se ha expresado en estos términos.

La mejor confrontación la tuvo siempre en sus manos. Con solamente posponer la firma del poder por el cual delegó la suscripción del convenio, aplicaba el espíritu de esas palabras. Al autorizar el viaje de los funcionarios a cargo de dar el consentimiento del Gobierno Dominicano a los actuales términos del pacto, anuló el espíritu de esas palabras. En lo adelante, cuando se produzcan esas importaciones, él no deberá enfrentar esas compras.

Desde el punto de vista estrictamente moral, podrán elevar su voz quienes intentaron convencerlo que debía escuchar a los productores.

Hace un tiempo escribimos sobre el tema, en un artículo que publicó este diario bajo el título «Alternativas Comerciales». Al prever la posibilidad de que, debido a las especiales circunstancias que rodeaban la negociación el pacto se suscribiera, nos preguntamos qué nos esperaba. Y nos dijimos: «Durante más tiempo del deseable hemos vivido regodeándonos en la negligencia, a expensas del azar. Gracias a ello, podemos recurrir a un mecanismo psicológico de proyección, y acusar a otros por ser causa de nuestros males. Unos y otros, es decir, cada persona dentro de la población económicamente activa, y el país como un todo, somos propensos a la indolencia. Es la necesidad la que nos acucia e impulsa. Y en este sentido el tratado de libre comercio tiene sus ventajes, dentro de todas las desventajas inmediatas que sobrevendrán».

Y añadimos en otro párrafo que «en el pueblo hay una expresión muy rica para explicar lo que debemos hacer: ¡sacar de abajo! Y esta oración en su misma simpleza, entraña todo un abanico de posibilidades y acciones que tenemos que abordar con talento y dedicación. Hemos de abandonar la molicie, esa encantadora disposición para la desidia que nos distingue desde los tiempos precolombinos y que se reforzó con esa mezcla deliciosa de castellanos guerreros, andaluces cuentistas y elusivos negros africanos».

Y por último, dijimos, y creemos conveniente repetir, que «son muchos los campos en los que podemos incursionar con imaginación, apoyo público por vía de financiamiento reembolsable, y en combinación con el empresariado.(y) también son muchas otras las puertas que se abren en la producción de alimentos, frutas y bebidas a partir de éstas, si somos capaces de entender en lo que nos hemos metido al involucrarnos en este acuerdo de libre comercio».

Y concluimos hoy: el involucrarnos en un gran mercado conviene a un pueblo imaginativo con autoridades creativas. Si logramos ese binomio y trascendemos los retos que se nos presentarán como se han presentado a los mexicanos, sin duda alguna saldremos adelante. Pero, por supuesto, tendremos que güayar la yuca, entendiendo esta afirmación en sentido más que literal.

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