Todo lo que se esconde tras la sexualidad

Todo lo que se esconde tras la sexualidad

POR ANNA JIMÉNEZ
La pareja está inevitablemente influída por las expectativas culturales sobre la conducta que deben tener hombres y mujeres respecto de la sexualidad.

Crecemos dentro de un medio familiar y cultural que valida y estimula el desarrollo de la sexualidad en los hombres enseñando, por lo general, todos los aspectos del erotismo y la vida sexual en forma abierta a los hijos varones.

Por otra parte, a muchas niñas se les enseña a evitar el tema de la sexualidad, a vivir lo relacionado con el sexo como algo lleno de temor y culpabilidad.

Junto con esta forma de socialización surge gran cantidad de mitos sobre las conductas propias para cada sexo, que sin duda determinarán de alguna manera la forma de comportarse en hombres y mujeres. Estos mitos tienen relación con la masculinidad asociada a la dureza, violencia, tomar la iniciativa, la no expresión de la afectividad y priorización de la razón por sobre la emoción, etc.; por otra parte, la femineidad está asociada a la pasividad, la debilidad, la sumisión, la suavidad, priorizando el uso de la emoción por sobre la razón, etc.

Así, el hombre o la mujer que no responde a estos cánones es descalificado en cuanto a su identidad sexual (a los hombres se los acusa de “finos”,”raros”,”afeminados” y a las mujeres de “ahombradas”, “marimachos”).

En los hombres se suelen asociar ciertas conductas a la virilidad. Se piensa por lo general que si alguien no es brusco, ni rudo, ni agresivo, y además es afectuoso, expresivo en lo emocional, será signo de que tiene problemas de identificación con su propio sexo. El mito está en pensar que un hombre que tiene conductas de este tipo, se parecerá a las mujeres y por ende deberá preferir a los hombres (al igual que las mujeres).

Lo mismo sucede con las mujeres si son bruscas o más agresivas en su actitud. Se piensa que deben sentir como los hombres y, por ende, deberán gustar de las mujeres (al igual que los hombres). Así estos mitos confunden la identidad sexual con ciertas formas de establecer relaciones con los otros, que son individuales y personales (dependen del carácter de cada uno y de la formación en su familia de origen).

Esto determina la forma de enfrentar la vida sexual en ambos integrantes de la pareja, generando así visiones dicotómicas sobre la vida sexual y las vivencias asociadas a ella. Así los hombres tienen, por lo general, una expectativa de una relación de pareja centrada en una vida sexual satisfactoria, y las mujeres en cambio centran sus expectativas en una relación de pareja satisfactoria en el plano afectivo y romántico.

Por tanto, cuando la pareja se encuentra sexualmente, surgen las diferencias en cuanto a la actitud frente a la relación sexual. La mujer tiende a tener una actitud pasiva y de sumisión, por lo general con bastante temor (intenta evitar el encuentro sexual varias veces), y su entrega va directamente ligada a la afectividad entre ambos.

En cambio el hombre tiende por lo general a ser sexualmente más activo, tiende a tomar la iniciativa, a preocuparse por la eficiencia y rendimiento en la relación sexual. Además, su interés tiende a estar en la satisfacción y en los aspectos eróticos de la situación, por sobre los aspectos afectivos.

Cuando esta visión de la sexualidad se lleva al extremo, las parejas tienden a tener dificultades, ya que por lo general se espera que las mujeres accedan a todas las peticiones y demandas sexuales del hombre. De acuerdo a la formación que reciben las mujeres en nuestra cultura, que tienden al recato y la no erotización de la relación sexual, muchas de las peticiones atentan contra sus creencias y normas.  Cuando algunas mujeres se niegan a acceder a las peticiones sexuales, los hombres tienden en algunos casos a hacer uso de la violencia psicológica o física para lograr la relación sexual con su pareja( “es mi señora,.. mi mujer”).

Si bien estas conductas están aquí un tanto exageradas, esta es la base de muchas de las disfunciones sexuales en las parejas, entre las cuales las más frecuentes son la eyaculación precoz en el hombre y la frigidez en la mujer.

En la mayoría de los casos ambos síntomas no son sino manifestaciones evidentes de la rigidez con que se vive la sexualidad en nuestra cultura.

Mitos que pueden afectar la vida sexual de las parejas

Un mito frecuente en las parejas jóvenes es el que supone que una mujer joven no se embaraza en la primera relación sexual; este es uno de los mitos que se maneja entre los pololos y parejas de recién casados que tiene consecuencias evidentes para la pareja y su contexto, debido a muchos embarazos no planificados.

Muchas mujeres que sufren de cáncer uterino deben operarse para evitar que la enfermedad ramifique y se generalice. En estos casos se les extirpa el útero y a veces también las trompas y los ovarios. Existe la falsa creencia de que estas mujeres han quedado “huecas” o “vacías” y sus parejas temen tener relaciones sexuales con ellas por miedo a encontrarse con que la pareja en vez de vagina tiene un vacío.

En estos casos no se extirpa el cuello del útero ni la vagina, que son los órganos sexuales externos, con los cuales se lleva a cabo una vida sexual normal. Si bien estas mujeres no pueden volver a tener hijos, su vida sexual no tiene por qué verse afectada. Las sensaciones serán las mismas que antes (para ambos miembros de la pareja) y, si el sistema hormonal está bien regulado, el deseo sexual y la capacidad de llegar al orgasmo serán normales.

Uno de los mitos más difundidos es aquel que señala que los hombres pueden tener amantes sin afectar la relación de pareja. Se piensa en cambio que si las mujeres tienen amantes la situación es más grave. Cuando una mujer tiene un amante se supone que esto está señalando el estado de crisis de la pareja a nivel afectivo (por que se piensa que la sexualidad en las mujeres va ligada a los sentimientos y emociones).

Por lo general, la infidelidad en la mujer genera grandes dificultades en los hombres, ya que por una cuestión de ego masculino y la sanción social asociada al engaño (“ es un torpe.., no fue capaz de satisfacer a su mujer”, etc..), les es difícil aceptar que pueden ser capaces de perdonar a su pareja. Esto, independiente de la afectividad y amor que sienta por ella.

Si un hombre es infiel, se espera que la mujer lo perdone cada vez que él muestre su arrepentimiento y deseos de volver a reconstruir la pareja y la familia. Se debe señalar en cambio que, a nivel cultural y social, no se acepta fácilmente al hombre que perdona a su esposa infiel.

El mito central es que los hombres pueden tener amantes sin afectar la relación de pareja. En cambio, las mujeres no pueden tener amantes sin afectar la relación de pareja. Aún cuando aparentemente no sea visible, tanto hombres como mujeres se ven afectados a corto o largo plazo por las infidelidades del otro. Las relaciones de pareja se ven también bastante afectadas en lo afectivo, la confianza y a nivel sexual, cuando alguno de sus miembros establece otra relación de intimidad con un-a tercero. La relación de pareja se define en torno a la intimidad de dos, si el sistema pareja cambia alguno de los aspectos y los deposita en otra pareja, estamos frente a un quiebre en la definición que dio vida a la pareja.

Finalmente cabe recordar que las infidelidades son un síntoma de que alguno de los aspectos de la pareja no está funcionando adecuadamente, y que por lo general las infidelidades son intentos de redefinirlas o de compensar los aspectos carentes de esta relación. Incluso se habla de infidelidades “dedicadas” en los casos que uno de los miembros de la pareja hace alarde de establecer una relación con otra persona. Estas advertencias explícitas serían una invitación al otro para cambiar la relación o pedir ayuda a un especialista para reactivar o mejorar la relación de pareja en todos los aspectos que sea necesario.

Disfunciones sexuales más frecuentes en las parejas

Por lo general, las parejas suelen tener una vida sexual relativamente satisfactoria, y tanto hombres como mujeres se sienten gratificados a nivel sexual y afectivo. Esta satisfacción tiene relación con la capacidad de sentir orgasmos. Por orgasmo se entiende la sensación de descarga de energía que se había acumulado durante el período de excitación. Esta descarga es muy placentera y gratificante.

Existen muchas creencias sobre la vida sexual satisfactoria que dicen tienen relación con la necesidad de tener orgasmos simultáneos o tener siempre orgasmos en ambos integrantes de la pareja. Esto no tiene que ser necesariamente así, si bien el que hombre y mujer tengan orgasmos, es parte de la expectativa de rendimiento sexual, se puede tener una vida sexual satisfactoria en la cual no todas las veces la pareja experimente orgasmos. El placer sexual también está ligado a los juegos previos, a la vivencia de entrega y afecto durante el encuentro sexual.

Como ya se mencionó, existen algunas disfunciones sexuales más frecuentes que están asociadas a la socialización y la formación sobre la sexualidad en nuestra cultura. Las más conocidas son La eyaculación precoz, la impotencia, la frigidez y la anorgasmia.

La eyaculación precoz se genera en muchos casos como producto de las relaciones sexuales rápidas y cargadas de ansiedad. Estas conductas producen mucha ansiedad y tienden a acelerar la respuesta sexual, y a condicionarla ante los estímulos sexuales cercanos.

La frigidez se genera en muchos casos frente al temor y la culpa de la mujer ante las relaciones sexuales. Constituye, por lo general, la manifestación corporal del temor que se ha inculcado, a través de la educación, a las mujeres (temor a la penetración, al dolor que se supone podría sentir, temor a lo “sucio” de la sexualidad, etc..). Se manifiesta como el dolor y la rigidez muscular ante la penetración.

Ligada a la misma historia de temor y culpa ante la sexualidad está la anorgasmia, que se caracteriza por la imposibilidad de llegar al orgasmo. Esta disfunción es bastante frecuente en las mujeres y tiene repercusiones en la relación de la pareja.

Esta disfunción es difícil de detectar, ya que al inicio de la vida sexual de las parejas es bastante frecuente que las mujeres manifiesten dificultades para llegar al orgasmo. Esto tiende a desaparecer en la medida que la pareja trabaja su sexualidad ligándola a la vida afectiva y trabajando todos los aspectos previos y posteriores a la relación sexual (sin olvidar las caricias y manifestaciones de amor).

Se puede hablar de anorgasmia cuando una pareja que ha trabajado en su relación sexual con los elementos afectivos y eróticos, no logra obtener nunca que la mujer llegue al orgasmo. Puede haber anorgasmia en el hombre, pero esta es menos frecuente.  Se manifiesta como la dificultad de llegar al orgasmo y de lograr la eyaculación.

La impotencia es la disfunción más conocida de todas y consiste en la incapacidad de los hombres de tener erecciones y por lo tanto no pueden tener relaciones sexuales. Esta disfunción puede tener como base razones fisiológicas o psicológicas. Estas deben ser tratadas por especialistas, ya que la impotencia tiene efectos muy complicados en la autoestima de quienes la sufren, y afecta seriamente la vida afectiva y sexual de las parejas.

Todas estas disfunciones afectan la vida sexual de la pareja, siendo las más severas la frigidez y la impotencia. Estos problemas imposibilitan a la pareja para llevar una vida sexual activa y merecen apoyo de especialistas. La eyaculación precoz y la anorgasmia permiten que la pareja logre sólo a veces una vida sexual más satisfactoria y requieren también de apoyo de especialistas.

Muchas parejas creen tener estas disfunciones, y piensan que las sufren por que a veces tienen algunos síntomas parecidos (eyacular antes de lo previsto o no sentir placer en la relación sexual). Es conveniente que la pareja examine las situaciones, la frecuencia con que ello ocurre, los estados de ánimo y las emociones que han estado sintiendo en el momento en que se dan los síntomas. Es muy probable que se deba a factores emocionales circunstanciales que juntos pueden resolver o enfrentar. Si luego de examinar estos aspectos prevalece el problema se sugiere consultar a un especialista (sexólogo, médico o psicólogo).

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