Todo pasa, todo se acaba

Todo pasa, todo se acaba

Soy un optimista del carajo, de toda la vida. No llego a tanto como Pepe, el del chiste, pero apuesto a los dominicanos, nunca pierdo la fe.

Soy de los que saben que “nunca es más negra la noche que cuando va amanecer”.

Sé, también que de nada valen las lamentaciones porque “después del palo da’o, ni Dios lo quita”.

Recuerdo, y lo he citado antes, que en la oficina de don Luis E. Delmonte, en Barahona, había un letrero pintado en la pared con esta reflexión: “más que un modo de hacer dinero, el trabajo es un modo de hacer dignidad”.

También recuerdo aquel ¿chiste? que cuenta del hombre que, recostado de una silla, en el frente de su casa, rumiaba su mala gana contra el vecino de enfrente porque tenía todas las herramientas para reparar cualquier asunto de la casa: serrucho, martillos, escofinas. No se atrevía a pedirle algo prestado porque la última vez empeñó el bien ajeno.

Cuando al fin decidió ir a casa del vecino en procura de un martillo, el subconsciente lo engañó y en vez de pedir el instrumento lo que salió de su boca, pensando en la posible negativa del vecino, fue, es más ¡váyase al carajo! Y métase su martillo…

En tiempos aciagos me preparo para afrontarlos. Al fin y al cabo nada hago con intentar “tapar el sol con un dedo” y “hacerme el chivo loco”.

Recuerdo aquello de “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”

El cura que pronunciaba una de las Siete Palabras de Jesús en la cruz, en la Semana Santa de 1961 dijo, con voz clara e insinuante: “todo pasa, todo se acaba”.

 Lo escuché como un canto de esperanza en aquella primavera donde cambió la historia de la República cuando “mataron el chivo, mataron el chivo, déjenmelo ver déjenmelo ver, mataron el chivo y no me lo dejaron ver”.

Me viene a la memoria aquella frase, también sin desperdicios: “la gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano”.

El pueblo dominicano tiene muy buena puntería, es muy certero  y como juega en buena lid nunca fuerza para seleccionar árbitros y mucho menos intentar que éstos lo favorezcan.

La nación está colocada, nuevamente, en una interesante encrucijada: seguir el camino de la democracia, con todas sus difíciles aristas, o acomodarse a la dictablanda que tiene montada el Partido de la Liberación Dominicana.

¿Estamos dispuestos a soportar “un peine en cabello malo? Ahora llegó la hora: “o general, o gusano”.

Este es un momento claramente definido por un refrán criollo que retrata lo que acontece porque tenemos que decidir: o to’ toro, o to’ vaca.

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