Cuando hablamos de victimismo o victimización, nos referimos a la tendencia de una persona a considerarse víctima o a hacerse pasar por tal. Todo aquel de una personalidad victimista se disfraza por tanto de víctima, consciente o inconscientemente, simulando una agresión o menoscabo inexistente; y/o responsabilizando erróneamente al entorno o a los demás, por su tendencia de culpar a otros de los males que padece y resguardarse en la compasión ajena. Como dicen, es el tipo de personas que hacen de sus sufrimientos, cuidadosamente expuestos, un currículum viviente.
Bien sabemos que la víctima, de uno u otro modo, está salvaguardada de la crítica ajena. Pero lo que muchas veces nos cuesta aceptar, es que además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga. De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado. Porque de hecho, el victimismo es, en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas.
Lo más chocante para mí, de aquellas “víctimas” y más aún de aquellos que los compadecen y creen en ellos, es que esta condición permite contar con una especie de inmunidad en la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado y todo lo que piensan es legítimo. Pero en más de un caso, ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre más bien un chantaje, porque buscan que un hecho traumático se convierta en la carta de presentación eterna, pero no precisamente para dar testimonio de un hecho abominable, sino para ganar privilegios que de otra manera no se obtendrían.
Todos, en algún que otro momento, hemos asumido el papel de víctimas. Sin embargo, hay personas que se convierten en víctimas permanentes, sufren lo que podríamos considerar como un “victimismo crónico”, lo cual no es una patología, pero podría desembocar en un trastorno paranoide, cuando la persona insiste en culpar continuamente a los demás de los males que padece. Además, esta forma de afrontar el mundo, de por sí, conduce a una visión pesimista de la realidad, que produce malestar, tanto en la persona que se queja como en quien recibe la culpa. Por eso los invito a dejar de verse siempre como la víctima, y aprenda a asumir su parte de responsabilidad. Aprenda a encarar la vida con valentía y honestidad, no todo es culpa de los demás, sino también de sus propias decisiones.
Muchas personas adoptan el papel de víctimas de forma involuntaria porque tienen miedo de su propia ira, e incluso niegan su existencia, y anticipan el daño que les causaría.