Todopoderoso sea el partido

Todopoderoso sea el partido

POR BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Cuando el senador Amable Aristy Castro, electo por los ciudadanos de la provincia Altagracia, entendió que para él y para su partido era importante ocupar la secretaría general de la Liga Municipal Dominicana, lo hizo sin mayores miramientos.

Renunciar a su curul solo le costó una hoja de papel y un poquito de tinta, muy poquito. Bastó una carta a la presidencia del Senado de la República.

¿Y sus electores? No, estos no contaron, estos no fueron consultados porque el único rol que ellos tenían que desempeñar lo hicieron un 16 de mayo cuando fueron a las urnas y eligieron a don Amable Aristy Castro senador por la provincia La Altagracia.

Después de todo, otros habían hecho igual y nada había pasado. No se conoce una sola manifestación, de ningún tipo, de ciudadanos que alguna vez hayan protestado porque su legislador renunciara para darle paso a otro.

Este es un tema que los partidos políticos, los todopoderosos partidos que cuentan con senadores y diputados, maneja a su mejor parecer y cuenta. Porque para ellos los legisladores no son legisladores de sus jurisdicciones, sino de los partidos. Por lo tanto, son los partidos y no los ciudadanos los que tienen que tomar decisiones.

Recuérdese que en una ocasión el doctor Peña Gómez, cuya grandeza como líder y como ideólogo nadie pone en duda, diseñó la célebre fórmula del 2 y 2. Es decir, los ciudadanos elegían un diputado o un senador por cuatro años, pero el partido decidía que la posición sería compartida por dos dirigentes del PRD, a razón de dos años cada uno.

¿Fueron consultados los ciudadanos votantes? Nunca, no era necesario. La decisión la tomaba el partido y el líder del partido, porque los legisladores, senadores y diputados, lo eran del partido, no de los votantes.

La práctica vuelve a repetirse, esta vez con preanuncios y anuncios. En efecto, el ingeniero Hernani Salazar, uno de los funcionarios más polémicos de la administración del presidente Hipólito Mejía, acaba de ser escogido como senador por la provincia Duarte.

La noticia dejó de serlo hace semanas, tal vez meses, porque en más de un corrillo político y partidario se venía diciendo que había negociaciones alrededor de esta posición legislativa.

Por supuesto, cada vez que la prensa publicaba algo sobre el particular o un comentarista de radio o televisión lo aludía, llegaba una reacción de las partes o de sus alter ego, negándolo todo. Pero, como decía Rodriguito, la vida seguía su agitado curso.

La ficha senatorial de don Julio Antonio González Burell, un conocido radiodifusor de la región Norte y de San Francisco de Macorís, dice que este distinguido munícipe fue electo por 44, 443 ciudadanos. Estos fueron los provincianos que depositaron su confianza política y su fe en él.

La provincia Duarte tenía en el 2002 una nómina de votantes de 173 mil 941 ciudadanos. De este número solo sufragó el 54.13%, pero la mayoría de estos dijo que de los candidatos de los tres grandes partidos,  prefería al señor González Burell. Y así fue.

Pero ocurre que ahora, o el señor González Burell o su partido, el Revolucionario Dominicano, deciden otra cosa. Y lo hacen, uno u otro o los dos juntos, sin consultar a los 44, 443 ciudadanos que sufragaron a su favor, que lo prefirieron entre todos los candidatos.

Nada nuevo, se dirá. Otros han hecho mismo desde hace mucho tiempo. Y así es.

La democracia dominicana no tiene mecanismos para saber si los electores aprueban o desaprueban este tipo de transacción. Transacción política, transacción partidaria. Por conveniencia de la política o por conveniencia del partido. Por la misma razón de siempre: la democracia dominicana no está fundada en los ciudadanos, sino en los partidos políticos. Y punto.

Basta con que se hayan guardado las formas jurídicas. Es decir, que el cambio del señor González Burell por el ingeniero Salazar se haya hecho de acuerdo al estatuto jurídico. De eso los dominicanos saben mucho. Nadan y guardan la ropa. Esta es una de sus especialidades.

Por supuesto, muchos preguntarán por qué don Hernani Salazar, un ingeniero que se ha pasado cuatro años dirigiendo la activa secretaría de Obras Públicas del Palacio Nacional, en vez de ir a descansar y a disfrutar del regazo familiar quiere ahora embarcarse en una tarea legislativa.

Vocación política, podrá decirse. Respaldo a su mentor Hipólito Mejía, podrá decirse también. Otros dirán que una curul es como un escapulario que espanta los malos espíritus y protege del mal de ojo.

En resumen, esta es la democracia dominicana. Todo sea por el partido, y por nosotros también.
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bavegado@yahoo.com

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